La estrategia de intimidación que ejecuta el presidente Andrés Manuel López Obrador le ha valido para que los medios de comunicación sean benevolentes con él, pues a juicio del periodista Ciro Gómez Leyva, ha sido el mandatario mexicano menos criticado desde Carlos Salinas de Gortari.

En entrevista con EL UNIVERSAL, el periodista afirmó que los dichos que el Presidente de la República realiza en cada conferencia mañanera contra quienes opinan diferente a él o lo critican, no son ocasionales sino que constituyen una amenaza sistemática a sus opositores.

Reconoció que, como resultado de la estrategia de descalificación e intimidación del Jefe del Ejecutivo federal contra la prensa, él se ha sentido intimidado o limitado para comentar o publicar alguna información, aunque afirmó que todos los días trabaja junto con su equipo “para contar la verdad y destruir la mentira”.

¿La libertad de expresión está garantizada en México?

—Esa libertad no está garantizada en el México de hoy, como no la estuvo en el México de antes.

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El ejercicio periodístico es un espacio de confrontación permanente con el poder, con los poderes.

Hoy nos toca confrontar a un poder que amenaza, calumnia e injuria cotidianamente, a un gobierno que parece tener un compromiso con la mentira, por eso, más que hablar de libertad de expresión, prefiero tomar una frase del escritor Javier Cercas: “Hoy no basta con contar la verdad, hay que destruir la mentira”.

¿Los dichos del Presidente de la República son ataques a la libertad de expresión, o son un ejercicio legítimo de quejarse o criticar a quien opina diferente a él?

—El problema es que no son dichos aislados, es el discurso oficial repetido cinco días a la semana, todas las semanas, sirviéndose de los instrumentos y recursos del gobierno.

Las palabras de López Obrador no son frases desafinadas ocasionales, es el mensaje intimidatorio de quien se asume como conductor de uno de los bandos en una lucha entre sistemas morales incompatibles. Sus expresiones cotidianas son una amenaza sistemática, una ofensiva, una agresión que no sólo se dirige contra periodistas y medios, pero como en repetidas ocasiones sus objetivos son periodistas, editorialistas, intelectuales y medios informativos, por supuesto que hay un asedio, un ataque a la libertad de expresión.

Los calificativos como “pasquines”, “medios neoliberales”, “conservadores” que utiliza el Presidente de México para referirse a los medios de comunicación en general ¿ponen en riesgo a quienes trabajan como reporteros buscando información día a día en las calles?

—En entrevistas que tuve oportunidad de hacerle entre 1997 y 2000, Carlos Monsiváis subrayaba que no había factor más importante en las transiciones que el cuidado de las palabras, en especial de las palabras para el adversario. López Obrador aplica el criterio exactamente al revés, se expresa con el ofensivo lenguaje de la descalificación, propio de los regímenes autoritarios.

Gabriel Zaid lo define bien como el poeta del insulto. Ese discurso sólo puede añadir elementos de riesgo a un oficio de por sí riesgoso en México, donde matar, someter, amedrentar, insultar periodistas es cosa de todos los días.

A los líderes de opinión se les permite hablar desde una perspectiva más subjetiva que a un reportero, ¿de qué modo ellos pueden transgredir los límites de la libertad de expresión?

—No me toca ni es mi interés calificar el trabajo de otros medios o líderes de opinión, como los llaman. Aquí, como en todo el mundo, algunos son más rigurosos que otros en el registro informativo, algunos adjetivan más que otros, otros aplauden más y algunos otros aplauden de más, en fin.

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¿Transgredir límites de la libertad de expresión? No veo, leo ni escucho a nadie que lo esté haciendo, por el contrario, y pese a que se queja de ser el presidente más “atacado” desde [Francisco I.] Madero, creo que la prensa es benévola con López Obrador.

Recuerda la dureza, lo que era la prensa con [Felipe] Calderón [Hinojosa], por ejemplo, después de la matanza en Villas de Salvárcar [en Ciudad Juárez, Chihuahua] (2010), o con [Enrique] Peña Nieto tras [la desaparición de los 43 estudiantes normalistas de] Ayotzinapa [Guerrero] y todos los escándalos de corrupción que se registraron (2014).

Hoy no se critica con aquella fuerza, con aquella furia, 70 mil muertos por coronavirus, (que quizá sean 150 mil) y López Obrador dice que “enfrentamos muy bien la pandemia”. Y no pasa nada, ¡nada!

[Hugo] López-Gatell [Ramírez, subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud en la Secretaría de Salud] se burla incluso de quien piensa que ha ocurrido algo grave.

¿Te imaginas a [Felipe] Calderón o [Enrique] Peña Nieto diciendo algo así con los migrantes de San Fernando o la fuga de [Joaquín] El Chapo Guzmán Loera?

Hay excepciones desde luego, pero la estrategia de intimidación a medios y periodistas le ha dado dos años de comodidad y gracia a López Obrador: el presidente menos criticado por los medios desde [Carlos] Salinas de Gortari. Recuerden el primer año de [Ernesto] Zedillo [Ponce de León], o el foxismo, por no hablar, insisto, de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.

¿Se ha sentido intimidado o limitado para no comentar o publicar algo que pudiera molestar al Presidente de la República?

—Sí, por supuesto. Negarlo sería una mentira.

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Repito, la estrategia de descalificación e intimidación del presidente [Andrés Manuel] López Obrador y los suyos ha sido exitosa, y nosotros no hemos sido la excepción.

Pese a eso, todos los días con nuestro equipo y con nuestros jefes tratamos de hacer los mejores noticiarios posibles de radio y televisión.

Tratamos de darle al televidente y al radioescucha los mejores programas posibles. Tratamos de contar la verdad y destruir la mentira, y quizá hay días en que lo conseguimos.

¿Sobre qué temas ha sentido usted esta limitación o intimidación?

—Luego de tantos años de vivir la rudeza y los insultos del lopezobradorismo fanático, no creo que sea la mejor de las ideas hacer una autocrítica abierta.

Te diré acaso que no hemos sido rigurosos en el seguimiento de sus imprecisiones y de las medias verdades, que son también medias o grandes mentiras, o que hemos retrocedido ante algunas embestidas suyas y de los suyos, o que prácticamente no hemos tocado el tema de la corrupción de los suyos. No con la fuerza y regularidad con que, por ejemplo, hemos seguido desde el año pasado [mucho antes de la pandemia], las graves y múltiples crisis en los hospitales públicos.

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¿Cómo deben responder los medios de comunicación, los periodistas y los académicos a los ataques del Presidente?

—No puedo generalizar por los periodistas, académicos, etcétera. En mi caso y el de nuestro equipo, evitando caer en esa invitación al pleito desventajoso que nos suelen tender el Presidente y los suyos.

Al final no nos queda más que tratar de registrar bien la información, procesarla bien y presentarla bien. Responder con buen periodismo. Para quienes no militamos ni hemos militado en una causa que no sea el periodismo, ¿qué otra cosa podemos hacer?

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