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y el Senado de la República realizaron un homenaje al político y diplomático, Porfirio Muñoz Ledo , en la Vieja Casona de Xicoténcatl, antigua sede del Senado. Estos son los discursos brindados en el evento:
Licenciado Juan Francisco Ealy Ortiz
Presidente Ejecutivo y del Consejo de Administración de EL UNIVERSAL
Muy buenos días, señoras y señores.
Saludo con mucho afecto a nuestra querida amiga, la senadora Olga Sánchez Cordero, presidenta de la Mesa Directiva del Senado de la República.
Saludo también al senador Ricardo Monreal, presidente de la Junta de Coordinación Política del Senado de la República, otro gran amigo de EL UNIVERSAL.
Expreso especial agradecimiento a los participantes de este acto, destacadas y destacados personajes de la vida académica, política y social de nuestro país.
Muchas gracias a todos los asistentes, amigas y amigos.
Hago un especial reconocimiento al Senado de la República por recibirnos en este hermoso y emblemático recinto de nuestra vida republicana.
A mediados del siglo pasado un grupo notable de jóvenes ingresó a la Facultad de Derecho de nuestra Universidad Nacional Autónoma de México, la institución de la que tan orgullosos estamos, en todos los campos del pensamiento crítico, la cátedra y la ciencia, que por tantos años han nutrido a nuestra patria y a nuestra libertad.
Ese grupo de jóvenes habría de marcar de forma destacada al país en múltiples ámbitos, entre ellos la cultura y la política. Consolidaron el tiempo histórico del México emanado de la Revolución y generaron una nueva concepción de lo mexicano y de nuestro lugar en el mundo. De esa generación surgió una innovadora mirada del quehacer político, cultural y social, en busca de resolver los grandes dilemas nacionales.
Ese grupo extraordinario dejó como testimonio la publicación llamada precisamente “Medio Siglo”, quien la revisa ahora se deslumbra con el nivel de sus colaboradores: Carlos Fuentes, Víctor Flores Olea, Sergio Pitol, Enrique González Pedrero, Salvador Bermúdez, Carlos Monsiváis o Salvador Elizondo, entre otros. Destacó ahí, como secretario de la revista, un joven de vitalidad excepcional, que es ahora referencia indispensable para entender los grandes cambios del México contemporáneo.
Cambios en los que, en muchas ocasiones, ha tenido, singularmente, el doble carácter de actor y autor. Este personaje, de jovialidad indomable, representa el motivo que nos congrega esta mañana para celebrar su excepcional trayectoria, su solidez intelectual y sus aportaciones fundamentales para la vida democrática de México: Porfirio Muñoz Ledo.
En el licenciado Muñoz Ledo convergen las aportaciones de los grandes pensadores, la pasión de un polemista imbatible y el arquitecto de instituciones y tiempos luminosos en la historia moderna de un México en permanente búsqueda para ser una nación más fuerte, más unida y más justa.
Para EL UNIVERSAL es un orgullo haber estado cerca de nuestro gran amigo Porfirio Muñoz Ledo a lo largo de muchas décadas. Él fue el joven ganador, en el año 1953, del célebre concurso de oratoria de EL UNIVERSAL. Aún era estudiante de derecho, y su triunfo se debió no sólo a la gran elocuencia de la que siempre ha hecho gala, sino porque desde entonces demostró que el discurso, el poder de la palabra, debe y puede emplearse para nutrir una esfera pública en la que cada quien exprese sus ideas y respete la libertad y el derecho del otro para hacerlo también. Que podamos cultivar sobre el terreno de nuestras coincidencias y no profundizar en aquello que nos divide. Así se construyen los consensos, materia prima esencial de la vida en democracia.
Muy pronto ese joven orador destacó precisamente por su capacidad de debatir y dialogar, por su rigor intelectual y su habilidad para convencer. Una destreza que requiere hablar bien, pero escuchar mejor. ese talento y el semillero de hombres y mujeres brillantes que eran aquellas aulas universitarias, lo llevaron seguramente de manera natural hacia la política. Comenzó entonces a construir una trayectoria que lo ha colocado no únicamente en cargos relevantes, sino en momentos cruciales, lo mismo como secretario de estado en diferentes carteras; presidente y transformador de institutos políticos; valiente legislador; digno diplomático; maestro universitario y, sin duda, reconocido líder social.
La biografía de Porfirio Muñoz Ledo presenta a un hombre no solo capaz de entender y testificar la historia, sino de transformar su época y de avizorar un mejor futuro. Lo ha hecho en todos los espacios en los que se ha desempeñado, lo que incluye su tribuna en las páginas de EL UNIVERSAL, que ha cultivado por casi 27 años, para ser precisos desde agosto de 1995. Por eso es un honor y motivo de orgullo sumarnos hoy a este reconocimiento, ciertos que se trata de un homenaje a su legado, pero también un mensaje para todos y en especial para las nuevas generaciones, a fin de estudiar, entender y defender este legado por lo que simboliza para nuestras libertades y nuestra democracia.
Sería posible encontrar a lo largo de muchos años líneas paralelas entre la labor pública de Muñoz Ledo, y la de la casa editorial que me honro en presidir desde 1969. En todo este tiempo que él ha combatido afanes políticos con vocación autoritaria o de pensamiento único, nosotros nos esforzábamos en alentar una vida pública plural, de mayor tolerancia y de respeto por quien pensara diferente. quien conoce nuestra historia sabe que a todos respetamos, y que toda voz disidente ha encontrado, antes y ahora, un espacio en nuestras páginas para decir su verdad.
Nuestro gran poeta Octavio Paz dijo que “una nación sin crítica es una nación ciega”. Porfirio Muñoz Ledo ha luchado siempre contra esa ceguera. Lo ha hecho desde el poder, con respeto por el otro. lo ha hecho desde fuera del poder y aun de frente al poder, con argumentos imbatibles, con luminosa inteligencia y siempre, siempre, mostrando lo que no puede ser descrito más que como un profundo amor por México, al que todos le debemos tanto, al que necesitamos ubicar, bajo cualquier circunstancia, como la causa suprema de nuestro compromiso.
¡Larga vida, amigo Porfirio Muñoz Ledo!
Muchas gracias.
Porfirio Muñoz Ledo
Político y embajador
Mi cabal agradecimiento a quienes concibieron este encuentro. En particular al Diario EL UNIVERSAL que nos convoca y al Senado de la República que nos acoge. A todas y a todos por la generosidad de sus palabras y la calidez de su presencia.
Para nuestro infortunio, el país arde hoy en sus entrañas, consumido por una feroz violencia que nos arrebata a las niñas, jóvenes y mujeres de México.
Hemos conquistado, tal vez, la seguridad del Estado pero no la seguridad ciudadana. Solicito un minuto de silencio en su memoria.
Reconozco que he luchado junto con un vasto entramado de generaciones cuyos voceros calificados han ofrecido su propia narrativa, de la que sólo puedo reivindicar en exclusiva mis propios errores.
Me identifico en el origen, como un profesor surgido a su vez de un medio familiar docente y crecido bajo la custodia de grandes maestros. Fuimos los depositarios de un proyecto nacional fundado en la ciencia y la cultura. Creemos profundamente que al pueblo hay que educarlo, jamás domesticarlo.
Al término de la revolución armada, resultaba imperiosa la creación de instituciones civiles en todos los ordenes y niveles, no pocas de nuestras leyes están escritas con sangre. Hemos sido a lo largo de nuestra historia una nación en busca de una República y de un lugar digno en el concierto mundial.
Las valiosas intervenciones que hemos escuchado, hablan todas de un mismo espacio/tiempo histórico: el de la llamada transición mexicana hacia la democracia, que no tuvo ejemplo ni paradigma. Se construyó y deconstruyó en los hechos. Es en suma irrepetible.
