En la siempre ha existido un pensamiento crítico de los modelos económicos, incluido el neoliberalismo, y prueba de ello es el libro México, la disputa por la nación, dice Rolando Cordera Campos, su autor en 1981, junto a Carlos Tello Macías.

En entrevista con EL UNIVERSAL, Cordera Campos rememora cómo nació esa obra antes del inicio del periodo neoliberal en el país, en la que se advertían las serias implicaciones que traería a la estructura productiva y económica del país la implantación de ese modelo.

“Y en función de eso decidimos que más que hacer proyecciones econométricas (...), lo que había que hacer era una reflexión, política y de economía política, planteándonos y planteándole al país posibles opciones de desarrollo”.

Recuerda que en ese entonces ya se discutía el tema tanto en el mundo como en México, con base en la discusión histórica y de profundidad de la economía política de los linderos entre lo público y lo privado.

“Tratamos de elaborar una proyección, y así encontramos que nuestro país en aquel entonces estaba articulado en torno a dos grandes ejes que llamamos el neoliberal, por un lado, y el nacionalista, por el otro”.

Asegura que en el libro se advertían las implicaciones contrarias que, de aplicarse el famoso proyecto neoliberal, tendría sobre la estructura productiva económica de México.

La obra alertaba que se iba a afectar directamente la estructura productiva que a duras penas se había construido en México desde fines de los años 30, y que “nosotros veíamos como una estructura que se podía ir modificando gradualmente, con base en reformas, para adecuarla, en efecto, a los nuevos cambios del mundo, pero sin alterar de manera drástica los tejidos sociales”.

Rolando Cordera indica que en el libro se advertía que una aplicación drástica de esta estrategia traería consecuencias muy serias y severas en materia distributiva, porque afectaría a los patrones establecidos de reparto de los frutos del progreso económico en favor del capital.

A la distancia, ¿cómo ve los resultados de la aplicación del modelo neoliberal?

—Están a la vista algunos de esos resultados. El país se convirtió en una estructura socioeconómica y de economía política muy abierta al exterior. En unos cuantos años se convirtió en una de las economías más abiertas, donde hay más libertad de comercio, de compra-venta de mercancías en cualquier lado del mundo. Además, esta apertura en el caso nuestro estaba apoyada, promovida e impulsada por la audacia de aquellos gobiernos que empezaron el cambio de propiciar y buscar la firma del Tratado de Libre Comercio para América del Norte, con Estados Unidos y Canadá.

¿Cuáles son los saldos negativos de esta política?

—Lo que no hemos tenido en estos 30 o 40 años es crecimiento sostenido y socialmente satisfactorio. Se aplatanó el crecimiento, se amortiguó, y se ha convertido en una especie de nefasta costumbre de la política económica seguida por gobiernos de diferente signo. Y costumbre en las clases pudientes y dirigentes que aceptan el lento crecimiento, porque les sigue beneficiando, más todavía que antes, la pauta distributiva que se impuso en nuestro país.

Entonces el resultado, socialmente hablando, no es satisfactorio. Tenemos que cambiar y cambiar cuanto antes para que la economía crezca por encima de 4%. Y para que tenga capacidades el Estado de captar cada vez más recursos y por esa vía empezar una pauta de redistribución efectiva hacia abajo, no por la vía de obsequios, de transferencias, que son necesarias, sin duda, pero insuficientes.

¿Considera que otro saldo negativo del neoliberalismo es la desigualdad social?

—Nos hemos mantenido, exacerbado, diría yo, como una de las sociedades más desiguales de América Latina, que es la región más desigual del mundo. No hay nada de que presumir, y lo que gastamos como Estado en protección social es del todo insuficiente, incluso es injustificable desde el punto de vista económico. Ya hasta el Fondo Monetario Internacional [FMI] nos lo está proponiendo, hay que gastar más y hay que gastar más en bienes públicos.

¿La obra que usted y Tello escribieron en 1981 sirvió para abrir el debate en la UNAM sobre neoliberalismo?

—Sí, contribuimos a eso, luego han seguido muchos colegas con diferentes puntos de vista. Eso es lo interesante, que no ha sido nada más seguirnos la pista o confrontarnos, sino por la vía de la discusión y el debate, ir enriqueciendo nuestra visión sobre este asunto, sobre la marcha del país y su configuración político-económica, que es lo que nos importa a todos, más allá de las etiquetas que le pongamos a las estrategias o como usted dice, a los modelos, sí contribuimos. Nos quedamos cortos, pero ahí está el trabajo.

¿Qué opina de las críticas del presidente Andrés Manuel López Obrador a lo que él llama la derechización de la UNAM?

—Para decirlo suavemente, creo que es un juicio no sólo precipitado, sino al final de cuentas arbitrario, y ronda en lo injusto, porque proponer una generalización de este tipo, como la que hace el Presidente, es ignorar lo que es realmente la UNAM, que para serlo, cuida, protege y promueve la diversidad de carreras, de proyectos de investigación y, desde luego, como punto de partida, la diversidad que puede llegar a la confrontación de ideas, hipótesis de trabajo, teorías y demás.

Resumir el estado actual del pensamiento universitario en unas frases como las que usó el Presidente no es correcto. Pienso que es injusto, porque él conoce la Universidad (...) tiene universitarios distinguidos en su equipo de gobierno.

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