Tras los ataques terroristas a las Torres Gemelas en Nueva York, Estados Unidos, México tuvo que entrar a la dinámica de una agenda de seguridad que impuso esa nación, cuando ya se hablaba de una frontera porosa con su vecino del sur, recuerdan los diplomáticos mexicanos Gerónimo Gutiérrez y Miguel Ruiz Cabañas.
Gerónimo Gutiérrez, quien fue subsecretario para América del Norte en la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), en la época pos-11-S, y Miguel Ruiz Cabañas, quien al momento del atentado fungía como representante de México ante la Organización de los Estados Americanos (OEA), narran cómo México tuvo a partir de ese entonces que establecer un nuevo nivel de cooperación con Estados Unidos.
Comenta que México tuvo que trabajar con una nueva realidad de seguridad , en su relación con el vecino país del norte. Se trató, dice, de laborar sobre una nueva realidad, pero que le dio al país también una ficha que aprovechar: la agenda de seguridad.
“Los ataques del 11-S primero generaron toda una reestructuración de la administración en seguridad de Estados Unidos, fue ahí en donde hizo su reforma más importante. Ello implicó que los canales de comunicación entre el gobierno de México y Estados Unidos todo se reestructurara.
Gutiérrez Fernández consideró que para bien y para mal, México se convirtió en mucho más importante en la agenda de seguridad de Estados Unidos, porque ante las amenazas no estatales, la relación y cooperación entre los dos países tomó un valor más estratégico para el país del norte: “Eso implicó consecuencias para bien y para mal”.
“Otro impacto importante fue que toda la agenda de migración quedó influenciada por la agenda de seguridad. Para México fue mucho trabajo de poder establecer un nuevo nivel de cooperación en materia de seguridad, nuevas dinámicas, nuevos mecanismos de cooperación, trabajar mucho más arduo en ello”, dice.
Gerónimo Gutiérrez hace el recuento de que a 20 años del atentado terrorista en Nueva York, el balance es de claroscuros en el sentido de que la agenda de seguridad, esa que no tiene que ver con crimen organizado, quita oxígeno al resto de los temas de la relación y el gobierno de México lo ha tenido que asumir.
Aquellos ataques, añadió, generaron por primera vez una discusión sobre un perímetro de seguridad en América del Norte y en consecuencia hubo una discusión seria sobre la frontera con México, hecho que continúa.
A partir de entonces, agregó, México tiene una ficha que aprovechar en su relación con Estados Unidos: la agenda de seguridad.
En materia de migración, manifestó, después de lidiar con ese tema, se pasó a la seguridad y el 11 de septiembre lo que sí hizo fue que, de tener el objetivo de la “Enchilada Completa”, que era complicado, se hizo aún más complejo y solamente se pudo avanzar en algunos temas particulares, pero de manera parcial.
Por su parte, el embajador Miguel Ruiz Cabañas, quien el 11 de septiembre de 2001 fungía como el representante de México ante la OEA, rememora que aquel día cancilleres de la región se encontraban reunidos en Lima, Perú, donde se adoptó la Carta Interamericana Democrática. Ahí estaba el encargado del Departamento de Estado de Estados Unidos, Colin Powell.
Ruiz Cabañas coincide en que México tuvo que ajustarse a las nuevas circunstancias, sobre todo porque en Estados Unidos comenzó a hablarse de una frontera porosa con su vecino del sur. Defiende, sin embargo, que en su momento se comprobó que los terroristas no llegaron a Estados Unidos a través de México. “Ellos [Estados Unidos] endurecieron su posición, eso borró cualquier proceso positivo y México tuvo que ajustarse a esa realidad.
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