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Un reciente estudio publicado en la revista Evolution and Human Behavior arroja luz sobre un tema crítico en nuestro país: la relación de largo plazo entre la desigualdad, la pobreza y las tasas de homicidio en México. Coordinado por su servidor y elaborado con mis colegas Edel Cadena (UAEM), Carlos Garrocho (El Colegio Mexiquense) y Gustavo Fondevila (UAB), en este estudio buscamos ofrecer una explicación clara y útil de cómo estos indicadores de privación económica han impactado la violencia homicida en los municipios mexicanos entre 1990 y 2020. De los hallazgos se derivan tres mensajes de la mayor importancia. Vamos de lo menos sorpresivo a lo menos esperado.
Primero. Históricamente, los lugares con más desigualdad en el ingreso han sufrido más violencia homicida. Esto no es sorpresivo, pero lo que no esperábamos era aprender que tanto la desigualdad pasada (la de diez años antes), como la presente, han aumentado ambas la violencia. Así que no estamos discutiendo un problema con causas simultáneas, sino un problema con ecos históricos. Los errores de política nos persiguen por décadas.
Segundo. A lo anterior se agrega que a veces los errores del pasado importan más que los errores del presente. Esta es una de esas ocasiones. Sucede que la desigualdad de hace una década eleva más la tasa de homicidios que la desigualdad presente. Como lo lee. O, dicho de otra manera, que la desigualdad experimentada en el pasado influye en el comportamiento violento presente, inclusive más que la desigualdad presente. Lo que subraya la importancia de considerar la historia económica de los lugares para reducir sus tasas de violencia.
Tercero. Aún peor que la pobreza es la desigualdad. Esto es algo de lo que no estábamos tan seguros. Sucede que, aunque la pobreza es un factor importante para predecir la violencia, el estudio nos enseña que la desigualdad en el ingreso es un predictor más fuerte de las tasas de homicidio. En otras palabras, no se trata solamente de cuán pobres son los lugares, ni de cuantos pobres hay, sino de cuán grande es la brecha entre los ricos y los pobres. Pareciera que la pobreza no genera el enojo y la frustración que la desigualdad sí provoca.
¿Qué significa esto para México? ¿Cuál es la lección para la política del sexenio que empieza? Pues que las políticas redistributivas sí pueden ayudar a reducir los homicidios, pero éstas no deben sólo enfocarse en mejorar las condiciones económicas presentes, sino también en reducir las desigualdades históricas. Invertir en programas que reduzcan la desigualdad en los lugares más históricamente desiguales, puede tener un impacto duradero en la reducción de la violencia.
Es así como buscamos ofrecer investigación orientada a soluciones. Proporcionamos una visión histórica de cómo las privaciones económicas impulsan las tasas de homicidio. Para lograr una vida en paz sostenible y duradera, la acometida contra la violencia debe tener en cuenta no solo el presente, sino también el pasado, y no sólo la pobreza, sino muy especialmente la desigualdad.
Liga al estudio: https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S1090513824000734
Académico, CentroGeo