Discurrieron por vías distintas y hasta paralelas la implantación del modelo neoliberal y el avance de las instituciones democráticas garantes del sufragio y la defensa de los derechos humanos. Todas las instituciones autónomas de Estado, hoy consagradas por la constitución surgieron durante este doble proceso contemporáneo. No han terminado de asentarse y mucho menos de equilibrarse. Ignorarlas transparenta solo la predilección mal sana, por el río revuelto.
Después de la ruptura de 1988 y del levantamiento zapatista en Chiapas quedamos a la deriva de acontecimientos democráticos inciertos. En 1997, se instaló una mayoría congresional opuesta al partido en el gobierno; en el año 2000 el primer ejecutivo federal de alternancia por la vía pacífica; luego desafueros y desatinos que torcieron el camino democrático.
Los acontecimientos políticos y económicos ocurridos en el país a partir del 2018, han merecido diatribas y elogios, condenas automáticas, sometimientos serviles y en ocasiones prácticas corruptas. Enfrentamos una polarización deliberada que conduce a la parálisis, cuando debiéramos incrementar sensiblemente el ámbito de nuestras coincidencias.
Gran parte de los actuales debates contemporáneos, requieren información científica inobjetable. Así por ejemplo, el cambio climático. Desde hace 50 años este fenómeno ha sido explorado y no existe duda científica alguna sobre los estragos que sufriría la humanidad en caso de que aumentara el calentamiento de la tierra. El oscurantismo es una regresión inaceptable y un modo perverso de gobernar.
Muchos piensan que la realidad del país y el discurso político transcurren en órbitas distintas. Si, como se afirma a la ligera, los mexicanos tenemos dos proyectos distintos e incompatibles de país estaríamos en el umbral de una guerra civil. Lo que no es el caso.
El futuro dirá si proseguimos con una sucesión de cambios inconexos o si emprendemos un genuino cambio de época, que el país a todas luces requiere.
A eso pienso dedicarme, a discutir, a debatir las ideas desde la imparcialidad del saber. Las nuevas generaciones. Formulo un llamado a la sensatez y al diálogo, mas allá de obcecaciones, rencores o amenazas. No aceptemos la provocación, venga de donde venga.
Pronto darán comienzo las campañas para renovar los poderes federales por la vía de las instituciones, que no podríamos reconstruir a estas alturas del proceso.
He ahí la dimensión de nuestra tarea que por mi parte habré de acometer, desde mi adolescencia tardía desde mi obsolescencia precoz.
Beatriz Paredes Rangel
Diego Valadés
Investigador Emérito del Instituto de Investigaciones Jurídica de la UNAM
Porfirio Muñoz Ledo tiene una personalidad poliédrica. La combinación poco frecuente de talento exuberante, cultura enciclopédica, elocuencia, generación de ideas, dinamismo y reciedumbre lo hicieron un motor de la historia.
En 1988 un puñado de mexicanos emprendió una misión épica: democratizar al país sin alterar la paz. Más aún: su proyecto contribuyó a preservar la estabilidad nacional. A la cabeza de ese elenco estuvieron Cuauhtémoc Cárdenas, Ifigenia Martínez y Porfirio Muñoz Ledo. Irradiaron energía y esperanza, y dieron un ejemplo de civilidad y creatividad al exigir y conseguir espacios para las libertades públicas y seguridades para el sufragio. Aseguraron así la posibilidad de competir por el poder sin fracturar la convivencia de los mexicanos. Demostraron que la vía electoral era la ruta indicada.
Pasados los años surgió una nueva meta, compartida sobre todo por la academia y algunos dirigentes políticos: reformar al Estado. Caracterizado por su vigorosa presencia pública, al despuntar al siglo Porfirio recibió el encargo de presidir una comisión plural que trabajó con ahínco y configuró un amplio catálogo de opciones para consolidar la democracia mediante un Estado reformado. Pero el poder tenía otros proyectos y de entonces acá la inercia se volvió densa y gravosa. Los efectos de la concentración del poder produjeron un absolutismo presidencial incompatible con una sociedad abierta, igualitaria, justa y próspera.
El Estado constitucional quedó a medio construir. Hoy padecemos los efectos de un declive institucional que dificulta la gobernabilidad y con ello se enconan fenómenos como la corrupción, la violencia, la injusticia y la desigualdad. La degradación progresiva de las instituciones tiene como causa el hiperpresidencialismo, que se ha vuelto un obstáculo para la gobernabilidad democrática de México. Esta decadencia institucional es cada día más evidente; su única ventaja es hacer ostensible lo que hace algunas décadas sólo era visible desde algunos puntos de observación.
La era del presidencialismo unidimensional debió quedar atrás hace largo tiempo; su subsistencia es el mayor escollo para contar con instituciones capaces de abatir la corrupción, la violencia y la desigualdad; esa modalidad de presidencialismo / personalismo impone a la vida pública una dinámica de sumisión y mediocridad que invalida la vida institucional. Institucionalismo y personalismo son términos antagónicos y excluyentes. Las reformas necesarias son muchas y son posibles. Por décadas las he examinado con Porfirio y con otros dirigentes demócratas, que por fortuna México los tiene. Es indispensable contar con poderes fuertes, pero ninguno hegemónico.
Salvados los matices y algunos énfasis, en múltiples diálogos personales y coloquios públicos, Porfirio y muchas otras personas hemos coincidido en lo substancial: hacer del Estado un conjunto de democráticas funcionales que remplacen el instituciones patrimonialismo imperante. El personalismo es asfixiante en todos los niveles, y si no que lo digan los millones de mexicanos que sufren los caciquismos territoriales.
Estoy convencido de que conviene implantar un gobierno colegiado, responsable ante el Congreso; fortalecer al sistema representativo y de partidos; contar con formas de participación popular serias; disponer de una administración pública de alta profesionalidad y neutralidad política; acortar los periodos electorales, no para escenificar mascaradas como una revocación que nunca lo fue, sino para que elijamos cada cuatrienio a presidentes y gobernadores, como disponía en su origen la Constitución en 1917.
La familiaridad de Porfirio Muñoz Ledo con el mundo de las ideas, su desenvoltura en todos los niveles de la acción pública, desde el noble espacio municipal hasta el anchuroso escenario mundial, lo han hecho el personaje público más cosmopolita posible. Fraguado en la academia, la administración, el parlamento, las asambleas de partido y los foros internacionales, posee las destrezas requeridas para influir en el ánimo de sus interlocutores y para persuadir a la opinión pública de la ruta democrática a seguir.
Como persona de principios, nuestro homenajeado se caracteriza por expresar sin ambages sus ideas y sus posiciones. Ha preferido pagar los costos políticos de la dignidad y no los costos morales de la abyección. Comparto su perspectiva.
Advierto los signos de un destino borrascoso. La amenaza de enjuiciar y encarcelar a 223 diputados por ejercer sus derechos constitucionales no tiene precedente en los 105 años de vigencia de la Constitución; se perfila la instauración de las purgas políticas en México.
Erosionar la vida institucional, cancelar las interlocuciones constructivas, multiplicar los rencores y propagar el odio en el ambiente, son decisiones muy dañosas. Al cabo de casi dos siglos de hegemonismo presidencial, hemos llegado al clímax pues ahora dispone de un amplio apoyo popular. Es una paradoja aparente porque la democracia siempre ha sido vulnerable a la demagogia.
Hemos visto escarnecer en exceso la Constitución, cuyo artículo 1° prohíbe toda forma de discriminación. Empero, se ha normalizado el acoso desde el poder a las personas por su posición social, por sus actividades profesionales y sus predilecciones personales, y ahora también por sus decisiones políticas. Debemos invocar la fuerza reguladora del derecho y recuperar la orientación equilibradora de la política. No podemos aguardar a que la temperatura siga subiendo porque entonces será demasiado tarde para denunciar el talante represivo que ya asoma.
