El columnista Leonardo Curzio asegura que los medios de comunicación no son enemigos ni adversarios ni opositores del presidente : “Nosotros a lo que nos dedicamos es a documentar lo que pasa en el país, no a confrontar al Mandatario federal”, subraya en entrevista con EL UNIVERSAL.

Advierte que, “como prácticamente ha ocurrido en todas las etapas de la historia de las democracias”, la libertad de expresión en México hoy es acosada, pero con algunas particularidades: la violencia, la convivencia con formas retorcidas de conversación pública y mentiras en plataformas digitales.

Curzio Gutiérrez —quien este mes presentará su libro El Presidente— expone que el gobierno federal se ha convertido en una especie de Cártel de la Comunicación, pues quiere tener desde la generación de la información, hasta la polémica, el diálogo con la audiencia, las cartas al lector y el derecho de réplica, “pero no puede tener todas las atribuciones un mismo actor”, apunta.

Señala al Presidente de la República como aquel que busca controlar todo en la esfera mediática: ser el productor, el conductor, el protagonista de las noticias, de ahí que las conferencias matutinas se convierten en un ‘spa’ para el jefe del Ejecutivo federal. Discrepa con aquello que dice el Mandatario federal, que ha sido el Presidente más atacado por los medios a lo largo de la historia. Al contrario, considera Curzio Gutiérrez, ha sido un Mandatario muy querido desde el año 2000.

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¿En qué situación ve a la libertad de expresión?

—Yo creo que la libertad de expresión está acosada, como prácticamente ha ocurrido en todas las etapas de la historia de las democracias, lo que pasa es que ahora tiene algunas particularidades y es, entre otras cosas, la violencia que hay en el país, que sigue amenazando a muchos colegas. Después tienes un entorno en el que la digitalización ha generado un ámbito en el cual la libertad de expresión empieza a convivir con formas torcidas de conversación pública. Las mentiras se han instalado en nuestra comunicación cotidiana. Después está que el ecosistema se está secando, la digitalización nos está matando a los medios tradicionales por mil razones, no sólo en México, y estamos yendo a formas de comunicación muy horizontales en un sentido, pero también a una forma de comunicación en la que los estados se convierten en generadores de contenido, pero al mismo tiempo en distribuidores, protagonistas y litigantes del contenido.

Si fuera una organización criminal, diría que el gobierno se ha convertido en un Cártel de la Comunicación. Lo que tenemos ahora es un Presidente que es la estrella del programa, al mismo tiempo es productor en jefe de todo lo que se genera y responsable de la distribución. Él, cuando ve que las cosas se le complican, saca tarjeta amarilla y te dice: la investidura.

¿Quién se ha tenido que adaptar en la actualidad?

—El tema de adaptarse es que no se puede competir con una institución que se llama Estado y que quiere hacer todo, desde ser la estrella, no hay gobierno, no hay acompañantes, hacer largas alocuciones de dos horas y media en las cuales dice de todo.

El problema de tener al gobierno como un Cártel de la Información, porque es eso, desde la generación de información, hasta la polémica, el diálogo con la audiencia, las cartas al lector, el gobierno quiere tener eso, incluido el derecho de réplica, pero no puede tener todas las atribuciones un mismo actor.

No nos hemos acoplado tan fácilmente porque el Presidente no tiene oposición. El Jefe del Ejecutivo federal ya nos agarró a nosotros [los medios] como su oposición, los empresarios se han disminuido y nosotros no nos podemos acoplar a eso, no somos oposición, no somos enemigos ni adversarios ni opositores, nosotros a lo que nos dedicamos es a documentar lo que pasa en el país, no a confrontar al Presidente.

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Es difícil adaptarse cuando tienes una usurpación del gobierno y no sólo ocurre en México, estos regímenes populistas usurpan esta función de la conversación pública como si fuera atribución sólo del gobierno.

¿Se vive una amenaza de coacción en este momento?

—Yo no sé si quiera coartar, porque el Presidente disfruta. Para él, la mañanera, que tiene muchos niveles, es un elemento de comunicación multinivel, la usa en un montón de planos, por tanto hay que cachar todas las bolas. Esto de hacerse la víctima y decir que a nadie habían golpeado tanto, es una cosa insostenible.

¿El Presidente de la República ataca a los medios y la sociedad como consecuencia?

—Es lo que se genera en alguna parte y eso es un elemento de empobrecimiento de la democracia mexicana. El Presidente ha dicho que es el más golpeado de la historia. Cualquiera que nos haya leído todos estos años y que diga que es el más golpeado, es faltar a la verdad. Una de las amenazas a la libertad de expresión es esta convivencia con la mentira.

¿Ya no hay debate?

—Ya no se busca deliberación con él porque se lanza contra el medio u otro, entonces, mejor ya no preguntas porque no vaya a ser que te toque una descarga eléctrica.

¿Los medios critican o exhiben a las autoridades?

—Yo no creo que golpeen al Presidente como tal, es un Mandatario muy querido, lo que pasa es que tiene una relación como episódica con los medios en general. Además, el tipo es simpático, da nota, trata bien a los reporteros, él tiene una técnica muy buena, es un hombre horizontal y dedica tiempo. Le hacen preguntas de todo tipo, desde beisbol hasta lo que se pueda imaginar y con enorme paciencia.

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Yo creo que los medios han hecho el trabajo que les corresponde, hay una clara división ente información y opinión, por supuesto el análisis, el escrutinio de columnistas, articulistas va sobre políticas públicas y es muy difícil no pronunciarse sobre un Presidente reduccionista que te dice: si usted defiende los fideicomisos usted defiende a los ladrones.

¿ Los mensajes llegan a quien él quiere?

—Ese es el tema. ¿Tenemos más información que en sexenios anteriores? Sí. Gobierna frente a todos, eso está bien, pero ya son muchas cosas. También se trata de un desahogo personal. Yo no puedo entender que le dedique dos horas y media a estar debatiendo sobre diversos asuntos.

Yo entiendo que para el Presidente la mañanera es como un spa, se siente a todo dar. Se ríe, crucifica a los que le caen mal, señala, y luego se va a desayunar tranquilamente.

¿Quién se enoja más?

—Está generando una situación en la cual la deliberación pública se empobrece brutalmente. Lo que hace el Presidente es una guerra injusta porque hay un equilibrio de poderes elemental que es: yo tengo que responder proporcionalmente a la agresión.

La proporcionalidad en el uso de la fuerza, es una expresión del poder, lleva al Presidente a ejercer presión hegemónica, desmedida sobre la conversación pública.

¿Cuál es el reto para los medios de comunicación?

—Sobrevivir, construir y defender la fortaleza profundamente democrática que es la palabra, no sólo la tiene el Estado, no sólo la tiene el gobierno. Nuestra función es resistir en el mejor sentido de la palabra, porque somos la garantía del funcionamiento medianamente saludable de una democracia. Las democracias se pueden definir de mil maneras, pero todas tienen como principio fundamental el que tengamos conversación pública.

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¿En algún momento se ha sentido amenazado?

—En este sexenio no, y lo digo con toda claridad. Conozco al Presidente con estas formas atrabancadas. Nunca he recibido una llamada, a diferencia del sexenio anterior, por eso de que se callaban como momias, agradezco que rompa el pacto de complicidad.

¿De qué trata su nuevo libro El Presidente?

—El libro tiene un análisis completo, primero sobre la formación intelectual del Presidente. Un análisis de la mañanera, lo escribí con Aníbal Gutiérrez, un destacado profesor de economía. Todo el tema de la política social, las finanzas públicas, la agenda legislativa del Presidente y analizamos su política exterior y de seguridad.

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