“Luis Donaldo Colosio murió esta noche aquí, a las 19:45 horas —luego de casi tres horas de intensos esfuerzos médicos para salvarle la vida—, a consecuencia de dos disparos que recibiera, a bocajarro, en la cabeza y en el abdomen, en una cañada donde realizó su último mitin entre marginados de la frontera”.
Los reporteros Juan Arvizu y Manuel Ponce fueron quienes narraron por EL UNIVERSAL lo acontecido aquella tarde del 23 de marzo de 1994, en un lugar hasta entonces prácticamente desconocido para México, llamado Lomas Taurinas, una colonia marginada y sin servicios que el entonces candidato presidencial del PRI visitó de último momento hace 30 años.
“A las 17:04 horas, tiempo del Pacífico [dos horas antes que la Ciudad de México], el candidato del PRI a la Presidencia de la República recibió los dos impactos de bala, al parecer de un revólver calibre .38, cuando se dirigía hacia su camioneta, rodeado por unas 300 personas, que se apretujaban en torno suyo.
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“Aparentemente sólo hubo un agresor, quien se acercó a Colosio confundido entre la gente, cuando había concluido el mitin, para proseguir sus actividades”.
Los enviados de El Gran Diario de México, quienes habían sido asignados a la cobertura diaria del político sonorense, realizaron un relato elocuente y preciso de la información que surgió en ese momento, pese al enorme caos que imperó aquella tarde en Tijuana.
El de Arvizu y Ponce resultó un relato histórico sobre un magnicidio que cambió la historia de México.
Una narrativa sencilla, pero precisa. Con lujo de detalles en cuanto al lugar, las personas, los horarios, los movimientos que se suscitaron antes, durante y después del atentado que cegó la vida de un joven político que hasta ese momento había tenido una carrera meteórica y en claro ascenso.
“En el trayecto al hospital, Luis Donaldo Colosio fue subido a la ambulancia que iba detrás de su camioneta y se calcula que llegó al quirófano a sólo 10 minutos de ocurrido el atentado”.
Entonces, en Tijuana, sobrevinieron escenas de histeria colectiva que fueron recogidas por Juan Arvizu y Manuel Ponce. La llegada de Diana Laura Riojas, esposa de Colosio, al hospital. El equipo de seis médicos que se hicieron cargo de la atención del candidato en el quirófano.
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Colosio en Tijuana
“Sonreía a la multitud, levantaba los brazos y agitaba las manos para corresponder saludos”.
El atentado ocurrió 75 minutos después de su arribo a la ciudad fronteriza, proveniente de La Paz, Baja California Sur.
“En la escalerilla de la aeronave apareció Luis Donaldo Colosio con chamarra clara, sonriente, tranquilo”. A su arribo a Lomas Taurinas, Colosio encontró cholos y calles de terracería. Personas, sobre todo mujeres, que le pedían servicios, agua, luz, pavimento para esa comunidad casi casi perdida en la frontera.
Terminado el mitin, sobrevino la tragedia. La gente se apretujaba en torno al candidato. Era muy fuerte el ruido de la música. La canción La Culebra, de la Banda Machos. Y dos disparos que cambiaron la historia ese día.
“¡Mátenlo, mátenlo!”, gritaban los asistentes a un hombre de 23 años llamado Mario Aburto, quien era golpeado y jaloneado como sospechoso de haber hecho los disparos.
En punto de las 20:35, hora del Pacífico, la nota reseña la aparición de Liébano Sáenz, vocero de aquella campaña, para oficializar el fallecimiento de Luis Donaldo Colosio Murrieta, aquella tarde de miércoles de hace 30 años.