Las mujeres con se enfrentan a discriminación, rechazo, falta de oportunidades, invasión a sus vidas privadas y desilusiones a la hora de buscar trabajo. A pesar de estar preparadas y contar con carreras universitarias y posgrados, la sociedad las señala y les dice que no pueden ser útiles debido a sus discapacidades.

Así fue en el caso de Michelle Chávez, quien perdió una pierna después de sufrir un intento de feminicidio por parte de su expareja. Cuando tuvo que salir a buscar un empleo sufrió rechazo en varios intentos. Sin embargo, en la búsqueda de su independencia económica aprendió a defender sus derechos y visibilizar sus necesidades.

Otro caso es el de , quien tras vencer al cáncer comenzó a utilizar silla de ruedas y se adaptó a su nueva vida y a un mundo que no está hecho para las mujeres con discapacidad. “A pesar de que muchas empresas pueden ser inclusivas, las personas a menudo no lo son”, advierte.

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Michelle Chávez es una madre amorosa de una niña de 14 años. Cuenta con dos carreras universitarias en Pedagogía y Mercadotecnia Digital. Le apasiona la publicidad y en su tiempo libre le gusta dormir y pasar tiempo con su familia. Es coautora de un libro, activista y embajadora de Mexicanas con Discapacidad, en representación de la Ciudad de México.

Michelle es sobreviviente de un intento de feminicidio por parte de su expareja y padre de su hija, quien la lanzó de un cuarto piso en 2020, lo que causó que perdiera una pierna y se fracturara la cadera. Cuatro años después, él sigue libre y hay más avances en sus obligaciones como deudor alimentario que en su proceso como agresor y potencial feminicida.

“Perdí la pierna, mi casa, mis muebles y empecé desde cero, me urgía regresar a trabajar. A los seis meses de salir del hospital encontré trabajo en una papelería, pero a los cuatro meses me corrieron con la excusa de que necesitaban ‘una persona más proactiva y que hiciera más actividades’. Señalaron que mi movilidad es más limitada y me dieron las gracias”, afirma.

Estuvo tres meses sin trabajar hasta que hizo una entrevista, pero no la contrataron porque el lugar no estaba adaptado y no tenía elevador. Aunque Michelle señaló que sí podía subir escaleras con prótesis, le dijeron que podía haber un riesgo laboral y que la empresa necesitaba muchos permisos y que no era una situación que buscaran en ese momento. Meses después le llamaron con el argumento de que “no habían cubierto la vacante”, pero ya se encontraba en su trabajo actual, en el que se desempeña como asesora digital en un banco.

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En su búsqueda de empleo aprendió a defender sus derechos y a visibilizar sus necesidades. Tuvo dos trabajos que eran por campañas y al terminar los periodos hizo otra entrevista, en donde fue rechazada porque su currículum señalaba que tiene una discapacidad.

“Al pasar el segundo filtro en un proceso de contratación, las empresas te piden que indiques en tu CV cuál es tu discapacidad y las herramientas de movilidad que utilices”, cuenta la activista de 30 años.

Michelle Chávez perdió la pierna tras ser lanzada desde un cuarto piso por el padre de su hija. Foto: de Carlos Mejía. El Universal
Michelle Chávez perdió la pierna tras ser lanzada desde un cuarto piso por el padre de su hija. Foto: de Carlos Mejía. El Universal

Michelle es una de las 11 millones de mujeres con discapacidad en México y se ha dado cuenta de que muchas veces la sociedad señala a las mujeres con discapacidad y les dice que son diferentes y por ello deben aguantar adversidades y falta de oportunidades en todos los ámbitos de sus vidas. Ejemplos de ello son las actividades cotidianas como ir a una plaza y esperar el elevador, ir al cine o usar el transporte público.

Blanca Sánchez disfruta bailar, ver cine de arte y escuchar música. Estudió Administración Pública y gracias a su esfuerzo y preparación hoy lidera un programa de inclusión en su empresa. Es una mujer perseverante y ama a su familia, que la ha cuidado desde el inicio de su batalla contra el cáncer.

“La discapacidad la adquirí en 2011, por un tumor de cáncer que me dio en la columna y me dejó en esta condición. Después de tres años de rehabilitación logré sentarme en una silla de ruedas; en ese momento no tenía independencia pero posteriormente salí a trabajar. He tenido un buen desarrollo gracias a mucha dedicación, constancia y necedad de mi parte”, relata Blanca, de 49 años.

“Comenzó como una molestia en la espalda y me costaba trabajo caminar. Iba al médico y me decía que era por sobrepeso, pero jamás me mandó a hacer una radiografía, jamás. Hasta que empecé a perder sensibilidad en las piernas el médico me hizo una tomografía, pero ya era demasiado tarde porque mi columna estaba fracturada”, dice.

Debido a las radiaciones y con una salud frágil, el tratamiento se alargó y después de cinco cirugías retomó sus actividades y se unió a la Fundación Humanista de Ayuda a Discapacitados (FHADI), en donde se le brindó ayuda sicológica, conoció amistades valiosas y le dio un nuevo significado a su vida.

“Cuando terminó el proceso de luchar contra el cáncer tuve que ver qué había quedado de mí y cómo iba a salir adelante. Hasta 2014 me enfrenté al cáncer, la discapacidad y a la nueva Blanca”.

Blanca forma parte del 27.6% de mujeres con discapacidad que son económicamente activas y señala que la falta de infraestructura (elevadores, rampas, baños amplios, estacionamiento, además de tecnología necesaria para personas sordas o ciegas) es una barrera para que mujeres con discapacidad encuentren trabajo. También advierte que en muchos casos las empresas sí son inclusivas, pero las personas que allí laboran no lo son.

Cuenta cómo una vez cumplía con todos los requisitos de una vacante, pero al llegar a la entrevista comenzaron a preguntarle cosas privadas referentes a su discapacidad, como: ¿quién te ayuda a vestir?, ¿quién te trae?, preguntas que nada tenían que ver con el puesto o sus habilidades. Con el tiempo, encontró su actual trabajo y poco a poco ascendió hasta explotar al máximo sus capacidades.

“Lo que ves ahora es lo que soy”, señala Blanca Sánchez.

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