“No duermo. Sueño que ando caminando y en el caminar le grito a mi hermano, lo busco. Mi cuerpo y mi inconsciente, como el de mi mamá, andan buscando a mi Fredi”, dice Lilia Almanza García y suspira. A 13 años de que su hermano Alfredo Román Arroyo García en Xalapa, Veracruz, al mediodía del 18 de julio, le sigue el rastro hasta dormida con la esperanza de volver a sentarse a comer con él en la mesa de su casa con toda su familia.

“Mi mamá llora y llora y llora, y me dice: ‘Hija, ¿crees que encontré tantos cuerpos y ninguno era el de tu hermano?’ y pensamos ¿cuándo uno iba a pensar que tenía que buscar a un familiar en una fosa con otros muertos, a buscar uno mismo, a rogar por las confrontas y las periciales? Pero es un compromiso de amor con un hijo y con un hermano, que aunque el gobierno nos abandone, tenemos que hacer para tener un poquito de tranquilidad”, explicó Lilia a EL UNIVERSAL.

Pero no sólo ella anhela que Fredi, originario de Chiconqueo, la abrace y la cuide cuando está enferma, como solía hacerlo, también su madre Celia García, integrante del colectivo de búsqueda Solecito, a quien le detonó esquizofrenia el trauma de que su hijo fuera levantado por un grupo delictivo junto con un amigo cuando iban a vender una camioneta.

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Hace 13 años Alfredo Román Arroyo García desapareció en Xalapa,
Veracruz, al mediodía del 18 de julio, luego de ir a vender un auto. Foto: Félix Márquez Cortesía
Hace 13 años Alfredo Román Arroyo García desapareció en Xalapa, Veracruz, al mediodía del 18 de julio, luego de ir a vender un auto. Foto: Félix Márquez Cortesía

La última vez que Lilia, Celia y su hermano Alfredo vieron con vida a Alfredo Román fue en un pueblo cerca de Cardel el 18 de julio 2011 y se enteraron de su desaparición el día 20 cuando la pareja de Fredi les llamó para avisar que salió de su ferretería porque tenía que revisar los fondos de un cheque que le dio un cliente por la compra de un vehículo.

Fredi se dio cuenta de que el cheque no tenía fondos y que había sido estafado, pero, según las investigaciones, todavía acudió con los presuntos compradores a recoger los papeles del vehículo y después lo subieron a la fuerza a una camioneta blanca.

“Desde entonces no sabemos nada de él. Mi madre lo ha buscado por todos lados porque es un hijo, es su carne y como toda madre lo quiere proteger. Mi madre fue una de las primeras que empezó a hacer búsquedas en el estado, porque cuando fue a pedir ayuda a la fiscalía no fueron empáticos con ella, le dijeron: ‘¿Para qué llora? Usted no sabe si su hijo es un delincuente’, entonces ella entró al Solecito, donde al principio la bloqueó de ayuda el gobierno, pero de hace unos años para acá le ayudaron a saber muchas cosas sobre Fredi”, contó Lilia.

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Alfredo García era el pilar de la familia, velaba por sus ingresos y por mantener su unión. Al desaparecer, las reuniones se terminaron porque el dolor enmudeció a sus otros dos hermanos y alejó a su madre que, ante la falta de apoyo institucional, emprendió la búsqueda por sus propios medios y alejó a toda su familia de ella por el temor de perderlos también por el crimen organizado y a consecuencia de su labor como madre buscadora.

“Que levanten a una persona que amas, la desaparezcan, te destruye. Los dolores del corazón se van al cuerpo: mi hermano mayor tiene depresión y diabetes; yo tengo una profunda depresión y mi mamá esquizofrenia. El cuerpo siente la falta porque se te viene a la mente como habrán desaparecido o matado a tu hermano, no duermes, chillas y el cuerpo empieza a padecer ese amor que te falta.

“Mi mamá tenía artritis desde antes que desaparecieran a Alfredo. Ella empezó a escarbar predios, a aprender a picar la tierra, a pulsar cuerpos y la enfermedad le avanzó, pero es una mujer tan fuerte que nunca nos dijo nada, hasta 2022, cuando la enfermedad la venció y nos dijo que ya no quería vivir, que le duele y empezó con las alucinaciones donde dice que nos va a pasar lo mismo que a Fredi y lo ve y lo abraza”.

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Hasta hoy Alfredo Román Arroyo García no ha sido encontrado por sus familiares. La señora Celia tiene 61 años y busca a Fredi desde hace más de una década, así hay otras miles de madres padeciendo en su cuerpo y alma las consecuencias de una falta de estrategia de seguridad eficaz, el abandono institucional y desinterés por atender la crisis de desapariciones forzadas.

“Como buscadoras es lo que más sufrimos, que no nos den ayuda. Mi mamá por amor me mantuvo alejada de las búsquedas, porque ella ha sufrido mucho y nunca quiso que yo viera lo que ella ha visto porque es demasiado, es fuerte, te quedas mal emocionalmente, físicamente y te hace morir en vida.

“Hoy me dedico a cuidar de mí, a mi mamá y a mi hermano. Todo lo que ha pasado con Fredi destruyó a la familia. Al desaparecer a alguien nos roban el alma, nos lo quitan otra vez cuando no tenemos apoyo, cuando ves a más familias y madres atravesando lo mismo o cuando te dicen que se encontró otra fosa más grande que la que se había visto. Esperemos que todo esto termine pronto”, deseó Lilia.

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