Un Estado constitucional avanzado no excluye a segmentos de la población, ni riñe u hostiliza a ningún gobernado. El Estado constitucional se basa en el respeto por todos y provee los medios institucionales para la cooperación.
Por ello requeriremos un régimen de gobierno que:
* empodere a los gobernados,
* respete la dignidad de toda la población, sin distinguir entre simpatizantes y antagonistas,
* sustituya la impunidad de los gobernantes por su responsabilidad ante la nación,
* imponga el decoro en el ejercicio de la política,
* garantice a todos, mujeres y hombres, niños y jóvenes, una vida libre de violencia y de corrupción.
En suma, un sistema de instituciones que inspire certidumbre y confianza, basado en la ley como expresión de la voluntad general y no en los dictados de una voluntad individual. No hay Estado de derecho donde prevalece el arbitrio de una persona. Desde el siglo XIX hemos arrastrado una configuración presidencial constitucional errónea que ocasionó múltiples problemas a lo largo de la historia; muchos, entre ellos los aquí presentes, la hemos denunciado desde hace décadas, y hoy hace crisis.
El pensamiento jurídico, político y social avanzado obliga a ampliar los horizontes a partir de la inclusión, el respeto, la solidaridad y la tolerancia propios de un Estado constitucional de bienestar, servicios y libertades. Un Estado así se construye y se renueva a partir de la acción concertada, deliberante y razonable; esta es su esencia y es lo que ha sostenido Porfirio Muñoz Ledo a lo largo de setenta años de vida pública.
Porfirio: usted personifica un ejemplo de dignidad personal y de autenticidad democrática. Merece el bien de la República.
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Ifigenia Martínez
Senadora de Morena
Honorables miembros del presídium, amigas y amigos, compañeros todos.
El día de hoy, en lo que considero un acto de profunda justicia, rendimos homenaje a la vida y obra de un mexicano ilustre. Un acto que, en lo personal, me conmueve especialmente, pues me otorga la oportunidad de ofrecer unas palabras de reconocimiento para Porfirio Muñoz Ledo, compañero de luchas y fraternal amigo.
Asimismo, me complace ver que, entre nosotros, concurren compañeras y compañeros que, más allá de ideologías, nos encontramos reunidos para reconocer la importancia de los setenta años de trayectoria y lucha democrática de Porfirio; una muestra de respeto y leal amistad que estamos celebrando.
Porfirio Alejandro Muñoz Ledo y Lazo de la Vega nació en la Ciudad de México durante una etapa de reformismo y transición política y económica de nuestra república. Se convirtió en un destacado jurista egresado de la Facultad de Derecho de nuestra querida Universidad Nacional Autónoma de México - docente, catedrático, constitucionalista, Doctorado por la Universidad de París y un reconocido servidor público.
Su extensa carrera política está marcada por los hitos cosechados por su entrega, tesón, capacidad y amor patriótico. Sus aportaciones a la construcción democrática e institucional en los diversos cargos en los que participó, han sido en gran medida la cimentación para la vida política y democrática que compartimos actualmente en nuestro país.
En su paso por la administración pública, Porfirio demostró ser un Hombre de Estado en los cargos de Subdirector de Educación Superior e Investigación Científica; Consejero Cultural de la Embajada de México en Francia, Secretario General del IMSS, Subsecretario de la Presidencia de la República, Secretario de Trabajo y Previsión Social, y Secretario de Educación Pública. Como Secretario del Trabajo, Porfirio Muñoz Ledo impulsó políticas a favor de las y los trabajadores y llevó su ingreso real a su nivel histórico más alto. Como Secretario de Educación, contribuyó a elaborar el Plan Nacional de Educación de 1977, implementó importantes reestructuraciones al interior del sistema educativo y promovió reformas en materia de autonomía universitaria, derechos de las y los trabajadores de la educación y el carácter obligatorio de la secundaria
Como parlamentario, se ha destacado por su claridad, conocimiento y firmeza, así como por su capacidad de debate y oratoria, sin dejar de lado la construcción de acuerdos y consensos. Ha sido electo diputado federal en tres ocasiones y fue el primer senador de oposición de izquierda en 1988. Recuerdo que en aquella LIV (cincuenta y cuatro) Legislatura del Senado de la República en la que pertenecimos su servidora y Porfirio, su experiencia y liderazgo fueron fundamentales para construir acuerdos y ganar terreno a la línea oficialista del PRI, en lo que fue el principio de la transición democrática de nuestro país.
Por otro lado, como diplomático, Porfirio encabezó la defensa de los intereses nacionales y de los países en desarrollo del llamado Tercer Mundo, representando dignamente a México ante la Organización de las Naciones Unidas y fue presidente de su Consejo de Seguridad en 1980, haciendo gala de la diplomacia que caracteriza a nuestra política exterior y que es reconocida a nivel mundial. También fue nombrado Embajador de México ante la Unión Europea: el Reino de Bélgica, el Gran Ducado de Luxemburgo y Observador Permanente en el Consejo de Europa en el 2001.
Desde el principio de mi participación política, como Diputada en la L Legislatura, fui acompañada por Muñoz Ledo quien era presidente del partido. Participe como representante de México ante la ONU, siendo Porfirio el Jefe de la Delegacón Mexicana, en un momento en que por mis ideales y pensamientos políticos de izquierda, resultaba complicada mi participación en el sector público. Este nombramiento fue el principio de una gran amistad, llena de respeto y admiración que conservamos hasta la fecha.
En 1987 pugnamos por la democratización del país cuando, junto con Cuauhtémoc Cárdenas formamos la Corriente Democrática en aras de una alternativa política de izquierda, nacionalista y progresista. En ese momento, como en muchos otros a la largo de los últimos 30 años, Porfirio Muñoz Ledo ha desempeñado un papel decisivo en la transición política y social de nuestro país; encabezando la lucha por la institucionalización democrática y la defensa de la pluralidad; sin lugar a dudas, es uno de los ideólogos de la transformación política que vive hoy el país.
Como diputados constituyentes, el liderazgo de Porfirio fue fundamental en la coordinación de los trabajos de la Constitución Política de la Ciudad de México: una constitución progresista, humanista y democrática. Y como diputado federal de la LXIV Legislatura, Porfirio Muñoz Ledo dirigió la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados con firmeza y aplomo, en lo que fue la primer legislatura de esta Cuarta Transformación. Indudablemente, los trazos finos de Porfirio fueron menesteres para la construcción de acuerdos y la aprobación de reformas que constituyen el marco jurídico de esta etapa de transformación democrática.
Por tanto, en los momentos actuales de la vida política del país, Porfirio sigue siendo un elemento imprescindible para la acción política y la Cuarta Transformación. Por lo fundamental de sus críticas al neoliberalismo, que ha significado la desnaturalización de la esencia nacionalista y popular de la Constitución; por su visión de Estado, que promueve un nuevo pacto social que refleja las necesidades y aspiraciones de la sociedad y por su determinación en la construcción de un México institucional, próspero y democrático para todas y todos.
Estoy convencida de que este homenaje se convierte en una nueva oportunidad para reflexionar sobre nuestro futuro y sobre la responsabilidad que quienes iniciamos este camino, tenemos con y para México.
Considero que aún continúa pendiente una amplia discusión sobre nuestro sistema federal y el pacto fiscal; sobre el papel de la sociedad civil y la gobernanza; sobre el Estado de derecho y los derechos humanos; sobre la libre expresión y la pluralidad democrática; y sobre planeación económica, distribución del ingreso y la creación de un Consejo Económico y Social para la dirigencia de la política económica: temas indispensables en los cuales la voz siempre elocuente de nuestro compatriota Porfirio será decisiva.
