Le apodan Killer. Le llaman así porque supuestamente es letal como delantero del equipo Venados de Yucatán de la Liga de Ascenso del futbol mexicano. Tiene 34 años, es yucateco, mide 1.80 metros, pesa 78 kilos. El 30 de abril Freddy Jesús Martín Mex fue detenido por policías de investigación de la Fiscalía de Ciudad de México acusado de haber violado a una mujer.
Ayer, en la Unidad de Gestión Judicial 12, de Doctor Lavista, durante la segunda audiencia del caso, el juez Júpiter López Ruiz lo vinculó a proceso y fijó dos meses para las investigaciones complementarias. Freddy, en calidad de presunto violador, permanecerá en el Reclusorio Oriente.
Su caso cobra notoriedad porque es hermano de Henry Martín, goleador del club América, seleccionado nacional, en cuya casa supuestamente ocurrieron los hechos. Pero esta no es su historia, la de Freddy y Henry; al menos, no al principio.
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Esta es, para empezar, la historia de la mujer presuntamente violada por Freddy, que afirma a EL UNIVERSAL que no quiere dinero, que no lo necesita, que es doctora, cirujana general.
Afirma que incluso no aceptó los ofrecimientos del abogado de Henry Martín, porque fue vejada y lo que quiere es justicia para que ninguna mujer vuelva a ser víctima de su agresor, ese hombre que dice que le provocó la más horrible de las pesadillas navideñas…
La fiesta
“A” es venezolana. Tiene 29 años. Muestra su título de la Universidad de Oriente de su país: “Médico cirujano”. Cuenta que está en vías de revalidar sus estudios universitarios en México para poder ejercer y que hasta que vivió su tragedia trabajaba como asistente en el consultorio de un doctor dedicado a la salud estética.
Padece lupus, lo que le provoca fatiga crónica. Salió de Venezuela por problemas económicos, por carencia de medicamentos, por la dificultad de conseguirlos. Vive en Ciudad de México desde hace cinco años.
En diciembre pasado era novia de un compatriota, un chico venezolano de 27 años, futbolista amateur, con quien apenas tenía dos meses saliendo.
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La noche del 24 de diciembre “A” pasó la Nochebuena con sus amigas. Después, su novio, “M”, la invitó a que fueran a una fiesta en casa de unos amigos del joven, en casa del futbolista Henry Martín. Su novio insistió reiteradamente en que llevara a una de sus amigas, muy guapa ella. Su amiga no fue, se fue con su pareja.
“M” toma un Uber y va a alcanzar a su pareja. En el lugar, un fraccionamiento en el sur de la capital donde vive gente de dinero, había 11 personas, cinco hombres y seis mujeres, entre los que estaba Freddy, de quien ella desconocía la identidad.
Platican todos, hacen juegos cuyo castigo es beber copas y alrededor de las dos de la madrugada ella se siente cansada; había bebido vino en la cena con sus amigas, más los shots del juego, y se quiere ir. Su novio le dice que no, que se queden más tiempo. Ella se niega. “No me gusta dormir fuera de casa”, dice.
El jugador del América le ofrece una habitación para que su pareja no maneje, ya que había bebido bastante. Ella dice que pueden irse en Uber. El anfitrión insiste, le dice que están en confianza.
Mala decisión. Se quedan. Poco después, como a las cuatro de la mañana, ella y su pareja suben a la habitación de huéspedes (“no tenía decoración de nada, no es que alguien durmiera ahí, como un niño”). Hacen el amor, ella cae fulminada. El terror comenzará al amanecer…
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La violación
“Estoy dormida boca arriba. Entre sueños siento que empiezan a tocar mi cuerpo y yo estoy pensando que es mi pareja. Tengo los ojos cerrados, estoy entre dormida y despierta.
“Siento que me toman así, por los muslos, por debajo y me hacen así, me jalan, me penetran. Abro los ojos y no era ‘M’. Entro en shock. Era el que después supe que se llamaba Freddy y que era hermano de Henry. Lo empujo y trato de quitármelo de encima. No sabía qué decir. Él forcejeó un poco, pero yo me resistí y lo empujé para quitarlo…”
—¿Qué te pasa? —grita la mujer, que es alta y fuerte—. ¿Qué haces? ¿Dónde está ‘M’?
“Él se para y se pone los pantalones y me dice que estoy loca. Yo me tapo con las sábanas, paralizada. No sé qué está pasando. Él se sale de la habitación. Estaba desconcertada, no entendía lo que estaba pasando. Vi la hora, eran las siete y media. Me encierro llorando. Desesperada. No sabía qué hacer. Me pueden matar aquí, pensé. Me empecé a imaginar de todo. Entré en pánico... Estaba superaterrada, superalterada, llorando…”.
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Busca a su pareja por teléfono. Se mandan mensajes de texto y voz que ella comparte con el reportero.
—Bebé, me vine a hacer unas cosas, regreso en un ratico, espérame. ¿Quién te despertó? Ahí puedes dormir tranquila, no pasa nada… —se escucha la voz de él vía WhatsApp.
