Nación

“A Ernesto ni siquiera le hicieron la prueba”; su acta de defunción dice “insuficiencia respiratoria”

Fabiola, su esposa, cuenta que médicos ignoraron test porque “llevaba los síntomas”

Fabiola (der.) y sus dos hijos; la muerte de Ernesto los golpeó. Foto: Germán Espinosa. EL UNIVERSAL
28/03/2021 |03:01
Redacción
Pendiente este autorVer perfil
Logo plus
Estás por leer un contenido premium de
EL UNIVERSAL Plus
Para continuar leyendo
Nación

“A Ernesto ni siquiera le hicieron la prueba”; su acta de defunción dice “insuficiencia respiratoria”

Fabiola, su esposa, cuenta que médicos ignoraron test porque “llevaba los síntomas”

Fabiola (der.) y sus dos hijos; la muerte de Ernesto los golpeó. Foto: Germán Espinosa. EL UNIVERSAL
28/03/2021 |03:01
Redacción
Pendiente este autorVer perfil

A finales de abril de 2020, Ernesto Reyes Pacheco quedó tumbado en su cama con calentura y gripe. Los síntomas no eran graves, así que el hombre de 37 años confiaba en que pronto se recuperaría para trabajar y pasar tiempo de calidad con su esposa e hijos.

Era el cuarto mes del año y en las noticias ya se reportaban más de 30 mil contagios por y 3 mil decesos por esta enfermedad, pero la familia de Ernesto no lo tenía en cuenta y pensaba que los síntomas del jefe de la familia pasarían pronto.

Un día después de la gripe, comenzó el dolor de cuerpo y Ernesto buscó al médico particular de la empresa donde laboraba, quien le hizo unos estudios de tórax y al ver que todo estaba en orden, lo regresó a su casa a guardar reposo.

También lee: 

Newsletter
Recibe en tu correo las noticias más destacadas para viajar, trabajar y vivir en EU

Los síntomas persistían y un segundo doctor privado le envió medicina para la gripe, sin que surtiera efecto mientras la enfermedad avanzaba lenta y peligrosamente.

Seis días después de la primera fiebre, llegó la desesperación: a Ernesto le costaba trabajo respirar y hablar, por lo que le pidió a su esposa que lo llevara a la clínica 31 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en Iztapalapa, Ciudad de México.

Esa fue la última vez que Fabiola Marroquín vio a Ernesto, su pareja desde hace más de 20 años, quien a su parecer iba tranquilo y no estaba tan grave, pero los trabajadores de la salud le devolvieron la ropa del paciente y le advirtieron que no iba a poder salir porque se había contagiado de coronavirus.

—¿Ya le hicieron la prueba? —preguntó Fabiola a uno de los médicos.

—No, todavía no se la hacemos, pero él tiene todos los síntomas y ya viene muy mal de Covid-19 — le respondió.

Un par de horas después, los trabajadores de la clínica 31 le informaron a Fabiola que su pareja sería trasladado a la clínica 32 del IMSS, un hospital equipado con todos los aparatos necesarios para brindarle oxígeno medicinal a Ernesto.

También lee: 

Estuvo intubado una semana en la clínica 32 con un diagnóstico “grave, pero estable”, según los reportes que recibía Fabiola, hasta que sus pulmones colapsaron el 6 de mayo.

De nueva cuenta Fabiola insistió en que le dieran una explicación de la muerte de su esposo, quien padecía obesidad y era fumador. Ella exigía, sobre todo, la prueba positiva por Covid para encontrar sentido a lo ocurrido y saber qué decirle a sus dos hijos: Jonathan, de 12 años, y Fátima, de 17, pero nunca le entregaron el diagnóstico.

“En el acta de defunción le pusieron insuficiencia respiratoria, porque por eso entró, decía ‘probable Covid-19’, porque ni siquiera ellos le hicieron la prueba, nada más me dijeron que llevaba todos los síntomas y le pusieron ‘probable Covid-19, neumonía atípica’”, comparte Fabiola en entrevista.

De esa manera, Ernesto quedó en un limbo creado por autoridades estatales y federales. Al ser un caso sospechoso de coronavirus, su fallecimiento no fue contabilizado ni anunciado en alguna conferencia de prensa o informe oficial.

Su familia, por su parte, ha tenido un cambio de vida estrepitoso. Para salir adelante en lo económico, Fabiola puso un puesto de venta de ropa y trastes afuera de su casa, mientras sus hijos siguen sufriendo la pérdida de su padre.

También lee: 

“Nos ha ido muy mal, ahora yo soy quien lleva los gastos del teléfono, la luz y de todo. Nos ha afectado bastante porque estábamos acostumbrados a que cada ocho días nos íbamos a pasear y ahora tenemos que administrarnos hasta para comprar unas papas.

“En el caso de mi hija grande, ella estaba muy acostumbrada a su papá, era muy apegada a él, desde chiquita ha tenido ansiedad y ahora se le juntó la ansiedad con la depresión, le fue muy mal”, confesó triste.

Te recomendamos