Sin lugar a dudas, la transformación de la vida pública del país está en marcha, pero queda mucho por hacer. Como Porfirio Muñoz Ledo yo los invito al cuestionamiento, la crítica y el debate. Como sociedad y como Nación, debemos mantenernos firmes y unidos en la lucha por nuestros ideales y por la construcción de una Nación más próspera, democrática y justa para todas y todos; pues sin la participación social no se puede entender la construcción de una democracia moderna.
Porfirio, entrañable amigo y compatriota, espero que estas palabras hayan sido muestra de mi admiración, respeto y amistad. Que nuestras causas sigan siendo conductor de nuestros actos y que sigamos trabajando por el México democrático, próspero y justo por el que hemos luchado.
Enhorabuena y muchas gracias a todas y todos por su atención.
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Lorenzo Córdova Vianello
Consejero presidente del Instituto Nacional Electoral (INE)
Muy buenos días a todas y a todos.
Saludo con mucho afecto a quienes están presentes y, en particular, a las senadoras, Beatriz Paredes, e Ifigenia Martínez.
Al licenciado Juan Francisco Ealy Ortiz y, por supuesto, a Porfirio Muñoz Ledo, a quien tengo el honor de poder llamar amigo, y quien, sin duda, es un protagonista y testigo de la historia política de las últimas siete décadas, y un actor fundamental en nuestra transición a la democracia.
A Porfirio podemos describirlo y reconocerlo por su extensísima semblanza curricular, como hemos escuchado, por sus múltiples aportaciones a la vida pública, por las innumerables anécdotas que conforman su brillante trayectoria política, por sus frases llenas de ingenio, simbolismo y enseñanzas.
Por su labor legislativa, por las instituciones que ayudó a construir y que dirigió, por los miles de acuerdos que propuso y encabezó en bien de la República, por su infinita sabiduría, y también por su calidad humana.
Funcionario público, Secretario de Estado, dirigente partidista, candidato, embajador, senador de la República, diputado federal, intelectual, maestro, académico, y autor de múltiples obras.
Porfirio Muñoz Ledo siempre dejó su impronta en las instituciones por las que pasó y en las múltiples actividades que ha desempeñado.
De sus múltiples facetas: estratega, negociador eficaz y, sin duda, uno de los mejores tribunos que ha tenido el Congreso mexicano, creo que todavía Porfirio imbatible en el número de intervenciones en el Senado de la República, en aquella legislatura que, por primera vez incorporó legisladores de oposición, en donde también nuestra querida Ifigenia integró esa mini bancada de cuatro senadores, frente a los 64 que entonces integraban, aquí, la Cámara alta.
Hay que destacar una dentro de todas esas facetas, decía. La de hombre de Estado, que conjuga al político audaz con el constructor de instituciones, al polemista brillante y al orador implacable con el gran reformador.
La historia registra la intervención de Porfirio en numerosos episodios que resultaron claves para la transición democrática y la construcción de nuestro sistema político electoral.
La fundación de la corriente democrática del PRI, la campaña electoral de 1988, y el Frente Democrático Nacional; la fundación del PRD; las reformas electorales que dieron paso a la creación y ciudadanización del Instituto Federal Electoral; la reforma política del Distrito Federal y el arribo de la pluralidad a la Cámara de Diputados en 1997; la alternancia en la Presidencia, en el año 2000.
La construcción de múltiples acuerdos legislativos que dieron cauce y sentido a la pluralidad del Poder Legislativo; las luchas democráticas de la izquierda en el siglo XXI; la Asamblea Constituyente de la Ciudad México; y la tercera alternancia, también en el año, en la Presidencia, en el año 2018.
A Porfirio lo podemos ubicar en la primera interpelación, como aquí se ha citado insistentemente, a un Presidente de la República desde las curules en septiembre de 1988, pero también presidiendo la Cámara de Diputados en la primera legislatura sin mayorías absolutas.
Y fue precisamente, aquel 1° de septiembre de 1997, ya evocado aquí por muchas y muchos de ustedes, cuando después de muchos esfuerzos y gracias al talento de Muñoz Ledo y de otros legisladores recién electos, se pudo instalar la LVII Legislatura y dar paso por primera vez en la historia a la respuesta de un legislador de oposición a un informe presidencial.
En aquel discurso memorable, Muñoz Ledo hizo una brillante reivindicación del Poder Legislativo, aquí evocada, insistentemente, como depositario de la soberanía popular, y convocó a que, a partir de ese momento, y para siempre, ningún poder quedara subordinado a otro.
Ya lo han citado Martha, Santiago y Amalia en este espacio. Nos decía Muñoz Ledo, y complemento, me han quitado aquí, he tenido que tachar conforme me han antecedido varias de las citas, pero nos decía, me dejaron una, y la agradezco, nos decía el diputado Muñoz Ledo, también, en aquella importante sesión: saber gobernar es también saber escuchar y saber rectificar; el ejercicio democrático del poder es ciertamente mandar obedeciendo.
Sin duda los empeños de Muñoz Ledo como el de muchas y muchos protagonistas de los años de la transición, estuvieron enfocados a lo que él mismo describió como el más sublime significado del cambio democrático, es decir, la mutación del súbdito en ciudadano.
Ése fue probablemente el fin último de nuestro proceso de transición, pasar de un régimen autoritario, monolítico y de partido hegemónico, a un sistema político que reconoce y alienta la pluralidad, los derechos ciudadanos, la libertad, la tolerancia y la convivencia pacífica entre mayorías y minorías, en pocas palabras, ser democráticos.
Hablar de la trayectoria de Muñoz Ledo, homenajear estos 70 años de lucha democrática, es rememorar la historia y revalorar el carácter gradual, evolutivo y progresivo de las reformas políticas que fueron conformando, poco a poco, el sistema electoral que hoy nos permite celebrar elecciones democráticas en condiciones de legalidad, certeza, equidad y transparencia.
Si hay alguien que en su vida y su trayectoria concreta la idea de que la democracia no se construyó en un día, ese es Porfirio Muñoz Ledo.
Hoy, a diferencia de los años en los que comenzó la lucha democrática de Muñoz Ledo, la maestra Ifigenia Martínez, el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas y muchos hombres y mujeres de esa y otras generaciones, en México las elecciones ya no son un problema, nuestros problemas están en otros lados.
Y esta frase, esta idea, concretiza la profundidad de ese cambio gradual y paulatino, a veces trabajoso, a veces demasiado pausado, porque hace 30 años el principal problema que enfrentábamos era justamente elecciones libres y transparentes. Hoy, ya no.
En las décadas de los 80 y los 90, las elecciones eran probablemente la principal fuente de conflicto en el país. Generaban desconfianza, agravios, agitación social y manifestaciones en repudio del fraude.
Hoy las elecciones no sólo han dejado de ser un problema, sino que son fuente de estabilidad política y social y generan confianza ciudadana y legitimidad democrática, y nuestro sistema electoral, sin duda perfectible, es un punto de referencia a nivel internacional.
Me gusta decir que hace 30, 35 años había una total incertidumbre en las reglas del juego electoral, pero una certeza respecto a quien sería el ganador…
Hoy ocurre exactamente lo contrario, hay certeza y claridad en las reglas y una sana incertidumbre democrática, sobre quién va a ganar las elecciones, hasta que la autoridad electoral da los resultados. Y para ese momento, se acaba la incertidumbre.
En los últimos ocho años, desde la reforma político electoral que en 2014 transformó el IFE en INE, hemos celebrado 332 selecciones. El IFE en 23 años organizó 18 elecciones federales, 332 elecciones mediante las cuales se ha renovado la Presidencia de la República, el Senado, la Cámara de Diputados, hemos, en tres ocasiones.
