Muchas veces, la educación financiera se toma como un acto de buena fe que nada tiene que ver con el diseño y la oferta de productos. Sin embargo, el sentido educacional debe ser la base y el principal enfoque de modelo de negocio para cualquier institución financiera. Sobre todo en México, donde sólo 11% de las personas adultas tienen acceso a una tarjeta de crédito bancaria y más de la mitad no tiene una cuenta de ahorro, el servicio financiero más básico.

Crear productos que en sí mismos sean herramientas de educación puede revertir la baja inclusión y empoderar a las personas para que cumplan sus metas y reduzcan su estrés financiero. Además, los productos claros y entendibles, pensados desde una perspectiva educativa, tienen un impacto positivo en la vida de los usuarios.

Los mexicanos encontramos muchas dificultades para ahorrar, según la Encuesta Nacional de Inclusión Financiera (ENIF), cuatro de cada 10 personas no ahorran y 54% lo hace de manera informal, o como se dice coloquialmente “bajo el colchón”. Además, según una encuesta realizada por Nu México, el 31% de personas ahorran dejando el dinero en una cuenta que no les genera rendimientos. La principal barrera que las personas enfrentan para ahorrar es la falta de organización financiera. El 40% de las personas encuestadas respondieron que no logran ahorrar debido a que surgen gastos no presupuestados; 39% porque no les alcanza el dinero para llegar a fin de mes, y 14% indicó no saber cómo organizar su dinero. En muchos casos, la imposibilidad para ahorrar se debe a una conjunción de estos principales motivos.

Esto definitivamente puede mejorarse con productos sencillos que faciliten la planificación financiera. Por ejemplo, a través de cuentas de ahorros en la que puedas separar tu dinero y hacer que crezca con un buen rendimiento pero, que si lo necesitas, también tengas acceso a él en cualquier momento.

Estas herramientas pueden ser buenos alicientes para apartar nuestro dinero e identificar el beneficio tangible de ahorrar, evitando así, tenerlo en la cuenta corriente y estar tentado a gastarlo. Todo esto facilita la organización de nuestro dinero, entre lo que vamos a gastar y lo que queremos ahorrar, y nos da mayor control sobre nuestro presupuesto.

También es importante considerar que la información de los productos  financieros que elijamos sea clara y fácil de entender para que podamos familiarizarnos con conceptos más complejos como: el interés anual bruto y neto, los impuestos aplicables, la Ganancia Anual Total nominal y real.

Los buenos hábitos financieros y la educación financiera pueden promoverse desde el diseño intencional de los productos, pues, por ejemplo, tras un mes del lanzamiento de Cuenta Nu, más de un millón de personas ya están ahorrando y viendo crecer su dinero.

Promover la educación financiera va más allá de poner a disposición de los usuarios información y materiales sobre temas de finanzas personales. Si bien estas acciones funcionan, la vocación educativa de las empresas debe estar en el corazón de sus productos, garantizando que sean transparentes, fáciles de usar y sin letras chiquitas; pero sobre todo, buscando crear con su uso buenos hábitos financieros.

Experto en productos financieros. Ingeniero Industrial por la Universidad Iberoamericana

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