Brenda Roa, originaria de Teziutlán, Puebla, recuerda el esfuerzo que hizo para salvar la vida a su hijo Alexander, a quien le diagnosticaron cáncer en el cerebro.

Tomó la decisión de viajar a la Ciudad de México, atenderlo en un hospital privado y pagar 700 mil pesos por la falta de un especialista y quirófano en el Instituto Nacional de Pediatría.

En noviembre de 2016, Alexander, quien tenía ocho años, empezó con dolores de cabeza; al inicio dijeron los doctores que era una gastritis, pero al llevarlo con un especialista éste explicó que se trataba de un problema neurológico y recomendó dirigirse con otro profesional de la salud, quien confirmó que el niño tenía un tumor en el cerebro e hidrocefalia, y requería atención urgente.

Brenda decidió llevarlo al Instituto Nacional de Pediatría para operarlo, pero ahí le dijeron que no tenían en ese momento especialistas ni quirófano, por lo que debió llevarlo a un hospital privado, donde le realizaron la cirugía y la cuenta ascendió a 700 mil pesos. Dejó una camioneta en prenda, ya que no pudo solventar el gasto completo.

Una parte la pagaron con rifas, por boteo, el DIF de Puebla los apoyó y la escuela donde acudía el niño también se unió a la causa. “Pagamos la mitad, todavía debemos 300 mil pesos. El papá de mi hijo dejó una camioneta como garantía”.

Sin embargo, Alexander requería otro tratamiento porque el tumor que fue detectado era de crecimiento rápido, y continuó con quimioterapias en el hospital Siglo XXI.

Tras dos años y medio tuvo una recaída, ya que le detectaron carcinoma en la médula y a Brenda le dijeron que las posibilidades de vida de su hijo eran de sólo 3%.

Recibió tratamiento y éste afortunadamente funcionó, por lo que en 2021 lo dieron de alta.

La madre de familia señaló que no realizaron todo el protocolo, pues “cuando hay una recaída la otra opción es un trasplante, pero la doctora dijo que no era necesario”.

En mayo de 2023 de nuevo el ahora adolescente empieza con dolores. “Lo llevo a atención médica, pero el resonador no sirve; hicieron una tomografía y los especialistas señalan que no había recaída”. Sin embargo, Brenda pidió agendar una cita con el doctor de cabecera de su hijo, que en ese momento estaba de vacaciones, por lo que tuvo la cita a finales de junio.

El médico diagnosticó que sí había recaída y que ya era un tumor grande, ahora en la parte baja de la espalda. De acuerdo con el especialista, no había tratamiento y sólo darían paliativos para esperar el deceso de Alexander, en cinco o seis meses.

“Mi hijo venía caminando, hablaba en la cita médica y me dicen que no hay nada que hacer. No puede ser que dejaran avanzar la enfermedad por negligencia médica”.

La mujer insistió con los doctores, por lo que iniciaron el tratamiento con quimioterapia. Brenda denunció malos tratos por parte del personal de salud, falta de empatía y que se dirigieron de una forma burlona al solicitar atención médica para su hijo por parte de los trabajadores del hospital.

Los traslados de Puebla a la Ciudad de México ascendieron a 5 mil pesos mensuales, además de que utiliza transporte de aplicación por la válvula que tiene Alexander en la cabeza tras el cáncer que sufrió en la primera ocasión.

Por los distintos tratamientos y recaídas, no pudo culminar la primaria al pasar demasiado tiempo en atención médica, pero tiene afición por pintar. Actualmente, el adolescente recibe quimioterapia, ante la exigencia de su madre.

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