Con una brillante trayectoria periodística ininterrumpida durante 44 años, Juan Arvizu Arrioja fue considerado uno de los mejores cronistas parlamentarios, entrevistador, reportero y maestro de nuevos periodistas, aparte de caracterizarse por su enorme calidad humana. Alegre, positivo, amable, siempre dispuesto ayudar a los demás. Orgulloso de sus raíces y un férreo defensor de la noble profesión del periodismo al que se entregó en cuerpo y alma. Un padre amoroso de sus dos hijos, un hijo ejemplar al pendiente de sus padres, pero sobre todo, un gran amigo y compañero.
El viernes 6 de noviembre de 2020, accedió a conversar con este reportero, señalando que bajo ninguna circunstancia habría de conceder una entrevista exclusiva, pues decía que “entre gitanos no se leen las cartas”, y que además, esta sería la primera y única entrevista que le hayan hecho.
Y así fue, la mañana de este miércoles 17 de febrero, no pudo ganarle la batalla al Covid-19.
Después de poco más de 4 meses de estar insistiendo y por las medidas sanitarias implementadas debido a la pandemia que enfrentamos, aceptó tomar una taza de café en el interior de una cafetería ubicada en las calles de Hamburgo y Amberes, en el corazón de la aún Zona Rosa de la Ciudad de México. Un amigo mutuo, Marco Uriel Cortázar, se encargó de tomar las fotos de la entrevista.
Con una demora de 40 minutos, debido a que la sesión que se realizaba en el Senado de la República había tenido un retraso y que estaba cubriendo para EL UNIVERSAL , el diario donde cumplió sus sueños de llegar a trabajar en el mejor y más importante periódico, llegó Juan Arvizu portando un traje café oscuro, camisa blanca, a su arribo, ofrece disculpas y expresa que, él, pagaría la cuenta para “sufragar” su retraso.
Antes de comenzar, ordena un vaso de agua de limón con chía. Luego, activa sus celulares en modo silencioso para llevar a cabo la entrevista, con voz fuerte y clara subraya: “Los reporteros, verdaderos profesionales que sirven a la sociedad y reflejan fielmente lo que sucede y todavía, hacen mucho por poner a la luz otras cosas que su entendimiento les reporta, que ahí hay algo y que deben buscar a fondo”.
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Nos cuenta que fue el 23 de abril de 1977 cuando comenzó su apasionante e inagotable carrera dentro del periodismo como enlace entre la dirección general de un diario y la jefatura de información, pero que el 4 de abril de 1981 fue cuando comenzó su brillante aventura de reportero al asignarle que cubriera la llegada a México de Valery Giscard D’estaing, entonces presidente de Francia y que realizara todas las entrevistas que pudiera.
Aquí te presentamos la entrevista completa al cronista y periodista de EL UNIVERSAL.
-Mi estimado amigo que gusto saludarte, mi primera pregunta es ¿Cómo te va en la vida?
-En la vida me va bien. Es una vida que disfruto mucho todo el tiempo, aunque prácticamente todo ese tiempo se lo dedico al trabajo.
-¿Pero cómo disfruta el gran ser humano llamado Juan Arvizu?
-Gracias por el concepto en el que me tienes. Tengo dos hijos ya convertidos en profesionistas y lo más curioso, ellos mismos me dicen y hasta me reclaman, que no me conocen ningún “hobbie”.
-¿Y qué les dices al respecto?
-Simplemente les digo que mis “hobbies” son algunos aspectos que tienen que ver con lo que hago todo el tiempo.
-Pero disfrutas de la vida con tu esposa y tu familia…
-Estoy felizmente casado. Llevo una vida matrimonial. Una familia que me anima día con día para poder seguir adelante.
-Bueno, la familia te reconforta y es el eje que te llena de vitalidad…
-Pues sí, en la familia gravita todo y en lo que pueda realizar. Mi piedra fundamental es la familia, mi esposa, pero también, mi lado materno, En el lado político, mi suegra y aunque mi suegro ya falleció, todos ellos son excelente personas a quienes tengo mucho que agradecer.
-¿Gracias a la vida?
-Sí, en la vida me va bien. Ni le quito ni le pongo para no exagerar ni tampoco desmerecer.
-¿Juan Arvizu el periodista, nace o se hace?
Una de las últimas crónicas de Juan Arvizu:
Un tanto desconcertado por la pregunta, me observa detenidamente, se acomoda sus lentes y con una sonrisa me responde: “Las dos cosas, porque creo que se necesitan algunas cualidades y esas cualidades hay que sacarlas y hasta cultivarlas.
