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El académico y comunicador, Leonardo Curzio , participó este jueves en la presentación del libro “ Historia de la pluralidad en EL UNIVERSAL. La construcción de la democracia en México. Los candidatos presidenciales de oposición en 1988 ”, el cual recopila artículos de Rosario Ibarra de Piedra, Manuel Clouthier, Heberto Castillo y Gumersindo Magaña.
A continuación, el discurso íntegro de Leonardo Curzio, quien reconoció que el Licenciado Juan Francisco Ealy Ortiz, Presidente Ejecutivo y del Consejo de Administración de EL UNIVERSAL, ha contribuido a la historia de México, al dedicarle más de 50 años al periodismo y a construir un país más abierto.
Muy buenas tardes, distinguidas, distinguidos miembros del presídium, amigas y amigos todos.
Me siento muy afortunado de estar en esta casa comentando esta importante obra, historia de la pluralidad en EL UNIVERSAL, la construcción de la democracia en México, los candidatos presidenciales de oposición en 1988.
Me siento afortunado por dos razones: la primera es por la relevancia del libro que aparece en un momento muy oportuno, en el que esta tendencia que algunos llaman “el adanismo político. Adán, el padre”, que supone que antes de él no había nada efectivamente ocurrido nada, ese adanismo político que altera la memoria de algunos sectores, y bueno pues, la memoria y la historia, ya lo sabemos, no son lo mismo, porque la memoria es lo que nosotros queremos recordar y la historia es aquello que ocurrió.
Este libro que comentamos es un fragmento de la historia de la transición democrática en nuestro país y la apertura a una conversación plural que empezó hace varios años, no arrancó en el 2018. Resulta muy interesante constatar en un artículo muy potente del ingeniero Castillo, la contribución que desde 1988 hizo el hoy presidente Andrés Manuel López Obrador a la apertura del sistema autoritario, el loable esfuerzo del joven candidato al gobierno de Tabasco, hace 32 años, debe ser recordado como una gran contribución.
El hoy Presidente no fundó la democracia, pero ayudó durante décadas a construirla, desde aquellas polémicas elecciones hasta la entrega de cajas para demostrar el impúdico financiamiento de Roberto Madrazo en 94-95, las contribuciones del hoy jefe del Estado son numerosas.
La historia de la democracia en México le debe muchas páginas a López Obrador, pero estas no empezaron a escribirse en 2018 y no sólo han sido escritas por él, es oportuno que recordemos esto porque hoy, desde el poder, se intenta reescribir no solo la historia antigua del país con desaciertos y, en mi concepto, con una palabrería pueblerina y plúmbea, sino se intenta también reconstruir la historia reciente, ese pasado que es recuerdo todavía inmediato o si se quiere política en trance de cuajar como historia, la trasformación del país no importa el número que tenga: tercera, cuarta o quinta, empezó hace años y es polifónica.
Me siento afortunado, decía, de estar en esta casa en la que trabajé hace 30 años. En aquellos tiempos se instalaba por primera vez una bancada opositora, en ella participó ese extraordinario parlamentario, que es Porfirio Muñoz Ledo , hoy sin escaño por una decisión de su partido y no porque su afán de trabajar declinara, dio cátedra en esta casa de cómo se ejerce la función opositora en un congreso en aquella época dominado por mayorías robóticas, y hace poco tiempo pronunció un discurso memorable en San Lázaro de cuál es la función legislativa, la dignidad de la función legislativa.
Aquella bancada, además de Porfirio, la integraban la maestra Efigenia Martínez, de imborrable recuerdo, Roberto Robles Garnica y hoy nuevamente senador Cristóbal Arias.
Treinta años son muchos o pocos, según se vea, pero los suficientes para ver que México no se hizo en un día. Igual que Proust, Marcel Proust, navegaba en el mar proceloso de la memoria para encontrar el tiempo recobrado, este libro palpitante nos ofrece las plumas de Castillo, de Clouthier, de Rosario Ibarra, de Magaña y por esa vía nos permite rememorar también que la construcción de esa compleja torre de Babel en la que hoy habitamos, no es producto solamente de políticos arrojados y valientes, sino también de periodistas y directores de medios, algunos de ellos apostaron por abrir sus páginas en la pluralidad o a la pluralidad cuando era riesgoso hacerlo. Dar espacio a voces entonces perseguidas y estigmatizadas desde el poder, no era cualquier cosa, en aquel momento era un riesgo.
El poder político entonces y probablemente, también ahora, tiene la tentación de tiznar, de manchar, de ensuciar a quien lo critica y si puede, en aquella época lo podía, lo silencia, y si no, lo azuza y lo vilipendia.
Las decisiones que en su momento tomó Ealy Ortiz hoy adquieren una enorme relevancia y explican la contribución histórica de ese hombre, que ha dedicado más de 50 años al periodismo a construir un México más abierto.
Porque permítanme concluir compartiendo con ustedes una reflexión sencilla y complicada que explicaba el maestro Miguel Mansur, gran catedrático de filosofía en sus clases de ética: “El acto moral, así como las decisiones individuales no pueden juzgarse, no deben juzgarse en abstracto, todo actor, toda decisión debe ser entendida en su contexto”.
Hoy tener plumas críticas en los diarios es algo valioso y enriquecedor, pero no implica riesgos mayores, proclamarse de izquierda es en estos tiempos, más que un riesgo, una manera de encontrar trabajo, pero no era así en 1988. Optar por pedir textos a voces críticas del régimen en momentos en los cuales el poder estaba altamente concentrado, es algo que debemos recordar y reconocer por el arrojo que suponía entonces, minimizarlo con perspectivas de hoy es como explicaba el maestro Mansur, con su habilidad contextualizadora, desnaturalizar el acto.
El acto moral depende siempre de la circunstancia en que se da, Mansur explicaba a sus alumnos que beberse un litro de agua sin respirar, no tiene nada de anormal en un contexto absolutamente cotidiano, pero bebérselo cuando hay cuatro personas sedientas y estas agonizan en el desierto, es un acto infame, es un acto ruin. Es el mismo litro de agua, que es la misma persona, pero el contexto hace que un gesto pueda ser heroico, neutral o despreciable.
Lo que hacía entonces Ealy Ortiz al abrirle las páginas de su diario a los opositores era compartir el vaso de agua con sedientos, porque en aquella época esos actores no tenían ni remotamente la posibilidad de llegar a la radio y la televisión, hay que recordar eso.
Recordar y recordar el contexto en el que eso ocurría hace ver con perspectiva más justa lo que cada cual ha contribuido a la historia de la apertura democrática de México. Ealy ha sido atacado en repetidas ocasiones desde la Presidencia de la República y eso, en mi concepto, es incompatible con la más elemental justicia y sentido de la proporción histórica.
Estas páginas lo recuerdan lo que ese hombre hizo, en el momento que lo hizo y los costos que entonces implicaban, merece pues mi reconocimiento, el de millones de lectores del diario y el de muchos compatriotas. Celebro, pues, que en estas páginas, equilibradamente compiladas, recuerden cómo las voces críticas de aquella época encontraron posada en EL UNIVERSAL, sabiendo lo que entonces estaba en juego.
Estamos, pues, ante un notable ejercicio de memoria que nos recuerda que cuando la historia de la transición termine por escribirse, EL UNIVERSAL e Ealy Ortiz estarán con toda justicia entre los actores más importantes de la democratización mexicana. No importa que hoy desde el poder se olvide de las contribuciones de cada cual, ahí están los libros para recordárnoslo y el que hoy comentamos es el caso.
Muchas gracias por su atención.
cev/rmlgv