Hemos organizado 51 elecciones de gubernaturas, en 35 de las cuales ha habido alternancia en el partido gobernante, se han renovado al menos dos veces los 32 congresos estatales y los más de 2 mil ayuntamientos.
Por cierto, este es el periodo de la historia en el que más alternancias ha sabido, el índice de alternancia a nivel federal y local alcanza el 63 por ciento, es decir, en estos ocho años la posibilidad que de que el partido que gana una elección vuelva a ganar en la siguiente cita electoral es de apenas una de cada tres probabilidades.
Si eso no quiere decir que en México existen condiciones para que sea el voto de las y los ciudadanos quién define quién nos gobierna y quienes nos representan, entonces no sé qué sea.
Las elecciones han provocado que se renueven los poderes públicos en paz, y las impugnaciones poselectorales se han resuelto por los cauces institucionales con escasa conflictividad social, en todas y en cada una de las 332 elecciones que hemos organizado en los últimos años ha ocurrido lo mismo.
Aunque son muchos los problemas estructurales que enfrenta el país, en un contexto mundial sin duda complicado, y muchísimos los rezagos sociales, la promesa de justicia social que nos heredó la Revolución Mexicana sigue hoy a más de 100 años siendo una promesa incumplida.
Problemas y rezagos en materia de pobreza, desigualdad, inseguridad y violencia. en la dimensión electoral de nuestra democracia. vuelvo a insistir, aunque siempre sea mejorable, podemos decir que nuestro sistema funciona, y funciona bien.
Esto, gracias a las aportaciones, la vocación democrática, y la trayectoria de mujeres y hombres que construyeron ese sistema, insisto, en un proceso gradual y progresivo en el que fue fundamental el diálogo entre las fuerzas políticas, la negociación, la construcción de acuerdos, y el respeto a nuestra pluralidad.
Entre ellos, Porfirio Muñoz Ledo tiene un papel destacado, permítame un dato que quiero enfatizar, aunque podríamos aquí hacer un elenco innumerable, incontable.
Porfirio fue uno de los autores, lo acaba de mencionar Amalia en su intervención, de uno de los principales baluartes de nuestra construcción democrática, en la reforma de 1996 se constituyó finalmente, el anhelo planteado desde los diálogos que antecedieron los foros públicos, que antecedieron la reforma de 1977.
Por cierto, el discurso, nota al pie, no nos olvidemos, a veces se nos van las fechas, y qué bueno que no se nos va la de los 70 años de Porfirio, justo hace 45 años, en el mes de abril, el 1° de abril, Reyes Heroles pronunció en Chilpancingo el discurso que ilustró el sentido que iba a tener aquella reforma política.
Insisto, en 1996 se concretó el anhelo planteado desde casi 20 años antes, de un órgano electoral, el IFE entonces, plenamente autónomo.
Una autonomía que hoy, como INE, ejercemos, guste o no, en cada decisión y en cada momento de manera invariable, y así lo hemos hecho en los últimos ocho años.
En mayo de 2021 Porfirio hizo público un texto que tituló “Dialogo incluyente sobre la República”, en el que propuso 11 objetivos claros y asequibles para la renovación del proyecto nacional, que iban desde el respeto a la división de poderes, hasta el respeto a los organismos constitucionales autónomos, la sociedad civil, la libertad de prensa, y la igualdad sustantiva entre hombres y mujeres.
En el punto 7 de este documento Porfirio propone el respeto a la pluralidad esencial del país, la abolición de la verdad oficial, y la apertura de un diálogo verdadero.
En ese documento, junto con sus iniciativas como diputado en la LXIV Legislatura su prolífica obra como ensayista y articulista, y su misión, aún inconclusa, de construir una auténtica reforma del Estado, dan cuenta de que tenemos Porfirio para mucho tiempo más.
Sin duda, Porfirio es uno de los protagonistas de nuestra transición, forjador de acuerdos y constructor de muchas de las instituciones que hoy dan vida y sustento a nuestra democracia.
En ese sentido, es uno de los constructores del proceso que nos permitió sentirnos, y ser parte, todas y todos, de una casa común, nuestra sociedad en clave democrática, en donde cabemos todas y todos, con nuestras legítimas diferencias, sin excepción.
La defensa de esa casa común que sustituyó a aquella realidad política de dónde venimos, excluyente y opresiva, y que afortunadamente logramos dejar atrás, es hoy, lamentablemente, la causa política, todavía, más importante que enfrentamos.
No debemos olvidarnos de que la ruta de la transición democrática, de la transición política, es una avenida de doble sentido, uno de ellos nos lleva hacia la democracia, otro, hacia regresiones inaceptables.
No embocar este último camino pasa invariablemente por reivindicar el derecho legítimo que tenemos todas y todos a pensar distinto, el reconocer, el procurar, el defender, y el recrear el pluralismo político, es la esencia de la democracia, y la primera de las razones, de las condiciones, de su diferenciación frente al autoritarismo.
En muchos sentidos, las lecciones que como político, como incansable luchador por la democracia, como diplomático, como intelectual, que ha tenido Porfirio, nos lo recuerdan permanentemente.
Por todo ello, muchas gracias, querido Porfirio, felicidades por tu trayectoria, por tu tenacidad y tu empeño incansable por construir democracia y auténticamente hacer historia.
Muchas gracias.
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Santiago Creel Miranda
Diputado del PAN en el Congreso de la Unión
Porfirio en una frase:
El escrito que voy a leerles, lo redacte hace algunos años mientras escribía algún episodio de tu prolongada vida política, vida parlamentaria querido Porfirio.
Por esas cosas que pasan nunca alcanzó a ser impreso y ahora me permito hacerlo público, y lo hago porque releyéndolo es un atrevimiento y un atrevimiento como lo he titulado: “Porfirio en una frase”.
Y lo hago como atrevimiento porque es un rasgo muy característico de mi amigo Porfirio. Se ha atrevido a ser prácticamente todo.
Corrían los días previos del tercer informe del presidente Ernesto Zedillo, la Cámara de Diputados era presidida por Porfirio Muñoz Ledo, quien preparaba la respuesta que debía de dar al presidente de la República en la sesión del Congreso General que estaba muy próxima a celebrarse.
Las elecciones de 1997, habían dado como resultado que la Cámara de Diputados se integrara por vez primera con una mayoría opositora. El gobierno se negaba a aceptar su condición de minoría. Pretendían seguir controlando San Lázaro, sin contar con las suficientes curules para ello.
La obcecación de aquel entonces llegaba al punto de que la Presidencia de la República, atropellando todas las formas, una y otra vez se negaba a recibir a la Comisión de Cortesía de la Cámara de Diputados que debía informarle sobre la instalación de la nueva legislatura.
Las amenazas estaban latentes, al grado que los diputados integrantes del partido en el gobierno en aquel entonces, no llegaron a la instalación de la Cámara. En tanto, la nueva mayoría opositora tomaba protesta, la minoría del grupo gobernante haciendo una labor de zapa esperaba acantonada, a una distancia prudente de San Lázaro, apostando a que prosperara su intentona.
Previamente habían buscado cooptar a algunos de los legisladores, penosamente unos pocos sucumbieron. Sus ausencias en las reuniones previas se tornaron premonitorias de lo que finalmente ocurrió. Lo bueno fue que a pesar de la afrenta a la dignidad de la Cámara, la nueva mayoría pudo sostener sus votos, su integridad y sus convicciones.
En las instalaciones de San Lázaro, el ambiente era igualmente adverso. El personal, acostumbrado a la hegemonía anterior intentaba desconocer al nuevo poder votado por los electorales. A paso muy lento entregaron las instalaciones. Cuando las puertas del Salón Verde se abrieron de par en par, se hizo un auténtico festejo. El buen ánimo se coronó con brillantes discursos dados por los Coordinadores.
