Las dos últimas semanas de diciembre, Víctor Delgado López, trabajador de una funeraria en la alcaldía Azcapotzalco, comenzó a percibir un incremento en el número de servicios de cremación de personas fallecidas por coronavirus en la Ciudad de México.
“Ya es bastante [el trabajo] y no sabemos cuántas horas laboramos. Tenemos un horario de entrada, pero no de salida, podemos trabajar las 24 horas, dos o tres días”, asegura.
Mientras hacía fila en la carroza para ingresar su segundo cuerpo del día al crematorio público del Panteón San Isidro, en la colonia Panteón San Isidro, Delgado López afirma que la demanda de incineraciones repuntó poco a poco hasta verse todo rebasado en este momento.
Era su segundo viaje al crematorio de San Isidro. A diario saca entre 15 y 20 cuerpos de hospitales para llevarlos a los crematorios públicos y privados de la capital del país, los cuales, de nueva cuenta, trabajan a marchas forzadas.
“Se prevé que va para más [el servicio]. Todo enero y febrero, yo digo que esto va a parar hasta mayo”, asegura.
“En los hospitales está lleno Patología, todas las áreas de Patología están llenas y los crematorios no alcanzan para cremar a tanta gente que ha fallecido”, lamenta.
Con varios años de experiencia en el sector funerario, Víctor comenta que ante la nueva saturación en los crematorios, los familiares de personas fallecidas de Covid-19 están recurriendo también a la inhumación, aunque en una cantidad menor.
“Los hospitales recomiendan la cremación, pero, al ya estar saturados los crematorios, se está dando la opción de sepultar. Son menos, de 10 servicios hacemos dos”, precisa al encender el vehículo para entrar al crematorio.
Las escenas de mayo pasado, el primer pico de la pandemia en la Ciudad de México, se repiten casi a diario en el crematorio del Panteón San Isidro, donde las carrozas fúnebres con personas fallecidas por coronavirus no dejan de hacer fila durante el día.
En la mañana, al mediodía y en la tarde, según la hora asignada, llegan a formarse para dejar cuerpos y que éstos sean incinerados en uno de los dos hornos que tiene el crematorio público de Azcapotzalco, del que vecinos de esta zona limítrofe con el Estado de México se han quejado por la cantidad de humo que sale de la chimenea.
Un empleado del crematorio y velatorio asegura que al día se creman entre 35 y 40 cuerpos víctimas de coronavirus. “La gente no entiende. Qué le vamos a hacer”, dice resignado.
La mayor afluencia de carrozas fúnebres es de las 12:00 horas a las 15:00 horas. Después de las 18:00 horas, llegan menos cuerpos, entre tres y cuatro, comenta el mismo empleado.
En la entrada principal y con la chimenea del crematorio humeando, un elemento de la policía capitalina vocea a los familiares que esperan afuera del inmueble, para que únicamente una persona pase por las cenizas de su ser querido.
Entre ellos se encontraba un joven de menos de 30 años, quien, al compartir que su abuelo murió el jueves pasado, justo cuando cumplía 81 años, por complicaciones por Covid-19, rompió en llanto: “Si llegas a un hospital, ya no sales”.