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El telón ha sido abierto. Aparecen ante los ojos del público los seis actores secundarios: las corcholatas. El Actor Principal: El Presidente, quien es guionista, público, titiritero y el encargado de señalar con su dedo índice a su actor favorito.
Nuestro Actor Principal mueve las corcholatas de manera ágil frente al público —que engañado se siente parte de la decisión, pero el guion ya está escrito y también el Plan B.
¿Qué nos dice el guion? Pasen cada una de las corcholatas. Digan su nombre. Hagan ocurrencias. Guarden silencio y esperen a que su futuro sea leído en la República de la Especulación.
Actor secundario 1: Noroñanovich. Hombre que grita para expresarse. Señala a quien no coincide con él. Sabe que no es la opción favorita, pero está ahí para vender caro las siglas de su partido nunca del Trabajo. Obtendrá una Secretaría de Estado, desde donde guillotinará a quien no use su mismo lenguaje.
Actor secundario 2: El güero. Hombre que fiel a su escuela política sabe acomodarse a las corrientes del mar. Aspira a estar en el gabinete. Observa como su partido el No Verde apoya a otra corcholata. Ellos saben vender caro su amor como la aventurera de Agustín Lara.
Actor secundario 3: Richard. Estira la cuerda. Patalea y no se sale del redil. Su presencia es la legitimación al proceso del dedazo. Sabe que no ganará y su Premio de Consolación se ve cada día más cercano: allanado el camino a la Jefatura de Gobierno, cada uno de sus contrincantes han quedado en Gobernación, Bienestar, Seguridad o en la misma Jefatura. Su paciencia lo mantendrá como corcholata para el 2030.
Actor secundario 4: Marchelo. Sabe que las encuestas pueden favorecerlo y eso no es garantía de ser elegido. Su postura mesurada y de diálogo con otros actores lo aleja de ello. Puede ser el más independiente y eso lo convierte en poco viable para la segunda parte de la obra que se llamará: “El obradorato.”
Actor secundario 5: Claudius. Su voz es la imitación más perturbadora de la del Gran Elector. Nulo carisma. Un gobierno poco rescatable. Su fuerte: incondicional y disciplinada. Garantiza la continuidad y el seguir respetando a la voz del Actor Principal. Su problema es que creció lo que podía, y hay otros actores que podrían poner en riesgo lo que hoy parece una designación ya cantada.
Actor secundario 6: El callado. Hombre priista. Sabe de disciplina. Autoritario, pero leal a su jefe. Comparte el apellido y el tono de voz. Puede crecer más de lo esperado. Es cercano al Presidente. Son paisanos. En silencio espera, mientras los otros gritan, él avanza. No quiere ser la voz principal. Sabe que su papel es el secundario y eso le gusta al Actor Principal.
El Actor Principal inicio antes de tiempo la obra de teatro. El país se entretiene en la función adelantada, que viola las leyes electorales. La oposición forma parte del público y le da miedo subirse al escenario. El Teatro de la Gran Farsa, entretiene. La pregunta, como en los tiempos del PRI: ¿Quién será el elegido? Solo un hombre lo sabe. Los actores secundarios caminan ilusionados y disciplinados. Piensan que entre más diviertan al Presidente sus posibilidades aumentan. No importan las ideas. Es tiempo de ocurrencias y chistes sin sentido del humor. El Actor Principal mueve sus corcholatas y le pregunta al público: ¿Dónde quedó la bolita? Sigue moviendo las corcholatas. Y se asoma aquella bolita con el nombre de Beatriche. La nunca Primera Dama, que asumió un papel de más importancia. Si algo llegará a suceder ella podría ser el Plan B.
Así son estos tiempos de especulación donde el Teatro de la Gran Farsa continúa con su función.
@Jovanyhg