Nación

“Dijeron que nos íbamos a casa de forma temporal”, afirman jóvenes despedidos

Álex y Sandra lamentan la falta de oportunidades para conseguir trabajo

Álex trabajaba como mesero en un Starbucks de Madrid; Sandra sabe que difícilmente encontrará trabajo como maestra. Foto: CORTESÍA
06/06/2020 |01:40Luis Méndez / Corresponsal |
Redacción El Universal
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Madrid.— Los jóvenes españoles forman parte de una de las generaciones más maltratadas por el desempleo, que de nuevo ha hecho estragos en este sector debido al socavón económico provocado por la pandemia.

Golpeados por las secuelas de la crisis financiera de 2008, muchos jóvenes recién se incorporaban al mercado laboral cuando el coronavirus y el cierre de empresas ha vuelto a dejarlos en dificultades.

Según los pronósticos, el desempleo por la crisis sanitaria puede alcanzar niveles preocupantes a finales de 2020, pues afectaría a 20% de la población laboralmente activa, aunque en el sector juvenil superaría 35%. No en balde, en los últimos años el paro se ha convertido en la máxima preocupación de españoles, según encuestas.

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La mayoría de los jóvenes en España suelen tener contratos laborales precarios y temporales, con salarios que oscilan entre los 600 y los mil euros mensuales, lo que los convierte en un grupo especialmente vulnerable.

Aquellos que tuvieron la suerte de encontrar un trabajo antes de la pandemia, aunque fuera mal retribuido, han pasado a engrosar las estadísticas del paro.

Muchos de los jóvenes cesantes se han visto sometidos a Expedientes de Regulación Temporal de Empleo (ERTE), una figura con la que el gobierno busca atenuar los efectos de la grave avalancha de despidos en el país europeo, pero que no garantiza la recuperación de los puestos de trabajo.

Álex y Sandra, dos jóvenes españoles de 25 y 26 años, respectivamente, relatan a EL UNIVERSAL cómo fueron expulsados del mercado laboral por la pandemia.

Ambos lamentan la falta de oportunidades para conseguir un trabajo digno.

Subsisten con la prestación estatal que cobran como desempleados: 600 euros al mes, los cuales apenas alcanzan para pagar la renta de los departamentos en los que viven con sus parejas.

Álex trabajaba de mesero en un Starbucks de Madrid: “Estamos a la espera de que nos digan cuándo nos vamos a reincorporar al trabajo, si es que lo hacemos.

“Nos dijeron que nos íbamos a casa de forma temporal, pero como está el panorama (...) un sector como el de la hostelería se va a ver especialmente dañado, por lo que nuestros puestos de trabajo están amenazados y no sabemos cuál será nuestro futuro”, asegura Álex, quien cobraba como camarero entre 800 y 900 euros al mes.

“Con el ERTE lo que hacemos es malvivir. Cobramos actualmente 70% del salario, que en nuestro caso era muy bajo, por lo que dependíamos de las horas extraordinarias. Estamos percibiendo ahora 500 o 600 euros al mes, en el mejor de los casos.

“Con ese dinero tienes que asumir todos los gastos de tu vida diaria, incluido el alquiler. Es algo absolutamente inviable, porque además los salarios no nos han permitido ahorrar.

“No sólo estamos sufriendo esta crisis, sino que hemos resentido los efectos de una previa, como son la precariedad y la falta de derechos laborales”, lamenta.

A pesar de que estudió la carrera de Magisterio, Sandra laboraba como recepcionista en unas oficinas de Madrid, de las que fue despedida temporalmente. Prevé reincorporarse a su trabajo en septiembre, pero tiene sus dudas.

“Con la crisis económica de 2008 empezó a haber un abuso con las contrataciones temporales y precarias, sobre todo para los jóvenes. Ahora es casi imposible para nosotros acceder a un empleo digno, aunque tengamos una formación superior”, señala.

La joven cobra de prestación por desempleo 600 euros al mes, los cuales son claramente insuficientes, pues van destinados íntegramente al alquiler del departamento que comparte con su pareja.

“Me encuentro como miles de jóvenes y familias humildes que están ante la disyuntiva de pagar el alquiler o llenar la nevera, porque no pueden hacer las dos cosas a la vez”, añade.

Sandra pertenece a una generación de jóvenes que tuvieron la oportunidad de acceder a la universidad, aunque su preparación académica les está sirviendo de muy poco frente a un mercado laboral cada vez más restringido. El Covid-19 sólo ha contribuido a empeorar las cosas.

“A pesar de que muchos tenemos formación superior, el trabajo que encontramos es muy precario. Estamos muy golpeados. La situación es límite, no nos ayuda a ser optimistas”, dice. Considera que la crisis será mucho peor que la debacle financiera de 2008.

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