La adecuada gestión del agua es uno de los ejes del desarrollo nacional y una condición necesaria para mantener el bienestar y la salud de la población mexicana. Además, es necesaria en los procesos para la producción de energía, ya sea para la extracción de combustibles fósiles hasta la generación de electricidad. A su vez, la industria de los alimentos requiere de estos recursos desde la producción hasta el transporte.

El nexo indiscutible entre agua, alimentación y energía es reconocido a nivel internacional por organizaciones como la , quien incluso publicó en 2020 una para países de América Latina y el Caribe para diseñar acciones que tomen en cuenta dicha interrelación. Así, este nexo ha dado paso a un enfoque de estudio en el cual se analizan los vínculos entre estos sectores, principalmente con el fin de generar conocimientos que, más allá del perseguir el beneficio económico, ayuden a fortalecer las capacidades de los países y sus gobiernos, se protejan los recursos y se beneficie a las sociedades.

En este sentido, México enfrenta importantes retos en los tres sectores, así como disparidades en el acceso a ciertos recursos. Por ejemplo, la disponibilidad del agua no coincide con la demanda, ya que en el norte y centro del país habita 77 por ciento de la población y sólo se tiene 32 por ciento de la disponibilidad de agua renovable, mientras que en el sur y sureste habita 23 por ciento de la población y se cuenta con 68 por ciento del recurso. Adicionalmente, tres cuartas partes del agua se utilizan en el sector agropecuario, lo que destaca la relevancia de ésta para la generación de alimentos.

El crecimiento poblacional y la acelerada urbanización son algunas de las razones que han aumentado la demanda de agua; también, el cambio en la dieta y el desarrollo económico han puesto bajo presión los sistemas de producción de alimentos. El Grupo de los 20 (G20) asevera que la seguridad alimentaria se mantendrá como un tema crítico para la comunidad internacional en un escenario en que los países sufrirán los efectos del cambio climático que se traducirán en daños a la producción de alimentos ante una creciente demanda.

La situación del hambre en México fue agravada por el cambio de alimentación, principalmente en los estratos de menores ingresos, así como por la pandemia de COVID-19. Datos de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) 2020 del Instituto Nacional de Geografía y Estadística indican que 47 por ciento (16.2 millones) de los hogares en el país experimentaron alguna dificultad para satisfacer sus necesidades alimentarias por falta de dinero o recursos. En el mismo año, la ENIGH reportó 10.3 millones de hogares con alguna dificultad para satisfacer necesidades alimentarias de los menores.

Por su parte, pese a que la generación de energía proveniente de fuentes renovables ha aumentado, nuestro país sigue dependiendo de combustibles fósiles. Para la generación de casi 60 por ciento de la energía, México utiliza gas y todavía hay dos estados que dependen en gran medida del carbón para la generación de electricidad: Guerrero (90 por ciento) y Coahuila (80 por ciento). Además, pese al alto potencial de nuestro país para la generación de energía renovable, según la , sólo 5 por ciento de la electricidad se produce a través de energía eólica y 2 por ciento a través de energía solar.

Además de las problemáticas respecto a la disponibilidad, distribución y asequibilidad de al agua, los alimentos y la energía, otras problemáticas que México enfrenta son, respecto al agua, la baja productividad en el sector agropecuario y la contaminación de cuerpos de aguas superficiales y subterráneas; en relación a la alimentación, los altos costos de los insumos y servicios durante el desarrollo de las actividades agropecuarias así como la mala calidad de alimentos que se traducen en enfermedades y, respecto a la energía, la dependencia de combustibles fósiles para la generación de energía aunado al favorecimiento de industrias que utilizan este tipo de combustibles.

Entre las acciones que pueden llevarse a cabo para combatir las problemáticas del agua en México están destinar una mayor inversión en infraestructura de agua con proyectos pensados en términos de sustentabilidad ecológica y ambiental. Para el tema de la alimentación, se requiere asistencia técnica y paquetes tecnológicos para un manejo sustentable de los recursos, incrementar la producción nacional y rentabilidad del campo para alcanzar la seguridad alimentaria y generar conocimiento y tecnologías transformadas en innovaciones a fin de aumentar la producción, productividad, rentabilidad y competitividad del sector. Mientras que, para el tema de energía, además de aumentar la inversión en investigación en energías renovables, almacenamiento y eficiencia energética, ha de fomentarse la innovación y privilegiar a las industrias que utilicen energías renovables.

La gestión de los recursos naturales no puede seguirse abordando mediante enfoques sectoriales, pues no responden a la complejidad de las problemáticas caracterizadas por su interrelación. Se necesita adoptar un enfoque integrador para la generación de soluciones multidimensionales que se traduzcan en políticas, planes, programas o proyectos para reducir la pobreza, apostar por el desarrollo sostenible y el bienestar de los mexicanos.

Investigador, Instituto de Ingeniería, UNAM.

Presidente, Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales, COMEXI.

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