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El economista y académico Gerardo Esquivel publicó recientemente un análisis titulado “La pobreza laboral en México, a la baja” (https://tinyurl.com/yfjkk9ra). En este trabajo, Esquivel analiza las tendencias de la pobreza laboral, destacando tres resultados con importantes implicaciones para el debate de políticas públicas.
El primer resultado es la tendencia a la baja en la proporción de trabajadores que se encuentran en pobreza laboral desde 2015. Este concepto se refiere a los trabajadores que no pueden adquirir una canasta mínima para alimentarse con el ingreso de su trabajo, es decir, las cifras de pobreza laboral no incluyen los ingresos de las transferencias del gobierno o las remesas. Destaca el hecho de que esta tendencia a la baja continuó a pesar del contexto económico adverso generado por la pandemia y las presiones inflacionarias recientes.
El segundo resultado surge al incluir en el análisis el crecimiento económico, medido por el PIB per cápita. Esquivel muestra cómo solo dos periodos en la época reciente se han caracterizado por una reducción en la pobreza laboral. El primer momento, durante la segunda parte del sexenio de Enrique Peña Nieto, en el que la reducción de la pobreza laboral fue acompañada por un crecimiento del PIB per cápita (un crecimiento favorable para los pobres). El segundo de esos episodios es el de la primera parte del sexenio de Andrés Manuel López Obrador, en el que, en contraste, la pandemia provocó una caída de 3.7% en el PIB per cápita.
El tercer resultado tiene que ver con las implicaciones que tiene la reducción de la pobreza laboral para la medición oficial de pobreza que el CONEVAL dará a conocer este año. En el pasado, reducciones de pobreza laboral han estado acompañadas por reducciones en la pobreza extrema por ingresos, por lo que es muy probable que en la medición oficial de este año se reporte una reducción de la pobreza extrema por ingresos de alrededor de 4 puntos porcentuales.
Es evidente que los incrementos al salario mínimo han sido una fuerza que explica en buena medida las tendencias de la pobreza laboral. Pero también vale la pena abordar una discusión sobre otras políticas y programas que pueden reorientarse a fortalecer el empleo.
Sirvan dos casos como ejemplo. Sembrando Vida, un programa que en la práctica tiene ingredientes de programas de transferencias, de empleo y de transferencia de tecnología, ha operado al relajar restricciones de recursos, permitiendo a las mujeres tomar trabajos y a las familias contratar mano de obra para las parcelas familiares. Este programa podrá consolidarse en la medida en que contribuya a fortalecer mercados locales dinámicos de productos y de trabajo. Por otro lado, Jóvenes Construyendo el Futuro requiere enfocarse como un programa que sirva como puente de acceso al trabajo. Incluso, podría funcionar más como un seguro de desempleo para personas jóvenes, buscando incentivar la incorporación y reincorporación al mercado laboral.
Fortalecer el mercado de trabajo con mejores salarios y mejores condiciones contribuiría a encontrar salidas a otros problemas económicos y sociales. Por ejemplo, comienza a preocupar cada vez más a los productores agrícolas del norte del país la falta de mano de obra. Este hecho, con una legislación adecuada y con una buena coordinación entre países, podría permitir que los migrantes comiencen a considerar como opción quedarse a trabajar en México, reduciendo las presiones en las fronteras.
Un estudio publicado el año pasado y titulado “Why Is Europe More Equal than the United States?” (https://tinyurl.com/4pfw77s6) muestra que la política redistributiva no es tan efectiva como la política predistributiva. Es decir, que lo que parece tener mayores efectos para mejorar los ingresos de la población más vulnerable es la política de salarios mínimos, la regulación de las condiciones laborales y la protección a la democracia sindical. Reducir las brechas en favor de los que menos tienen a través del fortalecimiento del trabajo es la forma más profunda y duradera de transformación.