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En México, una familia en la que hay al menos un integrante con diabetes gasta entre 500 y 5 mil pesos al mes para adquirir insulina, lancetas, tiras reactivas, y en realizarse estudios clínicos. Si se cuenta con seguridad social, los pacientes reciben insulina, pero en ocasiones no es la que requieren, además no se ofrecen tiras reactivas que sirven para monitorear la glucosa, lo que es fundamental en alguien que vive con la afección crónico-degenerativa.

Tal es el caso de Nuria Freyermuth, quien cada 30 días gasta hasta 10 mil pesos en la atención de sus dos hijos quienes tienen diabetes tipo 1.

Hoy se conmemora el Día Mundial de la Diabetes, en esta ocasión el tema es “La diabetes y la familia”, en cómo impacta no sólo a nivel económico, sino social y sicológico.

Nuria cuenta que hace siete años diagnosticaron a Leonardo, su hijo mayor; pasaron dos más cuando Anuar, de ocho, desarrolló la enfermedad.

“Fue un golpe duro, porque hay mucho temor, además de que es un gasto doble porque son los dos. No cambiamos mucho nuestros hábitos, procuraba que nos alimentáramos bien, entonces fue reafirmar. Lo más pesado fue comenzar a medirlos, inyectarlos, hacerse a la idea de que estos cambios son de por vida”, dice.

La madre de familia se dice afortunada porque su esposo tiene seguro de gastos médicos mayores y atiende a sus hijos en hospitales privados, en un mes desembolsa entre 4 mil o 5 mil pesos por cada uno de los jóvenes.

“Su atención es en médico privado, porque tenemos la facilidad, pero sí es costoso, nosotros nos manejamos con plumas, la lenta y la rápida para la comida, en eso gastamos casi 10 mil pesos por los dos, y cada tres meses debemos hacer estudios de laboratorio que cuestan entre 3 mil y 3 mil 200 pesos por cada uno”, dijo.

Leticia García Morales, jefa del Departamento de Endocrinología del Hospital Infantil de México Federico Gómez advirtió que los recursos están mal empleados.

“En estos enfermos la Secretaría de Salud gasta hasta 60% de su presupuesto, pero la mayoría están terriblemente mal controlados, los recursos se emplean en pagar incapacidades, en subsanar daños de diabetes en mediano y largo plazo pero no en la prevención, sí seguimos así, no habrá en el futuro presupuesto que alcance”, precisa.

Además del gasto de bolsillo, la especialista llama a los familiares, quienes son los cuidadores primarios, a apoyar a sus enfermos desde el momento del diagnóstico. No sólo al ir con ellos a sus consultas médicas o vigilar que tomen sus fármacos, sino que los acompañen en su transición a un mejor estilo de vida, en particular cuando los pacientes son niños.

“Cuando hay un diagnóstico, la familia empieza a ser inquisidora, cuidan al paciente de que no coma alimentos que le hacen daño, ellos no los dejan, y esto los aísla”, dice.

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