La instalación fue tortuosa hasta el extremo, hasta para encender la luz del salón de sesiones y dar sonido a los micrófonos, se requirió de una ardua negociación. Pero lo que estiró la liga prácticamente al rompimiento, fue cuando el personal de la Cámara se negó a proporcionarnos el tintero que se ubica en la mesa que preside el salón de sesiones. En ese momento el tintero de San Lázaro se convirtió en el símbolo de nuestra lucha. La ceremonia de instalación comenzó hasta que ese tintero ocupó su lugar.
Los Acuerdos de Esopo facilitaron los consensos para que esta nueva mayoría pudiera instalarse. En aquel entonces se le bautizó como el “G4”, en cuya construcción Muñoz Ledo desempeñó un papel fundamental, determinante. Sabía lo que estaba en riesgo y la responsabilidad que le imponía ser mayoría opositora en la Cámara de Diputados, particularmente en un régimen que todavía seguía siendo en muchos sentidos hegemónico.
Ese era el ambiente que reinaba en los días previos del informe presidencial cuando Muñoz Ledo preparaba su respuesta al mensaje del Presidente de la República.
Tuve la oportunidad, y diría yo el privilegio, de acompañar a Porfirio cuando redactada su discurso de respuesta al Presidente de la República. Hubo un momento, estábamos en su biblioteca, Porfirio sacaba libro tras la libro, los iba apilando en columnas. Le pregunté Porfirio qué estás buscando, me respondió: “una frase”-hizo una pausa, retomó la palabra y remató una frase que lo dice todo-que describe el momento político que está viviendo la 57 legislatura y es precisamente la respuesta que le debo dar al presidente de la República.
Hurgando en los libros añadió:
-Creo que está en el Fuero Juzgo. No, no, está en los Fueros de Aragón, comentó. Porfirio encontró la frase, una especie de Aleh político que efectivamente explicaba todo: lo que debía hacerse y sobre todo lo que debía de decirse.
Una frase que, además, enganchaba con la historia constitucional nuestra que se remonta hasta a la Edad Media, que proviene de la más antigua tradición jurídica hispánica que surge de un ceremonial de coronación, que sometía a los reyes de Aragón al acceder al trono y jurar la ley suprema del reino en su acceso a esa trono.
Representa en la tradición hispano-mexicana, los primeros esfuerzos de construir soberanía que ha servido de soporte en nuestros momentos fundacionales, tanto en la Constitución de Cádiz, como en la Constitución mexicana de 1824.
Nuestro representante en Cádiz y diputado constituyente en 1824, Guridi y Alcocer, como constituyente en Cádiz y como constituyente en 24, utilizó esa frase para argumentar el sentido de nuestra soberanía.
La frase original aragonesa decía los siguiente: “Nos, que somos tanto como vos y todos juntos más que vos, os hacemos Rey de Aragón, si juráis los fueros, y si no, no”.
Cuando escuché a Porfirio pensé: Esa es, esa es la frase. Muñoz Ledo la repitió en el salón de sesiones, con algunos cambios para adaptarla al lenguaje del momento y de las propias circunstancias.
En aquella memorable sesión, Porfirio dijo que la frase haciendo una breve pausa, para después subir el tono, al tiempo que volteó a ver al presidente y a todos los demás asistentes, y lanzando la frase como un dardo que daba directamente en la diana, dijo lo siguiente.
“Nosotros, que cada uno somos tanto como vos, todos juntos valemos más que vos”.
Y añadió: “Que esta igualdad que hoy descansa el equilibrio de las instituciones de la República, se convierta en la forma de vida que heredemos a las futuras generaciones mexicanas”.
La sesión por momento se interrumpió y no sin dificultades pudo reanudarse.
Esa pausa, sirvió para entender que México ya había cambiado y que Porfirio Muñoz Ledo persistía, una vez más, en sus afanes por consolidar las transición democrática de México.
Estimado Porfirio, la historia de este país habrá de consignar claramente tus aportaciones que le has hecho a la República en todos los ámbitos.
Concluyo con una frase: “En vida, hermano, en vida...” estoy muy contento Porfirio de este homenaje que te hacemos, contigo presente mirándonos, como lo hemos hecho durante décadas estoy seguro que por mucho, mucho tiempo más.
Gracias por todo. Porfirio, gracias al amigo, gracias al compañero de muchas batallas, gracias a mi maestro, sin que estar en tus aulas, he aprendido mucho de ti. Muchas gracias querido Porfirio.
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Martha Bárcena
Embajadora Emérita
Distinguidos amigos y compañeros:
Es un honor y un privilegio participar en este Homenaje en honor de Porfirio Muñoz Ledo en el 70 aniversario de su lucha democrática.
Quisiera referirme hoy a una faceta del embajador Muñoz Ledo que todos admiramos, la del diplomático y estadista.
En alguna ocasión una funcionaria de la Secretaría de Relaciones Exteriores me preguntó por qué tenía yo tanto aprecio por el embajador Porfirio Muñoz Ledo.
Le respondí que mientras ella no sería siquiera una nota de pie de página en un libro sobre la historia de México en el siglo XX - y ahora en el XXI-el nombre de Porfirio Muñoz Ledo estaría en varios capítulos: en el del proceso de la transición democrática en México, de las políticas educativa y laboral, de los debates históricos en el Congreso, de la nunca acabada y necesaria Reforma del Estado y también, en el capítulo de política exterior por su brillante desempeño como Representante de México ante la Comunidad Económica Europea, hoy Unión Europea y como Representante Permanente de México ante la Organización de las Naciones Unidas.
Pocos políticos mexicanos pasarán a la historia como grandes estadistas y Porfirio, mi exjefe, mi maestro, es uno de ellos. Porque como lo dijo Juan Ramón de la Fuente en 2017 en la UNAM, "Porfirio Muñoz Ledo representa un tipo de político que está intelectualmente por arriba de la media de los políticos en México".
Nada más cierto en un México que atestigua día a día la degradación de la vida política, del debate. Que ve, impotente, la falta de talento y voluntad para construir consensos, para reconocer los beneficios de la diversidad. Porque como Porfirio mismo ha definido: "La democracia es el espacio de la pluralidad, mientras la República es la encarnación del consenso".
En 1997, al responder al Informe del presidente Ernesto Zedillo, en su calidad de líder de la oposición Porfirio Muñoz Ledo dijo:
"La obcecación es contraria a la sabiduría y nociva para los quehaceres del Estado, que, si bien exigen firmeza, demandan asimismo flexibilidad, imaginación y acatamiento del veredicto electoral. Saber gobernar es también saber escuchar y saber rectificar."
Estas sabias palabras se aplican al ejercicio de la diplomacia, instrumento para el desarrollo de una política internacional que representa la forma más alta de hacer política.
Y Porfirio Muñoz Ledo ha sido un político de altos vuelos a nivel internacional, y un gran diplomático. La lectura de las entrevistas que James Wilkie y Edna Monzón Wilkie le hicieron para la Historia Oral de su trayectoria, son testimonio de la pasión de Muñoz Ledo por el ejercicio de la diplomacia en defensa del derecho y la moral internacionales, de los principios de la política exterior de México y de sus intereses nacionales.
En esa Historia confiesa que el puesto de Representante Permanente en Naciones Unidas es el que con mayor plenitud me he desempeñado" porque en él, pudo aprovechar su experiencia acumulada, y ahí desplegó todos sus talentos, como después lo haría en Bruselas.
Un recorrido por sus años en Nueva York nos recuerda la compleja agenda internacional que le tocó lidiar: las negociaciones económicas internacionales, la votación de la Carta de Deberes y Derechos Económicos de los Estados, el Plan Mundial de Energía. Ello en el ámbito económico.
