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La mujer avanza hasta el estrado y se inclina, posa ambas rodillas en el suelo. Se apoya en el piso como si físicamente cargara el peso de los ocho años que han transcurrido desde la desaparición de su hijo Roberto Quiroa Flores Valdez.  Le parece que la última instancia que le queda para llamar la atención del presidente es implorar: “¡Usted me lo prometió, señor presidente!”.

Es María Icela Valdez Chaidez, originaria de Reynosa, Tamaulipas; transcurre la presentación del informe del Sistema Nacional de Búsqueda pero a ella los discursos no le importan, se hinca y por cuarta ocasión -tres como presidente y una como candidato- le pide a Andrés Manuel López Obrador ayuda para encontrar a Roberto, de 29 años de edad.

“El gobernador me quiere matar, tengo mucho miedo pero tengo que buscar a mi hijo”, grita mientras López Obrador firma un oficio que el acompañante de Icela le acerca.

“Para eso estamos, para eso estamos”, le contesta el mandatario mientras, de pie, nueve funcionarios de primer nivel del gobierno federal observan la escena; se perciben confundidos, abrumados ante el dolor de Icela, que es enorme pero no es el único.  

“Es un sufrimiento y un desgaste. Estamos enfermas, sufrimos mucho y lloramos en la noche, no puedes dormir de estar pensando si tu hijo está vivo, qué le están haciendo. Es algo muy triste que no se lo deseo a nadie en este mundo, la verdad. Es muy triste que se te pierda un hijo”, dice ella, entrevistada al término del evento.

Ayer, en la Sala de Tesorería del Palacio Nacional, el lamento y el grito de más de 200 personas calló por momentos a los funcionarios federales e interrumpió el discurso sobre pobreza y programas sociales del Presidente de la República: “¡Quiero volver a ver a mi hijo!”, “¿Dónde están?”, “¡Regrésanos a nuestros hijos!”, gritaban madres, padres, hermanos y esposas que no han encontrado consuelo tras años de búsqueda, inconformes con las promesas y los avances presentados.  

“La pregunta es ¿cuándo?, ¿cuándo?. No hay nada, son simulaciones. Mi hijo desapareció el 27 de mayo de 2011. ¿Se imagina subir y bajar durante 8 años por todo el país y Estados Unidos sin ninguna respuesta?”, gritó María Ascensión González Vela, originaria de Puebla.

Ayer, nadie notó los elegantes pisos de mármol y las brillantes columnas metálicas que adornan el salón donde el presidente suele dar sus conferencias de prensa. Lo que resaltaba eran los rostros de cientos de hombres y mujeres que sus madres y padres llevaban colgados al cuello, impresos en playeras y en grandes carteles o lonas.  

Se escuchaban las declaraciones de funcionarios pero, más fuerte, los reclamos: “¿Dónde están nuestros hijos, dónde están?”, “¡Nos faltan 43 y nuestros hijos también!”.

"Todos ustedes tienen hijos, no creo que quieran sufrir lo que estamos pasando. ¿A dónde están nuestros hijos señor López Obrador? No esperen a vivir un infierno. Tengo ocho años y meses buscando a mi hijo Andrés y no ha pasado nada. Por favor, por favor. Yo no soy, es mi dolor el que habla", reclamaba María Ascensión.  

Los familiares exigieron al mandatario que no se realicen labores solamente en las fosas clandestinas, sino que se busque a sus desaparecidos con vida; que se reconozca que en entidades como Coahuila y la Ciudad de México también hay desaparecidos, y que se detengan las simulaciones de las autoridades que dicen investigar cuando no lo hacen o que hay presupuesto para buscar, cuando este no alcanza.

Desde 2012, Rosa busca a su hija desaparecida en San Fernando, Tamaulipas. Diariamente recorre los cerros y el monte en busca de fosas clandestinas donde pueda estar Dulce. En su trabajo como “rastreadora” ha recolectado “miles y miles” de partículas de osamentas humanas pero de Dulce, nada.  

Regresará a su entidad con más dudas que respuestas pero con la certeza de que no se acordó  la coordinación entre autoridades estatales y federales y familiares para confrontar los hallazgos de unos y de otros, también con la sensación de que alguien está mintiendo. Ese es el tipo de simulaciones que por más de hora y media reclamaron al presidente las familias de los desaparecidos, las otras víctimas.

“No veo algún cambio con este gobierno. Yo voy a la fiscalía del Estado a pedir la búsqueda de mi hija en fosas clandestinas y responden que no tienen presupuesto. Dice el presidente que eso es una gran mentira pero ¿cómo me va a decir a mí que hay presupuesto si no pueden ir conmigo porque no tienen dinero? Le hablaré hoy a la Fiscalía para decirles que, según el presidente, dinero tienen. Esa es una gran mentira: a las fiscalías les recortaron todo su presupuesto”, reclama.  

Además de vivir con la incertidumbre y el dolor de no saber dónde está Adrián Alejandro Martínez López, de 23 años de edad desaparecido en León, Guanajuato, su madre, Eloísa López, lleva un año lidiando con las autoridades ministeriales. Desde el 20 de junio de 2018, el discurso es el mismo: que no hay dinero para buscar a Adrián, que la información que ha aportado la familia es insuficiente, que la investigación no avanza. Que nada, no hay nada, regrese luego.

“Le entregamos pruebas al Ministerio Público de lo que hemos investigado pero todo sigue igual. Sí hay presupuesto pero no hemos recibido ninguna clase de ayuda: todo ha corrido por cuenta mía, que soy la mamá y por la esposa de mi hijo. Mi hijo tiene dos niños y yo creo que no se vale, son niños huerfanitos que esperan la llegada de su papá y su papito no llega. Entonces no, no se vale”, y como a todas las madres presentes esta tarde, al hablar de su hijo a Eloísa también se le quiebra la voz.

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