Para las familias de los cuatro estadounidenses secuestrados en México, ayer fue un día agridulce. Mientras dos celebraban que sus seres queridos están con vida y ya en el país vecino, otras dos iniciaban el duro calvario de la espera de cuerpos, aún en suelo mexicano mientras se realizan las pesquisas.

“Zindell no quería ir”, contó a ABC News la estadounidense Zalandria, hermana de Zindell Brown, uno de los dos asesinados por hombres armados: “No deberíamos ir, no deberíamos ir”, repetía.

Pero él y Latavia Tay McGee eran los mejores amigos y él no iba a dejarla sola en el viaje que decidió emprender desde Carolina del Sur a Matamoros para realizarse una cirugía estética en el abdomen.

Los cuatro crecieron juntos y siempre andaban acompañados: Latavia, Zindell, Shaeed Woodard —primo de Latavia— y Eric James Williams.

Sólo Latavia y Eric regresaron a casa con vida. Él, herido en la pierna, ella sana y salva, pero traumatizada y con el dolor de haber perdido a su primo y a su gran amigo.

Cuando se enteró de que su hermano estaba de viaje, Zalandria se preocupó. Hizo una videollamada: “Ten cuidado. Si se encuentran con algún control en la carretera, de un cártel o algo así, no peleen”, aconsejó.

Luego, todo fue silencio. Hasta que hoy se confirmó que Zindell, de 28 años y quien vivía en Myrtle Beach, no logró sobrevivir. Aun antes de saberlo, Zalandria dijo estar viviendo una pesadilla: “Es como un mal sueño del que desearías poder despertar. Ver a un miembro de tu familia metido en la parte trasera de un camión y arrastrado, es de no creerse”, dijo, aludiendo al video que muestra cómo los sicarios obligan a Latavia a subir a un vehículo y luego arrojan a los otros tres estadounidenses como si fueran bultos.

Según el recuento de CNN, los amigos no lograban encontrar el lugar donde Latavia se sometería a cirugía y la mala señal les complicó comunicarse a la oficina del médico. Hasta que llegaron al sitio equivocado, en el momento equivocado, y fueron atacados por error.

El dolor de la familia Brown contrastaba con la alegría de la familia de Latavia: “Tuve que sostener mi corazón” cuando el FBI llegó a casa, dijo Barbara Burgess, madre de la estadounidense. Su alma regresó al cuerpo cuando le informaron que Latavia estaba viva.

Cubierta de tierra, sin zapatos, traumatizada. Tal es la imagen que circuló de Latavia al ser rescatada. Horas después, la estadounidense, madre de cinco hijos, llamó a su madre desde el hospital de Texas al que fue tras- ladada junto a Williams.

Burgess no vivía desde que dejó de tener noticias de su hija, el viernes, 15 minutos antes de su cita con el médico que le haría la cirugía. Le llamó, pero el teléfono la mandaba a buzón. Nunca estuvo de acuerdo con que su hija viajara a México, aunque no era la primera vez. Pero Latavia estaba decidida e intentó calmarla con un: “Mamá, estaré bien”.

Tampoco Christina, madre de Zindell, quería que su hijo hiciera el viaje: “Yo nunca le habría permitido subir a ese vehículo”, lamentó la mujer, que hoy le llora.

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