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Julio Aliaga Lairana, ministro consejero de la embajada de Bolivia en México, parece ser la única autoridad que queda del país sudamericano en México. Llega solo, con vestimenta sencilla, se baja de un taxi y pide al policía que vigila el edificio que le abra la puerta.
Es él mismo quien debe contestar el teléfono y atender solicitudes de personas que requieren trámites. De pronto baja una secretaria que permanecía en el piso de arriba y ella atiende, mientras él resuelve a los medios de comunicación que lo esperan.
“Estamos aquí y vamos a seguir estando para tratar de encontrar un ágil camino de solución y entendimiento a algo que, de repente, entre uno y otro lado y por interpretaciones, es un malentendido. Un malentendido que nos ha llevado a situaciones muy incómodas”, dice.
A las nueve de la mañana la embajada ya está abierta. Se ve al vigilante hablar con un hombre que pasa a recoger la basura y a la encargada de limpieza fregar los pisos y lavar las ventanas.
En un par de horas más llega un hombre, desciende de una camioneta blanca y toca a la puerta. Pregunta por la solicitud de pasaporte, pero el vigilante le dice que por el momento todos los trámites están suspendidos, por las fiestas decembrinas y porque no hay embajador.
“Ese es un gobierno de facto, es un gobierno que no tiene experiencia, es oportunista, no tiene educación, no tiene a la gente preparada para representar a un gran país como lo es Bolivia. Mi país es un ejemplo para toda Latinoamérica”, dice ese mismo hombre para EL UNIVERSAL.
Cerca del mediodía arriba una unidad de la policía para embajadas de la Ciudad de México, toman los nombres de quienes esperan algún movimiento y platican un poco. “No creo que saquen a nadie de la embajada, aquí somos amigos, aquí solo abrazos y no balazos”, dice entre risas uno de los oficiales.
De pie, frente a la bandera de Bolivia, la de México y la Wiphala —la bandera de colores usada por algunas comunidades indígenas de la cordillera de los Andes—, Aliaga advierte que en los próximos días se podrían dar mejores noticias con respecto a la relación entre ambos países.
Aliaga Lairana despide a los medios ante los ojos de un hombre delgado que también espera tener noticias sobre los trámites de la embajada. Al final posa para las cámaras en la puerta del edificio y el vigilante sorbe un trago de su bebida en una taza que dice “Venezuela”.