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El capo del Cártel de Sinaloa, Ismael Zambada García, El Mayo, reveló que fue secuestrado y llevado a la fuerza a Estados Unidos por Joaquín Guzmán López, quien el pasado 25 de julio le tendió una emboscada en la capital sinaloense.
Mediante una carta difundida por su abogado, el capo afirmó que el hijo de El Chapo le pidió que asistiera a una reunión para resolver un diferendo entre el gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya, y el diputado federal electo, Héctor Melesio Cuén, quien fue asesinado el 25 de julio, mismo día de la supuesta reunión.
El líder del Cártel de Sinaloa y compadre de Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, dejó en claro que no pactó su entrega a las agencias estadounidenses y no fue voluntariamente al vecino país del norte.
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“Deseo decir desde el principio que no me entregué y que no vine voluntariamente a Estados Unidos. Tampoco tenía ningún acuerdo con ninguno de los dos gobiernos. Al contrario, fui secuestrado y traído a Estados Unidos por la fuerza y contra mi voluntad”, anotó.
A través de la carta difundida por su abogado Frank González, Zambada García, quien continúa preso en El Paso, Texas, reveló los detalles de su secuestro y traslado al vecino país del norte.
“Joaquín Guzmán López me pidió que asistiera a una reunión para ayudar a resolver las diferencias entre los líderes políticos de nuestro estado. Yo estaba enterado de una disputa en curso entre Rubén Rocha Moya, gobernador de Sinaloa, y Héctor Melesio Cuén, exdiputado federal, alcalde de Culiacán y rector de la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS), sobre quién debería dirigir esa institución. Me dijeron que además de Héctor Cuén y el gobernador Rocha Moya, estaría presente Iván Guzmán Salazar”.
El 25 de julio, prosiguió, acudí al rancho y centro de eventos Huertos del Pedregal, en las afueras de Culiacán, donde se realizaría la reunión, que “estaba programada para las 11:00 a.m. y llegué un poco antes. Vi a un gran número de hombres armados con uniformes militares verdes que supuse que eran pistoleros de Joaquín Guzmán y sus hermanos. Me acompañaban cuatro miembros del personal de seguridad, de los cuales dos se quedaron fuera del perímetro.
“Los dos que entraron conmigo eran José Rosario Heras López, comandante de la Policía Judicial del estado de Sinaloa, y Rodolfo Chaidez, miembro de mi equipo de seguridad desde hacía mucho tiempo”.
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Mientras caminaba hacia la zona de reuniones, narró Zambada, vi a Héctor Cuén y a uno de sus ayudantes. Los saludé antes de entrar a una sala que tenía una mesa llena de fruta. Vi a Joaquín Guzmán López, a quien conozco desde que era un niño, y me hizo un gesto para que le siguiera. Confiando en la naturaleza de la reunión y en las personas implicadas, le seguí sin vacilar. Me condujeron a otra habitación oscura.
“En cuanto puse un pie dentro, me tendieron una emboscada. Un grupo de hombres me asaltó, me tiró al suelo y me colocó una capucha de color oscuro en la cabeza. Me ataron y esposaron, y luego me obligaron a meterme en la caja de una camioneta. (...) Después me llevaron a una pista de aterrizaje a unos 20 o 25 minutos de distancia, donde me obligaron a subir a un avión privado.
“Joaquín me quitó la capucha de la cabeza y me ató con bridas al asiento. En el avión no había nadie más que Joaquín, el piloto y yo. El vuelo duró entre dos y media y tres horas sin escalas, hasta que llegamos a El Paso, Texas. Fue allí, en la pista, donde los agentes federales estadounidenses me detuvieron. La idea de que me entregué o cooperé voluntariamente es completa e inequívocamente falsa. Me trajeron a este país por la fuerza y bajo coacción, sin mi consentimiento y contra mi voluntad”.
Desmintió la versión oficial de que Cuén fue baleado la noche del 25 de julio en una gasolinería. “Fue asesinado a la misma hora y en el mismo lugar donde yo fui secuestrado. Héctor Cuén era amigo mío desde hacía mucho tiempo y lamento profundamente su muerte, así como la desaparición de José Rosario Heras López y Rodolfo Chaidez”.