-¿En algún momento has sentido el deseo de tirar la toalla?
-Si no tengo la capacidad para esa rutina, vamos a llamarle así, mejor me dedicaría a la música, a la astronomía y cosas por el estilo, pero no tengo ese talento musical.
-¿Qué es lo que sí te gusta hacer?
-Lo que me gusta y apasiona es leer y escribir desde niño.
-¿Ya que me hablas de tu niñez, que recuerdos guardas de esa infancia?
-De niño quería ser bombero. Nací aquí en la Ciudad de México viviendo en la colonia Prohogar hasta los siete años de edad.
-¿Qué numero te tocó ocupar en la familia Arvizu Arrioja?
-Fui el primogénito, seguido por mi hermana Margarita y mi hermano menor Alejandro. Tiempo después, nos fuimos a vivir a Tlalnepantla en el Estado de México al vender mi papá la tortillería que tenía en el número 306 de la calle 19 en la populosa colonia Prohogar
-¿Un cambio de vida en Tlalnepantla?
-En efecto, llegando ahí, estableció una miscelánea que le puso el nombre de “Margarita”, en donde nacieron Inés, Isabel, Victoria Magdalena y Alejandro, que en Paz Descanse, aunque éste último iba de bebé junto con la mudanza hacia Tlalnepantla.
-¿Con el cambio de casa viste interrumpidos tus estudios primarios?
-Ja,ja,ja. ¿Acaso eres psicólogo? Tuve dos primarias: La Estado de Jalisco en la colonia Prohogar en donde cursé primero, segundo y tercero en el turno vespertino, en donde fue para mí toda una experiencia…
-¿Por qué?
-Por su vieja construcción, en donde palpaba algo de violencia tanto en el recreo como en ciertos espacios, me tocó ser testigo ocular de muchas peleas tanto en el interior como en el exterior. Pleitos muy violentos entre adultos en las kermes de barrio.
-¿Te agredieron a ti?
-Recuerdo que una de esas tardes, saliendo de la escuela, iba cargando mi mochila, de esas grandes de cuero rectangulares, unos muchachillos casi de mi edad, me quitaron mi mochila y la aventaron del otro lado de una barda. A raíz de eso, mi papá me regaló un portafolios de esos con cierres por todos lados, de igual manera, de regreso a mi casa, un muchacho ya mayorcito, con una navaja me lo rasgó. Cuando ya nos fuimos a Tlalnepantla, en la colonia La Loma, ingresé a la escuela primaria Estado de México donde se convirtió para mí, algo así como el paraíso.
-¿Ahí te trataron mejor?
-No solamente eso, sino que era una escuela nuevecita y con un extraordinario maestro michoacano Jaime Rangel Maldonado, un hombre que no te reflejaba los vicios comunes que puede poseer la gente común y corriente como lo son el fumar, beber; era deportista, positivo y con una frase que nos repetía a toda hora: “Que tuviéramos iniciativa”.
-¿Esa frase te marcó para siempre?
-Pues sí, con el correr de los años cuando escuchaba la palabra de iniciativa privada no entendía que era la iniciativa privada, pero sí, sabia a la perfección que la iniciativa que nos fomentaba el maestro, a quien lo tuve durante 4º, 5º y 6º años de primaria.
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-¿Un maestro fuera de serie?
-En las clases, digamos que era de media tabla y una gran parte de quienes nos hemos dedicado de lleno al periodismo, te puedo asegurar que no somos nada buenos para la aritmética, así es que durante esos tres años maravillosos me desentendí de los quebrados ni de la raíz cuadrada.
-¿Y que tal eras para la historia?
-¡Uta!, ya me lo tenía leído desde el principio y hasta el final, así como las cuestiones de literatura también y tuve algún tipo de facilidades o de aprecio, digamos, hasta que un día a alguien se le ocurrió que yo sería bueno como maestro de ceremonia durante el homenaje en el Día de la Bandera así como en la fiesta de graduación de sexto año, me toca decir el “rollo de despedida”.
-¿Bueno, supongo que ya lo habías preparado por escrito..?
-No, para nada, tenía que ser todo memorizado, realmente era una recitación.
-¿Era privilegiado en la memoria?
-No, creo que no, más bien, esforzado en la memoria y en lo que todo niño debe llevar a cabo, desafortunadamente esa virtud no la tengo.
-¿Acostumbrado a que la letra con sangre entra?
