Más Información
Denuncian agresión de presuntos militares contra trabajadores en Tamaulipas; una de las víctimas falleció, tenía huellas de tortura
Elección judicial: Aspirantes a cargos comparten carta de motivos y hasta currículum; “Justicia no debe ser inaccesible”, afirman
Yasmín Esquivel defiende la reforma judicial en Con los de Casa; alejado de la realidad pensar que es una venganza política, afirma
México vivió un sexenio de la muerte, entre 2006 y 2012, el que encabezó el panista Felipe Calderón Hinojosa. Así lo considera la periodista Olga Wornat, a quien le tomó ocho años ver salir a la luz su libro Felipe, el oscuro.
Wornat, quien sufrió amenazas por la investigación, dijo a EL UNIVERSAL que coincide en que el sexenio de Calderón fue el de un narco-Estado, porque todas las dependencias federales estaban infiltradas.
Hoy opina que si Felipe Calderón no ha salido de la esfera política es porque sigue siendo un protagonista, además de que posiblemente busque fuero.
¿Por qué Felipe, el oscuro?
—La oscuridad, lo siniestro, el miedo, el temor, la muerte, es decir, para mí fue el sexenio de la muerte, el sexenio de la guerra, y por eso Felipe, el oscuro.
Han pasado ocho años de ese sexenio, recordado también por la figura de Genaro García Luna, y pareciera que nada ha cambiado. ¿Cuál es su perspectiva?
—Yo creo que el tema del crimen organizado y sus vínculos con el poder político viene de larga data, no es nuevo. No puede haber memoria más cercana, contemporánea: tienes a Gutiérrez Rebollo, aquel militar tan célebre que era el zar antidrogas y terminó y murió en una cárcel también por sus nexos con el crimen organizado. Genaro García Luna termina en Estados Unidos y, por otra parte, hay vínculos con el crimen organizado que nunca podrían funcionar sin una protección política, policial, como se le quiera llamar.
¿Ese sexenio de Calderón cayó en el dejar hacer, dejar pasar?
—Sí, dejar hacer, dejar pasar y después decir “yo no sabía nada”, y él sí sabía, porque hubo importantes personajes de la Policía Federal o de militares, como el general Tomás Ángeles, generales con hoja de servicios intachable a los que les destruyeron la vida sólo por ir a informar al presidente que venían investigando a García Luna de mucho antes, y había foto, había videos, existe todo ese material y se lo entregaron al presidente y, ¿qué pasó? Terminaron presos, acusados de estar coludidos con el narcotráfico, cuando no lo estaban y se pasaron tanto el general Tomás Ángeles como el comisario Javier Herrera Valles, uno un año en cárcel de alta seguridad y Herrera Valles y su hermano cuatro años presos.
No quiere decir que no fuera algo que no se supiera antes...
—Claro que no, pero creo que en ese sexenio con el lanzamiento de la guerra al narcotráfico es cuando todo explota. Creo que toda esta podredumbre sale a la luz porque incluso se atomiza absolutamente todo, porque quizá con la bandera de la guerra al narco había pugnas internas entre ellos, y todo era esconderse detrás de la guerra contra el narco.
El presidente Andrés Manuel López Obrador dijo que el sexenio de Calderón fue el de un narco-Estado.
—Decir narco-Estado es fuerte, pero sí, quizá se trató de un narco-Estado. Yo creo que sí estaban perforadas absolutamente todas las secretarías por el narco; ya venían del sexenio de Vicente Fox. Para que esto funcione siempre tiene que haber un aval de los políticos, ya sea una gubernatura, una alcaldía, un presidente, en este caso, porque, ¿cuál es la relación que tuvo? Siempre me pregunté: ¿por qué razón Felipe Calderón apoya tanto a García Luna? ¿Cuál es el secreto detrás de esa relación? Porque los políticos son muy hábiles para deslindarse de los que caen en desgracia, y aquí no ocurrió, aquí Felipe Calderón sigue sosteniendo a García Luna, no hay una sola autocrítica.
Felipe Calderón sigue metido en la política, ¿a qué lo atribuye?
—Creo que es una mezcla de varias cosas. ¿Qué había detrás de esa máscara, de ese hombre que siempre estaba enojado, que contestaba mal a los periodistas?
Primero: hay algo de búsqueda de fuero, hay algo de seguir estando en el poder, de seguir siendo un protagonista. Hay cierta adicción al protagonismo político y
al poder.