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El Mercado Jamaica luce apacible, sin el estruendo diario del pasado. Las flores esperan que vayan por ellas, pero ya no se venden igual. Aquí, los locatarios se han acostumbrado al dolor de quienes todos los días llegan por un arreglo para quienes han sido arrebatados por la epidemia de coronavirus, que hasta ayer sumaba más de 53 mil muertos.
“‘Siempre te amaré mamá’, era el listón que me pidió una niña como de 14 años que vino con su papá y dos niños el 10 de mayo a comprar una corona para su madre que había fallecido por Covid-19 un día antes”, relata Sara, vendedora de coronas y arreglos florales, quien cuenta cómo es comerciar estas ofrendas en tiempos de pandemia.
Sara trabaja en la Florería Casa Hernández, frente al Mercado Jamaica, con su mamá y su tía: “Somos el segundo contacto que las personas tienen cuando pierden a algún familiar por Covid, por eso conocemos este tipo de historias como la de un señor que vino en una semana cuatro veces, hasta nos decía que le hiciéramos un descuento porque ya no tenía dinero”, cuenta Patricia, madre de Sara.
Patricia y Sara señalan que fue durante mayo cuando más personas acudían por parientes fallecidos por Covid.
En ese mes fue cuando María, diabética y de 56 años se contagió. María también es vendedora de arreglos florales, y ella y sus dos hijas se infectaron: “Fue bien duro ese mes, 24 horas después del Día de las Madres me diagnosticaron Covid-19 junto a mis hijas, fue devastador saber eso. Estuve 15 días en el hospital, casi me intuban, por suerte pude salir adelante”, cuenta.
Su hija Guadalupe narra que además del contagio, angustia y miedo, “cuando nos diagnosticaron pasamos la enfermedad en casa, no veníamos al negocio, teníamos todos los síntomas, el problema fue cuando mi mamá ya no podía respirar y la llevamos al IMSS, ahí nos hicieron firmar una hoja de consentimiento por si la tenían que intubar”, recuerda.
Esa angustia se transformó en miedo cuando un día antes de su salida los médicos la confundieron con un paciente al que tenían que intubar, “mi mamá estuvo 15 días internada, 24 horas antes de que saliera nos hablaron y nos dijeron que tenían que intubarla, tuvimos mucho miedo, después nos avisaron que se confundieron de cama, fue un alivio”, detalla.
María narra que vivir esa situación fue una experiencia que no le desea a nadie: “No sólo el hecho de contagiarse da miedo, el ver lo que pasa adentro es una experiencia horrible. A mí me tocó cuando había muchos fallecidos, te llevaban al baño y veías los cuerpos, eran decenas. No se lo deseo a nadie”, asegura.
Ella no fue la única. Dos puestos adelante, Belén, quien también vende coronas y flores, menciona que Evaristo, su esposo, contrajo Covid-19.
“Fue en mayo, un día los dos nos sentimos mal, el médico nos dijo que era probable Covid-19 y al hacernos los exámenes mi esposo resultó positivo. Tuvimos mucho miedo, no sabíamos qué iba a pasar, ni cómo atenderlo. En ese mes sólo escuchabas que la gente fallecía. Por suerte mi esposo no tuvo complicaciones y al mes ya estaba bien”, dice.
El puesto de Belén es amplio, se aprecia que los trabajadores arman coronas y arreglos, no hay estrés ni prisas, pese a que el número de fallecidos se incrementa en el país, no así la ventas.