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Tlahuelilpan.-
El fuego se había extinguido. Una noche que parecía eterna rodeaba el lugar de la explosión. Con lámparas, los peritos trataban de escudriñar esa oscuridad y al localizar uno a uno los cuerpos colocaban un indicio cerca de los cuerpos y de los restos de lo que alguna vez fue una persona.
Uno, dos, tres, cuatro y así hasta llegar a más de 60 marcas , un número que creció desde 21 durante las primeras versiones , pero que a decir de los habitantes de la zona, no eran todos, que faltaban más.
Abrazados por un viento helado que les rasgaba la piel, que los obligaba a usar un reboso, una chamarra y hasta una cobija, los hombres y las mujeres de Tlahuelilpan , en Hidalgo , así como de otras comunidades, esperaron a que llegara el amanecer.
Aunque con la llegada del alba, la imagen comenzaría a empeorar, al quedar al descubierto cada uno de los cuerpos que sin el manto quería brindaba la noche, mostraba una realidad insoportable.
Más de una vez fueron replegados los familiares de las víctimas y más de una vez regresaron después de retar a las autoridades, de ignorarlas, de amenazarlas y hasta empujarlas, porque ellos exigían su derecho a vigilar a sus muertos, de acompañarlos, a pesar del riesgo que seguían corriendo por la propagación de gases en toda la milpa.
Porque a toda costa debían encontrar a su hijo, a su madre, a su primo, a su padre, a su tío, a su cuñado, a su suegra. Cada una de las personas que se acercaba había perdido algo y, aunque sabían que ya no era posible, querían recuperarlo.
“Ya fui a todos lados, ya fui a Pemex , a Tula, a Mixquiahuala , a Progreso ”, dijo Erika mientras se cubría su rostro con reboso, a quien ante cada respuesta se le quebraba la voz.
Colocada frente a una cinta que le impedía el paso, la mujer comentó que tanto su hermana Jessica , y su cuñado Valentin, ambos de 24 años, decidieron acudir a ese lugar, a pesar de las advertencias que ella les hizo.
Ahora, ella deberá responder a su madre sobre la suerte que tuvieron ambos jóvenes, quienes llevaban siete años de casados, y que tras el accidente dejaron a un par de pequeños.
“Si eran, traían las llaves del coche y alcance a ver la punta de una pistola que traía”, escuchó Erika decir a un hombre que acababa de entrar a la zona de la explosión y de inmediato atajó que ella esperaba encontrar bajo cualquier circunstancia a su hermana y a su cuñado.
En el lugar del siniestro hubo momentos de tensión, luego de que familiares reclamaran poca claridad en el futuro de sus familiares.
"Nos dicen que es en otro municipio, que los van a llevar a otro pueblo, que en Tula o en funerarias, no entendemos nada. Hablen con la verdad", gritaba una mujer de baja estatura y cabello despeinados.
Finalmente se decidió que los cuerpos serían llevados a Tula , por la falta de un Semefo cercano. Autoridades estatales aseguraron que no se les cobraría ni un peso a las víctimas.
Luego vino otro descontento. Horas después de apagado el fuego, la madrugada del sábado, máquinas excavadoras estaban en el área y generaron tensión.
"¡Echaron tierra en la zanja, ahí hay cuerpos, no nos mientan!, se escuchaba. La gente tenía razón, horas más tarde se encontraron cinco cuerpos bajo tierra.
Para el alcalde de este municipio, Juan Pedro Cruz Frías , la tragedia que se registró en este lugar la tarde de ayer, se debió a una serie de hechos entre ellos la normalización del robo de combustible y la actuación de la ciudadanía.
Aunque la mayoría de los deudos estaba consiente de que se cometió rapiña, todos coinciden en que nadie merece ese fin.
Al final del día sólo unos cuantos dieron con el paradero de sus familiares. Otros recibieron malas noticias: en la Ciudad de México no pudieron salvarse sus seres queridos, volverían muertos.