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Después de cinco meses, los maestros regresaron a la escuela, pero no para recibir a sus alumnos, sino para entregarles sus libros de texto mediante estrategias diferenciadas a lo largo del país, con el fin de asegurarse que todos sus niños, como cariñosamente los llaman, puedan seguir recibiendo clases aunque sea a la distancia.
En un recorrido por un plantel de la alcaldía de Iztapalapa, en la Ciudad de México, EL UNIVERSAL pudo constatar el esfuerzo que realizó la comunidad escolar para garantizar que todos los estudiantes tengan acceso a sus materiales educativos.
Coordinados a través de mensajes de WhatsApp y correos electrónicos, los profesores avisaron a los padres de familia que debían presentarse el pasado jueves a la escuela para recoger los paquetes de libros. Se acordó que la entrega se organizaría entre las 15:00 y las 17:00 horas.
A los padres de familia se les pidió acudir sin compañía para evitar aglomeraciones, portar cubrebocas de manera obligatoria y permanecer el menor tiempo posible en las instalaciones.
“Yo soy el responsable de entregar los libros, pero mis profesores, por su iniciativa, decidieron acompañarme.
“Logramos esto con dos semanas de anticipación, [pues] ya teníamos todo listo para ver cómo llevar estas actividades dentro del plantel”, dijo el maestro Antonio, director de la escuela.
Al llegar al lugar, a los padres se les organizó en filas, una por grado escolar, y sólo se permitió el ingreso a seis personas a la vez.
Antes de pasar, una profesora protegida con guantes, careta y cubrebocas les tomó la temperatura y les pidió limpiarse los zapatos en un trapo empapado con cloro.
Dentro, los salones se convirtieron en centros de entrega, antes llenos de niños, hoy, vacíos.
Con la mesas y bancas apiladas o amontonadas en las esquinas, los libros de texto del ciclo anterior se encontraban apilados en sus estantes, juntando polvo y sin nadie que aprenda de ellos, en algunos pizarrones todavía se lee la fecha: “Hoy es miércoles 18 de marzo”, y los últimos ejercicios que los docentes encargaron a sus alumnos.
“Escribe cinco palabras con las letras que se te piden: y, s, t, r, k, i, c, z”, se lee escrito con plumón negro en un pintarrón.
Pero de ese ejercicio han pasado cinco meses. La pintura verde de las paredes permanece intacta, corre agua en los baños y la pequeña hortaliza del plantel ha sobrevivido a las lluvias, pero en esta pequeña escuela pública de Iztapalapa nada es igual.
Sin los niños que antes la llenaban de sus risas, juegos y gritos, ha perdido su alma.
“Llegué a mi salón vacío y me generó una poca de nostalgia, porque el alma y el corazón de la escuela son los niños.
“Ellos son los que nos hacen sacar fuerzas para nosotros echarle muchas ganas a nuestro trabajo y compartir experiencias y lo que viven en casa”, mencionó el profesor Refugio, con más de 22 años de experiencia.
Los docentes se prepararon para recibir a los padres de familia: se protegieron con caretas, guantes y cubrebocas; sacaron sus escritorios y cada uno de ellos colocó una botella de gel antibacterial para que los papás se pusieran en sus manos, mientras que con spray sanitizante rociaron cada paquete escolar antes de entregárselos.
En los breves momentos que duró cada intercambio, los padres de familia expresaron algunas de sus preocupaciones.
“Maestro, ayer no le pude enviar la tarea de los dos [niños]. Terminamos hasta las 12:30 de la noche”, le decía una mujer al profesor Christian, quien enseña en cuarto grado.
“No se preocupe, mándemela hoy”, contestó el docente.
Sólo en la Ciudad de México, 98% de los docentes encuestados por la Sección 9 de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) pidió que el oronavirus sea considerado como un riesgo de trabajo.
De más de 2 mil profesores consultados, 32% vive con diabetes; 27%, con obesidad, y 20% fue diagnosticado con hipertensión arterial, todos ellos factores de riesgo y complicación al momento de enfrentar la enfermedad de coronavirus que en México hasta el momento ha cobrado la vida de más de 64 mil personas.
“Ha sido difícil por la incertidumbre. Esta situación me genera estrés. Cuando empezó, mi mayor miedo era que mi familia o yo perdiéramos la vida.
“Como profesores, lo que debemos salvaguardar más es la vida de los pequeños y la nuestra. Es muy difícil trabajar a distancia y no es lo mismo, muchos papás no tienen los medios ni las condiciones para que los niños aprendan”, explicó la maestra Rosa María, de 63 años de edad y con más de 40 de experiencia.
“Me preocupa la salud de ellos [los estudiantes], porque en la parte de los conocimientos nunca es tarde para aprender, pasa a segundo término. Lo que más me preocupa es que ni ellos ni yo nos enfermemos”, comentó.
Las comunidades escolares tendrán que enfrentar este temor solas, puesto que el Covid-19 no ha sido considerado como un riesgo de trabajo para los trabajadores de la educación.
Además, serán los maestros, directivos y padres de familia los que tendrán que asumir los costos de protegerse y adoptar las medidas de seguridad sanitaria que exigió la Secretaría de Educación Pública (SEP) para el regreso presencial a actividades: agua y jabón, gel antibacterial y sanitización constante de los espacios comunes.
Este plantel en particular recibió en 2019 un cheque por 5 mil pesos para sufragar sus actividades del pasado ciclo escolar: servicios, materiales, limpieza y ahora, insumos para la protección personal.
“No nos llegan recursos ni programas. Con nuestras carencias, tenemos una cooperativa escolar que se va a un fondo y de ahí obtenemos los recursos económicos para todas estas situaciones. El gel antibacterial, el jabón y el pago del agua se saca de las donaciones de padres de familia, de la cooperativa escolar y a veces hasta de los bolsillos de los propios maestros.
“Hemos funcionado así durante años porque ya no se cobra cuota escolar. Cuando regresemos a clases y con las medidas que están poniendo, la situación se va a agravar”, dicen.
A pesar de la distancia, los maestros y directivos del plantel se preocupan por que los niños continúen estudiando: han abierto grupos de WhatsApp con los padres de familia para enviar y recibir actividades y tareas.
Además, a partir de septiembre comenzarán a darles clase a través de plataformas de videoconferencia, pues han recibido quejas de los padres de familia sobre que los contenidos del programa Aprende en Casa II no les están funcionando a sus hijos: pasan demasiado rápido y están mal organizados y no hay quién les resuelva las dudas.
Para los profesores las jornadas laborales se han extendido, aunque trabajen desde casa.
Sólo en la preparación de materiales y revisión de tareas pueden llegar a terminar hasta pasada la medianoche.
“Ahorita vi la última fecha de mi pizarrón, 18 de marzo, y sí es terrible: como cuando alguien te abandona, así se quedó.
“La convivencia con los niños es otra cosa, no es lo mismo por WhatsApp que escucharlos o verlos. Los niños pequeños son los más cariñosos, no tienen ningún prejuicio. Extraño a mis alumnos”, expresó la profesora Rosa María.