-No, no y no. A mi papá y mamá les gustaba mucho que siempre me veían leyendo y por lo tanto, nunca tuve un apremio de que “tienes que estar estudiando”, ni tampoco supe lo que era reprobar un año o castigos escolares.
-¿Un niño aplicado o medio burrito?
-No estaba tan abajo pero tampoco era la estrellita del salón, quizás arriba de lo regular entre ocho y diez de calificación.
-¿Tu juguete favorito?
-Mmm, yo creo que era el que no tuve y que fue una bicicleta.
-¿A lo mero macho nunca la tuviste?
-Pues a lo mero macho te digo que no y solamente acudía a un lugar en donde las alquilaban, creo que me costaban cincuenta centavos la media hora y ahí andaba en medio de una calle toda planita, aunque no contaba con pavimento, aun así, aprendí a tomar impulso cuando atravesaba algún bache y a la hora en que se me columpiaba la bicicleta ya tenía el suficiente equilibrio.
Arvizu Arrioja aguarda un momento, luego se despoja de sus lentes oscuros, discretamente se limpia con una servilleta de papel las lágrimas de sus ojos, nos ofrece disculpas y prosigue:
-“Uff, me has hecho recordar cosas tan bellas de mi vida que mira, sí que la bicicleta fue mi juguete favorito porque nunca tuve una propia, sin embargo, la disfrute enormemente y recuerdo con mucho agrado las horas en que la practiqué.
-¿Con tus hijos dabas vuelo en enseñarles cómo utilizar la bicicleta?
-Por supuesto que sí. Con mis hijos fue una enorme satisfacción ser yo quien los sostenía para que tuvieran el equilibrio y aprendieran cómo usarla.
-¿Un niño colmado de mimos sin travesuras inolvidables?
-Era un niño introvertido pero no por un asunto psicológico sino porque yo traía mi rollo adentro, al grado que había momentos en que mi papá me decía que me saliera de la casa a jugar o caminar en la calle.
-¿Si le hacías caso o seguías en tu refugio literario?
-Claro que me salía a la calle a jugar futbol con mis amigos, me divertía y gritaba mucho. ¿Travieso?… Mmm, no porque nunca me gustó ser bromista a costa de alguien, ni tampoco me sabía buenos chistes.
-¿Debido a que te portabas muy bien, en Navidad y Reyes te llovían los regalos?
-Santa Claus fue como algo muy lejano para mí pero los Reyes Magos era una auténtica tradición, todos los niños ilusionados y esperando, pero cuando llegaban, te traían lo que nunca habías pedido.
-¿Había mayor unidad familiar o nos estamos convirtiendo un tanto deshumanizados?
-La vida era en que yo entraba a la casa de mis amigos o ellos entraban a mi casa, lo que hacía uno lo hacía el otro, éramos los compañeros y cómplices de juegos, además, compañeros de escuela. Hubo una época en que nos íbamos al Seminario Salesiano ubicado en Barrientos en donde había una liga de futbol con una cancha preciosa equipada con pasto sintético y el día que jugué ahí, no sabes lo arrepentido que estaba porque me resultaba sumamente pesado, en cambio, nuestro campo lleno de hoyos y piedras era realmente lo mío.
-¿En el seminario los trataban bien?
-Primero nos obligaban escuchar misa y al término, nos daban de desayunar, pero el requisito indispensable para sentarte a desayunar era haber estado presente en misa. Una vez concluido el juego, el grupo de vecinos nos regresábamos a la casa caminando poco más de 3 kilómetros y camino a casa, nos topamos con puestos de ricas carnitas y hacíamos “coperacha” con el dinero que era para el camión, total que comprábamos un kilo de carnitas, una lata de chiles, refrescos y tortillas y a comer rico se ha dicho sentados bajo la sombra de un árbol.
-¿Un verdadero manjar de reyes?
-Hay sabores que no regresan ehh, ya sea por los productos o por el propio paladar ya es distinto. Sabores de la infancia que te dejan marcado para siempre.
-¿Llegando a casa a ver las caricaturas?
-No, en mi casa predominaba mucho la radio con una serie fenomenal como lo fue “Kalimán, el hombre increíble”, así como La Tremenda Corte, El Risámetro, entre otros muchos programas, eso en la parte de la radio. Recuerdo que pasaba mi papá y me decía_ “¡Te estoy hablando!!”. Y simplemente volteaba a verlo y le respondía ¿ehh?. “¡¡Ay Juan, estas tan metido con Kalimán que ni me haces caso me haces!!”.