En el político, la elección de México al Consejo de Seguridad de la ONU, por unanimidad. Durante su gestión se dio, la condena a la invasión soviética a Afganistán y la convocatoria a una Asamblea Extraordinaria de emergencia, en coordinación con Filipinas, ante el veto soviético. La historia parece repetirse, aunque ahora en Ucrania.
También se discutieron en el Consejo de Seguridad, el bombardeo de Israel a la central nuclear de Irak, con el voto a favor de Estados Unidos; la búsqueda del cese de hostilidades en la guerra entre Irán e Irak y la situación de los rehenes estadounidenses en Irán. El embajador Muñoz. Ledo, fue testigo de la la transformación de la política exterior de EU de una visión liberal a una de mayor intolerancia al pasar a ser controlada por los conservadores radicales.
Por primera vez el Consejo de Seguridad consideró los temas de Centroamérica. México luchó por el apoyo a la revolución sandinista en Nicaragua, hoy tristemente traicionada y promovió el respeto a los derechos humanos en El Salvador.
Con el embajador Antonio González de León impulsó la negociación de la Convención sobre la protección de los derechos de todos los trabajadores migrantes y sus familias.
En 1981, cuando Porfirio Muñoz Ledo era el Representante Permanente ante la ONU, yo era una joven diplomática. En una reunión de coordinación se me ocurrió corregirlo. Todo mundo esperaba que me regañara por haberlo hecho. Me salvó Don Alfonso García Robles al decirle: querido Porfirio, ¿de dónde sacaste a esta niña? Me salvé de su furia y gané un amigo.
Del embajador Muñoz Ledo aprendí la responsabilidad de representar a este gran país, con conocimiento de los temas, puntualidad, entrega y profesionalismo. A trabajar en equipo, pero sin descanso. Lo vi interactuar con los grandes de la diplomacia mexicana: Alfonso García Robles, Antonio González de León, Jorge Castañeda y Alvarez de la Rosa, Manuel Tello, Sergio González Gálvez.
Les comparto sus palabras:
"En la ONU aprecié cómo el prestigio y el reconocimiento crecen con el mérito".
Años después tuve de nuevo el privilegio de trabajar con él en la IV Cumbre ALCUE, América Latina y el Caribe-Unión Europea que se celebró en 2004, en Guadalajara. Fue una Cumbre difícil, que tuvo como temas centrales el fortalecimiento del multilateralismo y la cohesión social. Se logró la aprobación de la Declaración de Guadalajara gracias a la capacidad negociadora del embajador Muñoz Ledo. Estuvo a punto de no salir, de ser bloqueada por otros países, pero la malicia de la diplomacia mexicana y la convicción de Porfirio Muñoz. Ledo la sacaron adelante.
Estuve al frente del Centro Latinoamericano de la Globalidad (CELAG), fundado por él. Ahí hacíamos investigación sobre temas internacionales, de energía, de ciencia y tecnología y migración.
En los últimos años la voz clara e independiente del embajador Muñoz. Ledo se ha alzado en defensa de los seres desesperados que huyen de situaciones igualmente desesperadas, de esos migrantes indocumentados que han sido maltratados en nuestro país en su búsqueda de un futuro mejor.
Creo que la trayectoria de Porfirio Muñoz Ledo, su lucha por la justicia y la democracia en este país, la defensa de los intereses de México, su convencimiento de la relevancia de la diplomacia de la patria latinoamericana, de que siempre hay que escuchar, negociar, consensuar es una lección para todos los mexicanos. Estoy cierta que, en el futuro, nuestros
hijos y nuestros nietos leerán en los libros de Historia de México la contribución que este hijo de A paseo el Grande ha hecho a nuestro país.
No puede haber mayor reconocimiento ni homenaje a un hombre que ha entregado su vida a México, con sacrificios personales y familiares. Sus cuatro grandes maestros: su padre, Mario de la Cueva, Jaime Torres Bodet e Ignacio Morones, estarían orgullosos de él. Sus compañeros de tantas luchas, Cuauhtemoc Cárdenas, Ifigenia Martínez, también.
Todos los que trabajamos y aprendimos de él podremos decir con orgullo: "Tuve el privilegio de colaborar con un gran diplomático, un intelectual, un hombre de Estado"
Muchas gracias.
Amalia García
Diputada federal de Movimiento Ciudadano
Agradezco el Senado de la República, a las 12 senadoras que hoy lo representan, a la senadora Beatriz Paredes, a la senadora Ifigenia Martínez, la Corregidora, que así le hemos dicho porque en su casa se fraguó la ruptura en 1987.
A Don Francisco Ealy Ortiz, de El Universal, que ha tomado la decisión de participar en esto, que yo diría no es solamente un homenaje general, Porfirio ha convocado, generalmente, lo largo de su vida a que se abran causas distintas en la vida política del país y esto, por las intervenciones que estamos escuchando, se ha convertido también en una especie de espacio de la Corregidora porque aquí hay una convocatoria, como siempre, a lo largo de la vida de Porfirio, una convocatoria a enderezar el rumbo del país.
Cuando recibí la invitación para participar en este homenaje se decía que era por el 70 aniversario de su lucha democrática, entonces dije, ¿por qué 70 aniversario? Porfirio nació en 1933 y, si hablamos de 70 aniversario, estamos hablando de que está refiriéndose a una etapa que inició cuando él tenía 19 años aproximadamente.
Ya se ha hablado aquí de su paso por la Facultad de Economía, con una generación espléndida, que tanta falta nos hace presente aquí, aunque aquí existen también los hombres y las mujeres para enderezar el rumbo de México, porque dirigen, porque luchan democráticamente.
Porque en esa época, Porfirio Muñoz Ledo, junto con esa gran generación, como ya lo dijo Ealy Ortiz, fundaron la revista Medio Siglo, pero no solamente eso, Porfirio a los 19 años fue elegido presidente de la Sociedad de alumnos y no era una presidencia como todas las demás que hicieron esa generación. Porfirio, de manera sustancial, en esa presidencia, esa sociedad de alumnos, empujaron una reforma universitaria en la Universidad Nacional Autónoma de México, por eso me parece que es acertado hablar de 70 años en esta lucha democrática, porque desde entonces estaba presente ese empuje.
Porfirio se fue estudiar a París después de terminar sus estudios en la Facultad de Derecho y se fue a estudiar Ciencia política y Derecho Constitucional, ahí agregó el pensamiento que le daría los elementos y la fortaleza tener la profundidad de pensamiento que le conocemos, esa profundidad que sacude, que también convoca y además que es lo que destaca de Porfirio. Ese pensamiento profundo lo ha unido a la acción, es un intelectual, pero también es un hombre de acción y un hombre de partido en el sentido de que ha tomado partido siempre militando trabajando y defendiendo sus causas.
En el PRI, durante muchos años, ocupó distintos espacios y estuvo en el IEPES, presidió la Comisión de Estudios sobre Federalismo, continuó entonces desde el ámbito político a pensar en la República y en el país, pero en ese andar de la política en el PRI fue coordinador de la campaña de José López Portillo, un momento muy singular en la historia de México porque José López Portillo fue candidato único, no hubo ningún otro candidato en 1975.
El PAN, que podía haber postulado, participado legalmente, internamente, no logró cumplir con los requisitos de su reglamento para poder postular candidatos. La posición estaba perseguida y acosada. Valentín Campa participó sin registro y como decía López Portillo, si solamente hubiera votado el por sí mismo hubiera sido presidente de México.
Era una época tremenda de nuestro país, pero también era una época que estaba sacudiendo el mundo. En 1974, se había dado la Revolución de los Claveles en Portugal, una revolución que mostraba que se tenía que ir a la construcción de regímenes democráticos de manera pacífica.