—¡Me voy a morir, Dios! ¿Dónde estás? Me quiero ir a mi casa, por favor… —se le escucha llorar desconsolada en otro mensaje.
Y le pone en texto: “Auxilio, me violaron, estaba dormida, por favor”.
El sujeto responde que se fue a darle de comer a su gata, que esté tranquila y que por qué se pone así si estaba “acostadita durmiendo tranquila” cuando él se fue.
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“Oye, le estoy diciendo que me violaron, ¿cómo reacciona de esa manera?, ¿me explico?”, recuerda con ojos muy tristes y voz trémula. Le manda otro mensaje de voz, sollozando: “Necesito que me vengas a buscar… Estaba dormida… Me violaron… Este güey que estaba aquí, no sé quién coño es, ni siquiera sé su nombre”.
Ella, ya con la mente más fría, a lo largo del día sospechará que él, su novio, es cómplice. Y sí, al parecer sí: él será testigo a favor del agresor en el caso. Así lo anunció el abogado defensor en la primera audiencia el sábado pasado. Desde ese día, el 25 de diciembre, ella no lo volvió a ver.
La acusación
Se pone su falda-short negra, un body, una chamarra. Baja a la sala y a la puerta de la casa y trata de salir, pero está cerrada con llave. Henry Martín se acerca corriendo por las escaleras, le dice que se calme. No le quiere abrir hasta que le diga qué pasa. Ella grita y grita y le abre. Ella sale de ahí corriendo descalza, desorientada. Un vigilante que caminaba por ahí la lleva a la caseta de vigilancia donde hay más vigilantes y les dice que abusaron sexualmente de ella. Las cámaras de vigilancia constatan todo el trayecto, según narran ella y su abogado, porque las imágenes ya forman parte del expediente.
—¿Tú estabas en la casa 20? —le pregunta un vigilante.
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—Sí…
—¡Ay, muchachita!, ¿en qué te fuiste a meter…?
Le ofrecen llamar a la policía. Pide un Uber, pero lo cancela porque su pareja le manda un mensaje de que ya va llegando. El jugador del América llega a la caseta en una camioneta blanca con una amiga. Trata de calmarla, pero ella lo rechaza:
—¡Me acaban de violar en tu casa, uno de tus amigos! —le dice, mientras los policías escuchan.
“Yo no sabía que era su hermano, nadie me lo presentó como su hermano. Me pide que lo describa, lo describo; simula que no sabe quién es y le digo que era el que estaba sentado frente a mí toda la noche en la mesa. Le dije que me mostrara fotos de los que ahí estuvieron porque eso era un delito y no quiso. Él luego le estaba echando la culpa a otro jugador del América que estaba ahí, ‘E’, que supuestamente es su amigo. Un desgraciado. Finalmente de su teléfono me enseña una foto de su Instagram del que luego supe que era el hermano”.
—Es él…
—¿Estás segura?
—Que sí, él me atacó.
“Puso una cara como de trauma. Se puso las manos en la cabeza”.
Le dio un nombre falso, Óscar, y le dijo que era amigo de otro amigo y que no lo conocía. Le pidió que no llamara a la policía.
“No me hagas esto, soy una figura pública, va a ser un escándalo y yo no tengo nada que ver”, dice la mujer que le dijo el futbolista del América, y que se retiró molesto. Llega su pareja y se van. Ella le pregunta quién es el tal Óscar y él dice que no había ningún Óscar.
Más tarde “A” se reúne con amigas, rastrean las redes sociales del jugador del América, identifica al agresor y resulta… que es su hermano, Freddy. Ella y sus amigas van a la fiscalía a poner una denuncia ese mismo día. Le hacen exámenes médicos para hacer pruebas genéticas. Le hacen pruebas sicológicas.
Hace dos semanas, un abogado del jugador del América, cuyo nombre se omite, le ofreció llegar a un arreglo.
—No te voy a decir que no tienes la razón, pero ya lo que pasó sucedió y ya no hay más nada que hacer. Lo que queremos es llegar a un acuerdo contigo. Mañana a las 10 de la mañana, si tú quieres, nos vemos en un café.
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—Sea lo que sea, el tema que sea, no es conmigo, es con mi abogado —le contestó ella.
Luego, una semana después, por mensaje insistió el abogado: “Queremos conciliar este tema, llegar a un acuerdo con el que tú te sientas cómoda”.
Ella lo rechazó. Dice que no quiere dinero. Que no quiere negociar nada. Que quiere justicia. Que quiere que su caso sea un ejemplo para que cualquier mujer denuncie, aunque se trate de personajes públicos o poderosos.
De acuerdo con fuentes de la fiscalía consultadas por el reportero, hay dos carpetas más, de otras dos presuntas víctimas, por el mismo delito, violación, contra Freddy Martín, El Killer.
EL UNIVERSAL buscó al abogado de Freddy Martín, Pablo Hernández, para pedirle la versión de su defendido sobre lo que sucedió en casa de su hermano Henry y acerca de las imputaciones de violación, pero declinó hacer comentarios.