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Amenazada de muerte por los maras, Irma Flores, originaria de Honduras , decidió enrolarse en la caravana migrante para seguir el sueño americano. Viaja acompañada de sus hijos, Luis y Mario, de 11 y 5 años de edad, respectivamente.
Los tres están acostados en un colchón dentro de una carpa, en la que por lo menos se encuentran otros 70 migrantes. Ninguno porta cubrebocas para protegerse del Covid-19 .
Pero esto parece no importarle a Irma, quien confía en que "Diosito" la cuidará a ella y a sus pequeños. Y dice que no piensa en el virus, sino en llegar a Estados Unidos, donde piensa encontrar una mejor calidad de vida.
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Cuenta que su hija mayor, Lucía, de 16, se quedó a cargo de sus abuelos maternos con la esperanza de que una vez en territorio estadounidense, Irma la lleve consigo.
Irma, quien hace tres años se quedó viuda, narra que tenía una pequeño negocio de tortillas que les ayudaba a sobrevivir y con el que tenía dos años. Pero al poco tiempo comenzaron a extorsionarla los maras, exigiéndole hasta mil lempiras (unos 870 pesos mexicanos).
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Durante un año les pagó, hasta que un día ya no pudo hacerlo. Llegaron las amenazas de muerte y se vio orillada integrarse en la caravana, y que tardó más de 48 días en arribar a la Ciudad de México.
"Aún no sé hasta cuándo estaremos aquí. Sólo se que no dejaré de luchar para llegar a Estados Unidos", comentó.
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jabf/rmlgv