También con la muerte de Franco, empezó una nueva etapa en España, en México, porque vivíamos en el sistema de partidos de Estado o sistema de partido único, como le llamábamos. Era tal grado, que después del 68, con la masacre de los presos políticos del movimiento guerrillero, era insoportable lo que se vivía ahí y siendo Porfirio miembro del PRI llegó a la conclusión, después del empuje de la posición de que tenían que hacerse unas reformas. Se hicieron la reformas que lograron finalmente que, en 1979, expresiones políticas que habían sido excluidas marginadas y perseguidas pudieran participar.
Porfirio Muñoz impulsó algunas de las acciones más relevantes en la historia de México en materia de derechos laborales, por ejemplo, no sólo expandió derechos e instrucciones beneficiando a trabajadores que llevaron el ingreso real a su nivel más alto por una convicción porque expresó que rechazaba la visión establecida para que hubiera crecimiento económico, tenía que contenerse el salario y lo que él planteó es que el crecimiento económico tenía quedarse con salario e ingresos dignos que permitieran que los trabajadores estuvieran gozando también de ese crecimiento.
Yo sintetizaría que Porfirio ha seguido a lo largo de toda su vida que un Estado social no se basa en dádivas sino que la mejor política social es el salario digno y eso es lo que hizo Porfirio en la Secretaría del Trabajo: empleo y salario digno.
Creo y es importante subrayar, que dio apertura a la oposición. Ese diseño institucional que le daba todo el poder al presidente y a un partido político del partido en el gobierno ya no era un modelo que generará intranquilidad en el país. Fue fuente de tremendos conflictos y por eso empezó a haber un debate en el propio PRI; fue necesario que el debate fuera mucho más allá y Porfirio Muñoz señaló que tenía que llegar a su fin este régimen político y el tema de un partido casi único, pero también tenía que haber una revisión del modelo económico porque con Miguel de la Madrid ya estaba presente un viraje neoliberal.
En la política económica crearon la corriente democrática del PRI ante el dedazo en el partido en el que militaba y llegaron a la conclusión de que esto no podía seguir. Porfirio con convicciones, debatiendo, argumentando, decidió romper con el Partido Revolucionario Institucional y creó el Frente Democrático Nacional.
¿Qué era lo que sucedía en el Frente Democrático Nacional? No solamente se proponían cuestionar al sistema imperante, no se trataba solo de resistir o renunciar, se trataba de sentar las bases de un nuevo modelo de desarrollo político y democrático, de libertades para el país.
Se creó el PRD, se fundó una fuerza política. Todas y todos los que estamos aquí conocemos lo que fue el PRD, una enorme democratización de movimiento de masas con un debate intensísimo. Los medios de comunicación llegaron a denominar estas corrientes que debatían como las tribus del PRD porque el debate era intenso y yo quiero recordar aquí el papel de Porfirio Muñoz Ledo y el de Cuauhtémoc Cárdenas en 1995, en el Congreso de Oaxtepec del PRD al que asistieron alrededor de 2000 delegadas y delegados.
Alrededor de 400 afiliadas y afiliados, asesinados por defender su derecho al voto y a la libertad electoral tenían que plantear sus rumbos. El debate fue de verdad álgido porque Cuauhtémoc Cárdenas planteó que lo que tenía que impulsarse era un gobierno nacional y Porfirio Muñoz Ledo, que había que ir a la transición pactada.
Ahí estaban tal vez los ecos del pacto de la Monclova, 2000 delegados y delegadas presentes ahí interviniendo día y noche en que tenían que irse por una reforma del Estado para cortar una reforma del Estado y que para eso había que empezar con una gran reforma en materia electoral, que le diera el proceso electoral la con las condiciones, la institucionalidad autónoma del poder ejecutivo para poder organizar estas elecciones con consejeros independientes.
A partir de esta decisión junto con otros mexicanos y mexicanas, en 1996, se desplegó porque la posición de Porfirio, hay que decirlo, ganó en el congreso de Oaxtepec. No fue un asunto sencillo, imaginémonos a Cuauhtémoc Cárdenas en ese momento, ahora, por supuesto, le tenemos un enorme afecto y respeto e intento incorporar algunos de los planteamientos de Cuauhtémoc, pero la decisión fue intentar la transición pactada y a una transición plantear proponer diálogo y acuerdos. Se dio la reforma electoral finalmente.
José Woldemberg ha dicho que ha sido la reforma más ambiciosa y abarcadora en materia política en nuestro país porque sentó las bases de la independencia y de la legalidad para poder determinar cuáles eran los espacios de representación popular.
Mientras, en la Ciudad de México, en 1993, en medio de la ola de transformaciones que había llevado a cabo un plebiscito, no estaba en la ley, pero tampoco estaba prohibido. Hicimos el plebiscito sin dinero, como se pudo, pero participaron más de 600,000 personas y el grupo que se formó para impulsar las reformas democráticas y las reformas electorales, con Porfirio activamente, lograron en 1997, finalmente, exigir al jefe de gobierno se acabara la regencia, es decir eso de que el regente, el que gobierna a nombre de las minorías se acabó.
Porfirio Muñoz Ledo ha puesto el acento en que tiene que haber equilibro entre los poderes, en que no puede haber subordinación.
Aquí Santiago mencionaba esa frase extraordinaria y contundente de que el cambio democrático, porque ya estaba el cambio democrático, es la mutación del súbdito al ciudadano. La mutación del sujeto al ciudadano. Esa es la democracia. Nada de súbditos, ciudadanas y ciudadanos.
También debo decir que en el PRD, en esos debates álgidos e intensos, se dio la batalla para establecer las cuotas para que estuviera obligado el partido a elegir mujeres. Todavía en este momento no estamos de acuerdo en las cuotas. Finalmente, se aprobó en el PRD que no podía haber más del 70% de un género, ni menos de 30% de otro. Había mucho camino por andar, pero Porfirio ha sido congruente con su posición de defender la igualdad de las mujeres y en la pasada legislatura restante una iniciativa de reformas constitucionales formidables donde el centro del corazón es la igualdad y la participación de las mujeres.
Yo termino diciendo que algo que destaca y lo repito: “nosotros, cada uno, somos tanto como vos, pero todos unidos valemos más que vos”. Es una frase que Porfirio ha vivido frente al poder estando en el sistema de partidos. Ha estado rompiendo con el poder, con todas las consecuencias de romper con el poder y lo ha hecho en esta última etapa porque su convicción es que un régimen democrático no puede ser autocrático. No lo puede tener una sola persona todo el poder, eso es inaceptable.
Termino señalando que en estos últimos tiempos tiene tanto que aportar Porfirio, que hace unos cuantos meses todavía lanzó una convocatoria para que se constituyera un movimiento por la República y el movimiento por la República que ha convocado Porfirio es para que no se supedite el Congreso ante el Ejecutivo para que se respeten los órganos autónomos, para que haya independencia de Poder Judicial.
Ese es Porfirio mi amigo, a quien quiero enormemente, de quién he aprendido tanto y termino diciendo que cuando hay debates muy duros recuerdo que, Porfirio dándonos clases de lo que pasaba en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, nos decía: “hay que hacerlo más sencillo, hay que tener de un lado las diferencias irreconciliables porque las hay en el mundo y del otro lado los puntos en los que se puede acordar, para marchar en lo que se puede acordar”.
Ha sido un guerrero y al mismo tiempo un hombre de diálogo, gran orador, campeón de oratoria, que le debe ser campeón de oratoria a su madre maestra porque como lo ha dicho, él era tartamudo de niño y su madre lo ponía a leer constantemente hasta que lo convirtió en campeón de oratoria.
Un hombre dispuesto a conciliar, Porfirio celebramos tu vida. Te queremos seguir celebrando mucho tiempo. Muchas gracias.
apr/rcr