-¿Cómo das el brinco a la secundaria?
-Terminé la primaria con un promedio de 8.5 de calificación. Estando ya en la secundaria, había un taller de taquimecanografía, exclusivo para señoritas, pero da la casualidad que había un solo varón en ese taller, y por lo tanto, me inscribí en el taller de dibujo técnico y quien me iba a decir que con el paso del tiempo, si hubiera tomado ese taller de taquimecanografía, escribiría con una velocidad y limpieza mis artículos, reportajes y entrevistas, pero no lo tomé porque el sexismo nos marcaba que eso era muy propio de las niñas, al igual que cocina, corte y confección.
-¿Un auténtico machismo social?
-Pues así era la vida.
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-¿Y cuál fue tu materia “coco”?
-Uff, me pones a sufrir. Creo que no la hubo, como tampoco hubo materias sobresalientes sino de disfrute, tales como Historia de México en donde me quedaba con la boca abierta con relatos amenos, porque déjame decirte que para mí no era una simple asignatura académica sino relatos que me llevaban de la mano por la Historia de México, así como la materia de Español con un profesor que le tenía veneración a las letras españolas… ¡¡qué bruto!!, la manera en que nos hablaba de los autores y de sus obras. Así es que no tuve materia alguna que me lastimara.
-¿No obstante que eras malísimo para las matemáticas?
-Sí aceptaba que no sabía, pues no me quedaba de otra que prepararme bien.
-¿Cuál era la niña que te movió el tapete?
- Ahí sí que era sumamente tímido y sin causa justificada. Quizás, había alguna cosa que me llamara la atención pero rápidamente lo olvidaba. La subdirectora nos formaba a todos en el patio central y regañaba a las niñas porque en los sanitarios ponían mil y cosas y que eran tan mañosas que se subían demasiado las faldas.
-¿Pero cuál fue la niña que te atrapó?
-Veía a muchas y me parecían agradables pero no traducía nada a la malicia, quizás, vivía en una burbuja y como iba en el turno matutino, aprendí algo con respecto a la cuestión de género, inclusive, había un maestro que estacionaba un precioso coche deportivo exactamente frente a la puerta de la escuela y en la parte de atrás, traía un soberano tiradero y la curiosidad de mis amigos llegaron a descubrir pantaletas y brasieres.
-¿Trofeos de aventuras ocultas?
-Ja,ja,ja. Yo no le ponía ningún interés, no obstante que mis amigos hacían toda una alharaca.
-¿Cuántas veces te fuiste de pinta?
-No, la verdad es que nunca lo hice.
- ¿Demasiado bien portado?
-Más bien sumamente interesado en lo que tenía que hacer.
-¿Qué música escuchabas?
-Quizás y por influencia familiar, era un chavo de boleros, de tríos. Fíjate que papás de mis amigos habían organizado a sus hijos y amigos para que ensayaran guitarra y uno que sonaba las maracas. De esa manera pasamos muchas y fantásticas veladas. Eran las dos de la mañana y la tertulia no tenía para cuando acabar.
-¿Cómo han pasado los años…?
-No, aún están presentes.
-¿Por fin ya visualizabas a qué te querías dedicar de grande?
-Acariciaba Diseño Industrial y me interesaba mucho… ¿pero qué crees?, resulta que casi toda la carrera llevaba matemáticas.. Uff, y aunque me dolió, acepté que no era para mí.
-¿En prepa pudiste aclarar más el panorama?
-Creo que ahí ya había echado arrancar la parte de los sueños y aspiraciones.
-¿Cuál fue ése primer sueño profesional?
-Hice mi solicitud para ingresar a la prepa y me mandaron a la Facultad de Química para hacer el examen pero no me llegaba la respuesta de aceptación por correo. Si era sobre chico, significaba que ya estabas adentro pero si era grande no habías logrado ingresar.
-¿Te desesperaste mucho?
-Estaba parado en la puerta de mi casa esperando a que pasara el cartero, pasaba y se seguía, pasaba y se seguía,así durante varios días, pero un día, llega con un sobre pequeño color blanco y en donde me decían que estaba aceptado y entré al CCH Azcapotzalco como parte de la primera generación. De nueva cuenta tenía la suerte de tener una escuela nuevecita.
-¿Cómo fue tu etapa de bachiller?
-Seguí siendo la persona interesada en la búsqueda de lo que quería y empecé ir a la biblioteca en la consulta de las materias que me llamaban la atención. Un día sin darme cuenta me percaté que eran pasadas de las seis de la tarde y ahí seguía.
