Ambos proyectos fueron presentados el mismo año y su construcción inició con sólo cuatro meses de diferencia. El Aeropuerto de Estambul, en Turquía, comenzó su edificación en junio de 2014; el Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) lo hizo en octubre. Los dos tenían el mismo objetivo: no sólo solucionar la problemática de saturación aérea de sus respectivos países, sino de convertirse en enormes hubs (centros o redes) de comunicación global.
Por su importancia y arquitectura, tanto la construcción de Estambul como el NAIM competían en el plano internacional para convertirse en el mejor proyecto aeroportuario de esa época; sin embargo, al final sólo uno logró despegar.
Cuando se recorre la terminal de Estambul pareciera que uno entra a una pequeña y futurista ciudad, con comercios de todo tipo: tiendas de las mejores marcas, hoteles, restaurantes y galerías de arte; con tecnología de punta para documentar y para hacer más agradable la estancia de las personas, ya que, cabe señalar, también se convierte en un punto en el que confluyen individuos de todas las culturas, lo que demuestra que está en camino de ser un centro de conexión.
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En tanto, del Nuevo Aeropuerto Internacional de México, la X que daría forma a la futurista terminal con la que contaría nuestro país es el único resto que aún se logra distinguir desde las alturas, mientras que abajo sólo la valla perimetral que colocó el Ejército subsiste, recordando al muro de Tula que fue lo único que se edificó de lo que alguna vez sería una refinería.
En México se optó por cancelar la construcción de este proyecto con el argumento de que había opciones más baratas. Así se comenzó a habilitar la Base Aérea de Santa Lucía como aeropuerto de pasajeros para que apoyara al ya muy deteriorado Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México Benito Juárez (AICM) y fue el 21 de marzo del año pasado cuando abrió sus puertas bajo el nombre de Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA).
Sin embargo, 19 meses después de aquel primer vuelo, sus pasillos siguen vacíos, al igual que sus comercios. Todavía hay dos espacios destinados a mostradores que esperan la llegada de alguna aerolínea. En los que sí están funcionando, trabajadores de las líneas aéreas conversan, ríen o juegan con el celular, mientras esperan que algún pasajero llegue a solicitar algún servicio o información. En los accesos reina la tranquilidad y aunque a cuentagotas se suman vuelos, el AIFA no termina de levantar.
Finalmente está el AICM, cada vez más abandonado en inversión y deteriorado en su infraestructura. Si el NAIM hubiera sido exitoso, el aeropuerto Benito Juárez ya llevaría, por lo menos, un año cerrado, pero no es así.
Para dar un mejor servicio y solución a los problemas de saturación de esta terminal aérea, el gobierno federal ha anunciado que el AICM pronto reducirá operaciones; pasará de 52 a 43 por hora.
Todo lo contrario a lo que sucede con el Aeropuerto de Estambul, que ha llegado a efectuar hasta 60 operaciones por hora. Pasó de transportar 37 millones de pasajeros en 2021 a casi doblar la cantidad de usuarios en 2022, al llegar a 64.4 millones, números con los que este centro logró entrar al sexto lugar de los mejores aeropuertos del mundo en 2023.
No construir el NAIM, ¿buena decisión?
Juan Carlos Machorro, experto en temas aeronáuticos, asegura que hacer una comparativa o ver hacia atrás no vale la pena, pero sí es obligatorio que se vuelvan a replantear las alternativas para que el país pueda crecer en el sector.
“El panorama luce complejo. Da gusto ver proyectos como el Aeropuerto de Estambul y da tristeza ver que aquí no pudimos dar ese paso. Tenemos que pensar en el futuro, necesitamos un aeropuerto de primer mundo que conecte a los continentes y que nos permita estar en los primeros lugares de operación aeroportuaria a nivel mundial”, comenta el especialista.
Machorro describe que no contar con un sistema aeroportuario diseñado, no sólo para solucionar los problemas presentes, sino para ser un atractivo para los pasajeros en el futuro, es un problema que está atrasando el crecimiento del sector por décadas.
“Ya llevamos dos décadas o tres de atraso con un aeropuerto saturado. El NAIM ya debería de tener tres años operando como una solución para el siglo XXI. Si pensamos en otra solución parecida, no podemos pensar que esté lista en menos de siete u ocho años, pensando que se haga en cuanto entre la nueva administración”, expone.
Para el experto, el aeródromo de Estambul es un ejemplo de la gran oportunidad que se dejó ir, pero repite: “Ya es momento de ver para el futuro y no para atrás, como sí lo están haciendo en Panamá, Bogotá y Estados Unidos, construyendo o mejorando sus aeropuertos”. Finaliza afirmando que la próxima presidenta o presidente tendrán que volver a tomar la decisión de qué quieren para nuestro país.
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