Hace unos días concluyó la tercera encuesta de militantes y simpatizantes de Morena para renovar la presidencia nacional de ese partido.

Las encuestas fueron necesarias ya que los grupos morenistas nunca pudieron ponerse de acuerdo en el método de elección. En el ejercicio salió triunfador Mario Delgado, excoordinador de la bancada de Morena en la Cámara de Diputados, con supuestamente 58.6% de las preferencias contra 41.4% que obtuvo Porfirio Muñoz Ledo, el veterano político que en el pasado fue presidente del PRI y PRD. El “intervalo de confianza” de la encuesta es un inverosímil 2.3%. Ahí está el meollo del asunto.

Examinando el reporte producido por las encuestadoras Parametría, Covarrubias y Asociados y Demotecnia 2.0, viene a la mente el título del libro Cómo mentir con Estadística.

Es un caso de alquimia electoral tan ruborizante que no extrañaría que los tribunales echen para atrás todo el ejercicio para así volver al punto de partida.

Recordemos que la encuesta se hizo necesaria porque el padrón de militantes de Morena nunca estuvo claro. Cuando se reclutó a simpatizantes para formar el movimiento-partido no se tuvo nunca cuidado de almacenar los datos y mantenerlos actualizados. Alguna vez se eligió a un presidente de Morena y a Yeidckol Polevnvsky como secretaria general, pero a partir de ahí el partido funcionó bajo la benévola guía del benefactor en Palacio Nacional.

Se realizaban asambleas en las diferentes regiones, pero todas las decisiones importantes eran tomadas por él (por eso el padrón era totalmente superfluo).

Se llegaron a rifar las candidaturas a puestos de elección popular para evitar que en Morena surgieran “ambiciosos”. Parece un principio muy saludable que curiosamente no se aplicó para escoger también al candidato a la Presidencia de la República.

Encuestas INE sobre Morena carecen de rigor: matemático Raúl Rojas
Encuestas INE sobre Morena carecen de rigor: matemático Raúl Rojas

Polevnsky Gurwitz, por su parte, nunca apresuró la confección ni se ocupó de depurar el padrón de militantes, mismo que fue impugnado antes los tribunales por aquellos que descubrieron que ni estaban todos los que son ni son todos los que están, lo que en un partido que se autocalifica de baluarte de la democracia hubiera sido elemental.

Es decir, convocar a un congreso-consejo-asamblea para llegar a acuerdos se convirtió en un tortuoso proceso de demandas y contrademandas que culminó finalmente con la realización del VI Congreso Nacional Extraordinario, que acordó nombrar a Alfonso Ramírez Cuéllar como “dirigente nacional interino”.

Pocas semanas después, Ramírez Cuéllar demandó a Po-levnsky Gurwitz por un fraude de 395 millones de pesos, proceso que aún sigue su curso.

Al final, el tribunal le ordenó a Morena, a falta de un padrón, la realización de una encuesta para renovar la dirigencia del partido. Así llegamos a la primera, segunda y tercera encuestas.

La alquimia electoral de la tercera encuesta comienza ahí: donde no se reportan en la prensa los datos de manera transparente y fácil de entender.

En realidad hubo tres candidatos: Delgado, Muñoz Ledo y la abstención. Resulta que 34.1% de los encuestados no votaron por ninguno de los dos. Poquito más y la abstención gana.

Delgado obtuvo realmente 38.6% de las preferencias y Muñoz Ledo, 27.3%. La diferencia se reduce de 17.2% a sólo 11.6%.

Hay más: los encuestadores le preguntaron a los participantes si sabían que Morena estaba en proceso de elección, pero 56.6% no lo sabía. Aún así siguieron participando en el ejercicio.

Si tenemos casi 60% de encuestados que ni siquiera saben de qué se trata y entre todos hay 34.1% que no escoge a ninguno de los dos candidatos, ¿de dónde sale entonces el intervalo mágico de confianza de 2.3%? La encuesta es deficiente desde su mismo origen. Las empresas entonces deberían muestrear a la militancia de Morena, preferentemente, incluyendo a los simpatizantes. Si en la Ciudad de México, por ejemplo, estuviera 50% de la militancia de Morena y 50% en el resto del país, habría que seleccionar una muestra respetando esa distribución de militantes.

Pero lo que se desprende del reporte de las tres encuestadoras es que se trató de un muestreo aparentemente aleatorio de acuerdo con el número de votantes de ciertas “unidades de muestreo” (distritos) que sólo fueron categorizadas como urbanas, rurales y mixtas.

En un caso extremo se podría estar muestreando muy poco en regiones donde Morena tiene muchos militantes y mucho en regiones donde son más escasos. La encuesta no representa para nada la voluntad colectiva, por así decirlo, de los militantes.

En la segunda encuesta, concluida dos semanas antes de la tercera, Delgado y Muñoz Ledo empataron porcentualmente. Que en dos semanas se haya abierto una brecha de 17.2% entre ambos (en realidad 11.6%) no es factible en tan poco tiempo.

Lo único que muestra es el extraordinario margen de error que tuvieron ambas encuestas, que de ninguna manera puede ser de 2.3% como las empresas encuestadoras quieren hacer creer.

Basta considerar lo siguiente: si casi 60% de los encuestados ni sabía que se estaba eligiendo nueva dirigencia, lo más factible es que se guiaran por el reconocimiento del nombre de la persona. En la primera encuesta, Porfirio Muñoz Ledo obtuvo 41.7% de reconocimiento del nombre y Delgado sólo 27.1%, ¿y unas cuantas semanas después, aunque 60% no sabe de se trata, una mayoría selecciona a Delgado?

Ni con mil espectaculares se puede lograr ese efecto en todo el país. Lo único que los números muestran es que la varianza de estas encuestas es enorme, es decir, el intervalo de confianza es tal que se traslapan las votaciones de Delgado, de Muñoz Ledo y hasta de la abstención.

Estimados encuestadores: es obvio que su tercera encuesta tiene un margen altísimo de error, pues: uno, no respeta ni considera la distribución de militantes de Morena en el país; dos, porque la mayoría de los encuestados no sabe de qué se trata, y tres, porque una tercera parte se abstuvo.

El margen de error de este ejercicio es enorme y no me extrañaría que en una cuarta encuesta se volvieran a invertir los papeles. Eso de que los intervalos de confianza de los porcentajes obtenidos por Delgado y Muñoz Ledo no se traslapan es, simple y sencillamente, una patraña.

Si la encuesta que se reporta hubiera sido realizada por un pasante de la materia de estadística, éste hubiera reprobado.

Y un disclaimer: conozco personalmente a ambos candidatos y no dudo de su buena voluntad. En este caso sería mejor que se sentaran a dialogar para llegar a un acuerdo. Sería mucho más conveniente que confiar en encuestas que no son representativas y conllevan un altísimo margen de error.

La culpa no es del INE, una institución que ha sido muy importante para México, sino de Morena, que no ha podido ordenar su padrón ni definir reglas claras de funcionamiento interno. La que está de plácemes con tanta confusión es Polevnsky Gurwitz.

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