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El Mercado Lázaro Cárdenas, en la colonia Del Valle, es peculiar por contar con un hospital dentro, es el hospital de muñecas atendido por Enrique Cervantes, quien desde hace más de 50 años repara juguetes de porcelana, pasta, sololoy, plástico o vinil y los deja como nuevos.
La señora Verónica y su hija Marcela llegaron al hospital de muñecas porque don Enrique dio de alta a Valeria que llegó con el cuerpo roto, sin pestañas ni cejas.
“Quedó como nueva, de verdad no la reconocí, espero que nos aguante muchos años más, ya la extrañábamos, la traemos de aquí para allá, en la sala, en la cocina, como si fuera un niño”, contó Verónica sin dejar de lucir feliz con la nueva imagen de Valeria.
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Luego de mandar a un paciente a casa, Enrique continúa con sus pendientes, calienta agua porque el vapor afloja la cabeza de un cuerpo, si se hace en frío —explicó a EL UNIVERSAL— se le puede romper el cuello. Si la muñeca requiere cabellera nueva es necesario retirar el antiguo y poner el nuevo con una máquina especial y exclusiva.
“Esa máquina me la vendió otro doctor de muñecas, antes había más gente que se dedicaba a este oficio, pero ahora somos muy pocos, por eso tengo clientes de Satélite, Santa Fe, vienen desde Chalco, de otros lugares del Estado de México, y a veces me mandan muñecas por paquetería de Sinaloa, Sonora, Monterrey o Guadalajara, de todos lados”, comentó el reparador.
Presumió que “incluso me han contactado de Brasil, Argentina y Bolivia para ver si hay chance de hacer una reparación o si hay una sucursal por allá”.
Comentó que hace años había más de 100 talleres que se dedicaban a reparar muñecas, pero cuando llegaron juguetes de China y de otros países cerraron las fábricas nacionales de las que los hospitales de muñecas dependían por las piezas requeridas. “Nos vendían las piernas, brazos, lo que queríamos o los ojos, ahora nos vamos a las chácharas o a los bazares y de ahí rescatamos refacciones”.
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Mientras atendía a otra muñeca llegó la señora Gloria Shaw para recoger un peluche de su nieta. “Nuestro perro rompió el peluche y le prometí a mi niña arreglar a Puerquita, busqué en internet y di con el señor Cervantes y qué bueno, porque aunque parece que es un oficio de antes, aún necesitamos de él, esto es un arte, yo viví esa cultura de ‘se lastimó la muñeca, vamos al hospital de los muñecos’, tú adorabas a tu juguete y ahora con la mano en la cintura van y se compran otro, y no es nada contra eso, pero ahora se reponen las cosas y a veces no le damos el valor a la pieza, los muñecos cobran vida para nosotros”, mencionó.
Aunque Puerquita no es una muñeca, hizo una excepción, en un inicio recomendó comprar una figura nueva, pero al escuchar la historia de Gloria puso manos a la obra. “He aprendido que el valor sentimental hace que la gente me busque (...) yo lo que cobro es mi tiempo; por ejemplo, para reparar un par de ojos me llevo un día, dos días, les tengo que cobrar ese tiempo, pero me comprometo a hacer un buen trabajo porque la gente lo que quiere es que vuelva a ver, se vuelva a dormir, que tenga sus pestañitas y lo pagan porque quieren mucho a sus muñecas, es el valor sentimental”.