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La visita del presidente Andrés Manuel López Obrador y el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado de la Santa Sede, a la réplica de la Capilla Sixtina en el Zócalo capitalino, fue el escenario en el cual tres corcholatas presidenciales hicieron juntas su primera pasarela pública.
En el corazón político, social, económico y cultural del país, cerrado con vallas metálicas y resguardado por militares —en su mayoría mujeres— vestidos de civil, el presidente López Obrador detuvo su paso al salir de la exposición donde estuvo 15 minutos y disfrutó de la réplica de la obra del escultor y pintor italiano Miguel Ángel.
—“Que si podemos voltear para una fotografía”, pidió Claudia Sheinbaum Pardo, jefa de Gobierno de la Ciudad de México y aspirante presidencial, al presidente López Obrador y al secretario Pietro Parolin, quienes caminaban hacia Palacio Nacional, donde se reunieron previamente junto al titular de Gobernación, Adán Augusto López Hernández.
—“A ver”, concedió el Mandatario, quien dio media vuelta con la manos detrás de la espalda y se colocó al tiro de la lente de los fotoperiodistas que clamaban por una gráfica.
Pero le faltaban sus consentidos. “Claudia [Sheinbaum] y Marcelo [Ebrard]”, llamó el Presidente a la jefa de Gobierno y al canciller para que se acercaran; a distancia el secretario de Gobernación observaba.
Así comenzó el acomodo de las corcholatas presidenciales. La jefa de Gobierno se colocó a la derecha del presidente López Obrador y el canciller a la izquierda, pero al cuadro le seguía faltando un aspirante.
Ebrard, en una muestra de diplomacia, llamó a sus compañeros Adán Augusto López, señalado como posible presidenciable, aunque López Obrador ha dejado a su paisano fuera del tablero de 2024, y a la secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana, Rosa Icela Rodríguez, a quien se menciona como posible candidata de Morena al Gobierno capitalino.
El encargado de la política interna dio dos pasos hacia Claudia Sheinbaum, mientras que Rosa Icela Rodríguez caminó hasta donde estaba Ebrard, lo tomó por unos segundos del brazo y se colocó a su izquierda.
Contrario al bullicio que se genera a las 11:00 horas, el Zócalo era un oasis sin ciudadanos, donde se escuchaba hasta el más mínimo detalle.
El Presidente, con las manos detrás de la espalda, explicó al representante del Vaticano que Palacio Nacional ha sido la sede del Poder Ejecutivo en diversos momentos de la historia de México, pero también “aquí estuvo Maximiliano”.
El presidente López Obrador y sus corcholatas despidieron a los representantes del papa Francisco, quienes abordaron un par de camionetas Suburban de color blanco para dirigirse al Antiguo Palacio de Medicina, en el Centro Histórico, donde conmemoraron el 30 aniversario del restablecimiento de relaciones entre el Estado mexicano y el Vaticano.
Atrás quedó la réplica de la Capilla Sixtina, representación fiel de la que se encuentra en la Ciudad del Vaticano y en que se reúne el Colegio Cardenalicio para elegir a un nuevo Papa, cuya señal es el humo blanco que sale por una chimenea. Ayer no hubo humo blanco, sólo una pasarela de presidenciables que demostraron ser cordiales y llevarse bien rumbo a 2024.