-¿Te convertiste en un ratón de biblioteca?
-Pues no ratón, sino que quería devorarme todos los libros que pudiera…
-¿Cuál de todos esos libros fue el que te atrapó?
-Un libro pequeño pero grueso editado por Alfaguara.. “El Artista y el Estilo” de José Martínez Ruiz y el tema es sobre un muchacho que quiere ser periodista y le dan una serie de lecciones, lo leí y regresaba, lo volvía a releer una y otra vez, hasta que un día en la tarde, estábamos varios compañeros sentados en el pasto del CCH y nos cuestionamos: ¿tú qué quieres seguir estudiando?, uno decía que ingeniero, otro que abogado y cuando me preguntan, les digo que periodista y se atacan de risa y me dicen… ¿acaso estás loco?
-¿Seguro de tí mismo?
-Estaba totalmente seguro hasta el infinito y más allá.. Así fue…
-¿Cuál fue la primera oportunidad que tuviste para escribir en un medio de comunicación?
-Estando en la Facultad de Ciencias Políticas, en Periodismo y Comunicación Colectiva. Cuando tienes una encomienda, un propósito y dentro del río ocurren muchas cosas pero estás ahí, pero además, sabes que tienes que cruzar el río.
-¡Qué honor de estar en la UNAM!
-Nunca tuve la idea de estudiar en Ciudad Universitaria. Tuve la idea de ser reportero de un periódico grande.
-¿Te impactó estar en CU?
-Quizás, los murales de la biblioteca, la Torre de Rectoría, la explanada o el Parque de las Islas o la Facultad misma a la que le llamaban como “La Casa de las Muñecas”, pero más que nada, un aferrado lector de la Biblioteca de CU, pero con el tiempo fui comprendiendo, me benefició y fui aprendiendo a conocer o que significaba. ¡¡Era un privilegio!!
-¿Quién te brinda la primera puerta para publicar tu primer trabajo periodístico?
-Un gran profesor Leopoldo Borraz Sánchez, maestro de entrevista y nota informativa, lo que considero que es fundamental, los géneros periodísticos. Con él, hice mi servicio social porque era el encargado del área de Difusión de la Facultad de Ciencias Políticas y del Boletín Informativo Semanal. Este maestro había sido reportero de Notimex cubriendo la Secretaría de Gobernación. Un día llega y me dice: “Oye, hay una oportunidad de trabajar en El Sol de México. ¿Te interesa?", le respondo de inmediato que sí y añade: “Pero es de tiempo completo”. Y le vuelvo a decir que sí. “Juan, pero es de lunes a lunes”. Nuevamente le digo que sí. “Piénsalo”. No, no tengo nada que pensar, desde ahorita le digo otra vez que sí y así sucedió.
-¿Cómo llegas a El Sol de México?
-Mi maestro, había cubierto Gobernación cuando el Secretario era Mario Moya Palencia y uno de los grandes colaboradores de Moya Palencia fue Enrique Mendoza Morales, quien a su vez, había sido el Director de Prensa de Gobernación y a la Cadena del Sol de México llega Mario Moya Palencia invitado por Mario Vázquez Raña como Director General y se lleva de Subdirector a Enrique Mendoza, entonces y a través de ese contacto académico/profesional, llegué y conozco a Enrique Mendoza, me indica que este trabajo de reportero era de lunes a lunes y le digo que sí. Así fue que el 23 de abril de 1977 comencé esta apasionante carrera de reportero.
-¿Qué posición te dio a desarrollar?
Dándole un sorbo al agua de limón con chía, sus ojos tienen un brillo especial, con un animado tono de voz me dice: “Era el enlace entre la dirección general con la redacción y con lo que fuera necesario. Ahí fue donde conocí el mundo de la redacción, algo simple y sencillamente impresionante, ¡im-pre-sio-nan-te!.
-¿Te sentías como pez en el agua por lo que habías soñado con el libro “El Artista y el Estilo”?
-Convivir con los reporteros es algo único y mágico. Había un fotógrafo de espectáculos Adonay Somoza que me decía.. “Oye Juan, va haber una fiesta y te invito”. Eran una soberanas pachangotas. Conocí a todo el mundo del espectáculo que se convirtieron en grandes personajes de la farándula.
-¿Cuál fue tu primer reportaje?
