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Tijuana, BC.— Manuel y Jorge lanzan un par de monedas, es la de 10 pesos la que termina más cerca de la línea que en realidad es una grieta abierta en uno de los carriles de espera en la Garita San Ysidro, por el cual hasta hace una semana circulaban alrededor de 60 mil vehículos diariamente, pero que ante el miedo a contagiarse de coronavirus, se han convertido en un desierto de concreto.
Ambos jóvenes venden burritos a los conductores. No son los únicos de esa región binacional —en la que comparten espacio los gobiernos de México y Estados Unidos—, son cientos, quienes durante los siete días de cada semana se levantan para ofrecer comida, servicios y artesanías a cuanta persona pasa por una de las más de 20 filas.
—¡Órale, cabrón! —le dice Jorge a Manuel —¡Págame! —le exige tras la tanda de rayuela que recién le ganó; se echa como lagartija sobre la calle en la que en otros días es imposible siquiera sentarse, la dinámica de la frontera no le permite descansar cuando miles de conductores hambrientos cruzan y le compran burritos.
“No hay otra cosa que hacer, estos han sido días muy aburridos”, explica el joven de 19 años que trabaja en un carrito que ofrece comida y que con ese empleo paga cada semestre de su carrera. “El problema no es que uno se aburra, sino que como no hay gente, a uno se le acaba el trabajo”.
Alrededor de ambos jóvenes, otros negocios decidieron bajar las puertas de metal para no vender y no pagar salarios, la falta de ganancias también les está comiendo las reservas que tienen de dinero para sobrevivir en el puerto fronterizo en época del coronavirus, dice Arturo, dueño de un carrito que vende hot cakes. Ayer fue su último día de trabajo mientras no regrese la actividad a su naturalidad.
No se trata de cualquier garita, pues la de San Ysidro es considerada la más transitada del mundo: alrededor de 50 mil vehículos y otras 35 mil personas a pie cruzan todos los días a Estados Unidos a través de este punto.
Aun con la cercanía la atención y etapa de contingencia es diferente entre California y Baja California. Mientras que en el primer estado ya suman casi mil contagios, en el segundo van cinco. Así, los negocios que operan en la Unión Americana prácticamente dejaron de funcionar desde el pasado jueves, ante la orden de cuarentena.
La orden y las medidas preventivas que implementaron del otro lado de la frontera generaron una tensión que se tradujo en una reducción de cruces, dice Javier Trejo, un residente tijuanense que trabaja en una empresa en San Diego, quien luego del anuncio para restringir el acceso a partir del 21 de marzo, decidió cruzar un día antes.
“Fue un pánico, porque ya vimos que la gente está cruzando normal, desde que lo anunciaron pensamos que ya no íbamos a poder pasar, entonces un amigo y yo nos lanzamos a las 11 de la noche pensando que no nos fuera a dejar [afuera]”, contó.