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México ha cumplido con su tradición diplomática y su obligación de acuerdo con los tratados internacionales que ha firmado, de conceder asilo político al expresidente de Bolivia, Evo Morales, señalaron expertos. Lo más preocupante, opinan, es que en la región se está fomentando una cultura de odio y violencia.
Consultados sobre el asilo político al exmandatario boliviano, los especialistas coincidieron en que México está siguiendo una larga tradición diplomática, aunque la determinación también es política.
Consideraron que los legisladores que se han opuesto a darle asilo a Morales son los sectores conservadores del Partido Acción Nacional (PAN), que no reconocen la tradición diplomática mexicana.
“Hay una voluntad política del gobierno del presidente López Obrador, pero también es una demanda ampliamente sentida de diversos sectores del país. México ha suscrito la carta de los derechos humanos de la ONU donde establece su compromiso. Es un derecho y una obligación”, explicó el exdirector del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Adalberto Santana.
Coincidió con él Fernando Neira, investigador del CIALC, quien agregó que también se puede ver “una significación de un gobierno de izquierda hacia otro, pero [el] fondo es ser consecuente con una política que siempre ha caracterizado al gobierno mexicano”.
Lo que preocupa, expuso, es la violencia y la alteración del orden constitucional en Bolivia, y donde la oposición toma la determinación de destruir lo que no acepta.
Gaya Markana, investigadora sobre Latinoamérica especializada en Bolivia por la UNAM, no está de acuerdo con esta postura. Destacó que no hubo un golpe de Estado, puesto que el ejército y la policía de ese país decidieron no intervenir ni apoyar al gobierno, Evo Morales renunció y lanzó una estrategia de desinformación e imagen para posicionarse como refugiado político.
Al asilarlo, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador busca generar capital político e inscribirse en el grupo de la izquierda latinoamericana, a costa de crear problemas en sus relaciones con Estados Unidos, indicó.
Pidió no comparar la larga y valiosa tradición mexicana de dar asilo a intelectuales y perseguidos políticos de las dictaduras, con refugiar a mandatarios destituidos por movilizaciones sociales en sus propios países.