-Concluye el trabajo de Enrique Mendoza y los directivos de la Cadena de El sol de México me decían que me integrara con ellos y permanecí como 3 o 4 meses sin actividad alguna. Enrique Mendoza es un hombre muy culto y cliente de un prestigiado librero que le suministraba libros de actualidad, así es que aproveché para ponerme a leer lo más que podía, pero el gusto por leer el periódico me chutaba desde sociales hasta el aviso de ocasión. Ahí fue donde empecé a tener mi verdadera incursión en el periodismo.
-¿Te volviste un tanto crítico?
-A mi papá le gusta leer el periódico hasta cuando íbamos en el camión rumbo a la casa, así es que nos repartíamos las secciones, el papá se quedaba con la información general y al hijo le tocaba la sección de deportes, es por eso que jamás podré quitar de mi memoria al periódico Ovaciones.
-Pero no me has dicho cuál fue tu primer nota…
-Un día, una compañera de la Facultad, Nora Santacruz, nos pusimos de acuerdo y nos citamos en la cafetería que estaba en la planta baja del legendario y desaparecido hotel Regis, me pide que la acompañara al periódico Avance donde era correctora de estilo y que dirigía Fernando Alcalá que estaba ubicado en la calle de Artículo 123, llega ella y el burro que la acompañaba, me presenta al Jefe de Redacción y le dice que yo quería trabajar ahí.
-¿Pusiste la cara de “what”?
- Más que eso, me empinó y me dice que no me vaya que espere tantito a que llegara el Jefe de Información. Total que cuando llega el Jefe de Información me da mi primer orden de trabajo. Al día siguiente, llegaba a México, Valery Giscard D’estaing, Presidente de Francia. Me pide que me vaya al aeropuerto, me dice que pregunte por Andrea Becerril, que haga las entrevistas que pueda con los que llegan.
-¿Y tu acreditación?
-En aquellas épocas, casi todo el gabinete presidencial iba a ese tipo de recepciones y llegué a vivir mi primer “chacaleo”.
-¿No te apanicaste?
-No, al contario. Vi todo muy natural con esa interacción y manera grupal de llevar a cabo un trabajo individual con entrevistas a funcionarios y políticos.
-Pero era tu verdadero estreno y estabas ya en medio del ruedo…
-Pues sí, no me fue extraño aunque de cierta manera, para mí, era algo nuevo. Tomé mis notas y todo…
-¿…Y luego..?
-Pues la víspera para mí fue de mucha tensión, había dormido muy poco, me sentí muy cansado y me recosté en una banca de cemento de la Alameda Central a un lado de un gigantesco árbol.
-¿No te asaltaron?
-No, pero tampoco se cayó ninguna manzana sobre mí. Creo que me quedé dormido como 20 minutos, descansé como no tienes idea y desperté con tanta energía que ahí mismo empecé a escribir mi crónica de lo sucedido en el aeropuerto con la llegada a México del entonces presidente de Francia.
-¿Cuándo llegas al periódico ibas más que inspirado?
-Llegué a transcribir mis notas que había manuscrito, entregué y vieron que estaba bien, un 4 de abril de 1981.
-¿Cuánto te pagaban?
-El salario mínimo
-¿Es verdad que los reporteros son como los chicles: todo mundo los masca, nadie los traga y donde quiera se pegan?
-Ja,ja,ja,…¿De dónde sacaste eso? No, no lo sé ni había tenido conciencia de algo por el estilo. Mira Edmundo, los reporteros son verdaderos profesionales que sirven a la sociedad y reflejan fielmente lo que sucede, y todavía, hacen mucho por poner a la luz otras cosas que su entendimiento les reporta, que ahí hay algo y que deben buscar a fondo.
-¿Una religiosa y fiel labor menospreciada?
-Es una absoluta entrega a la sociedad que a veces incomoda, como puede incomodar un interlocutor oponente y no un interlocutor armonioso, pero he aquí la gran ventaja que me dio la universidad: Una multicidad de opiniones y puntos de vista.
-¿Y qué es para Juan Arvizu, el dueño de una enorme trayectoria periodística?
-Para mí, escuchar diez expresiones distintas son respetables y lo que necesito es contar con el compendio completo para que los que no estuvieron presentes se enteren.
-¿Qué emoción experimentaste al día siguiente al ver publicado tu trabajo?
-Una especie de vacío, creo que eso mismo ha de sentir alguien cuando lo avientan desde lo alto de la Torre Latinoamericana sin paracaídas ni nada. Cuando ves publicado tu trabajo, te sorprendes e inmediatamente afirmas que "Juan Gutenberg" fue un auténtico genio.
Continuará...