El plan de cooperación bilateral en materia de seguridad, delineado ayer entre México y Estados Unidos, debe acompañarse con una ratificación de voluntad política y de presupuesto, consideraron expertos en seguridad consultados por EL UNIVERSAL.

Para el analista de seguridad, Alejandro Hope, el Diálogo de Seguridad de Alto Nivel, del que se desprendió el acuerdo de Entendimiento Bicentenario, que considera acciones contra adicciones, tráfico de fentanilo (droga sintética de moda), armas, migrantes, entre otros temas, fue mucho ruido y pocas nueces.

“Es como la Iniciativa Mérida, con algunas variaciones en el margen, pero sin compromiso financiero alguno de Estados Unidos. Para los vecinos del norte, es lo mismo pero más barato”, comentó.

Resaltó que “prioridad sin presupuesto no es prioridad”, por lo que descartó que en el corto y medio plazos haya avances en seguridad en México.

En tanto, el investigador del Centro de Investigaciones sobre América del Norte de la UNAM, Raúl Benítez Manaut, afirmó que la cooperación en seguridad entre ambos países difícilmente se va modificar mucho a como se ha venido realizando, y a su parecer Entendimiento Bicentenario sólo es una ratificación de voluntad política, de los convenios de cooperación que se han venido trabajando.

“El presidente, Andrés Manuel López Obrador estaba obsesionado con quitarle el nombre de Iniciativa Mérida porque eso no le gustaba, entonces ya con este acuerdo, de quitarle el nombre de Iniciativa Mérida, se supone que le va a dar una fuerza política más importante a los programas de cooperación con Estados Unidos, y se ratifica la idea de López Obrador, que Estados Unidos le está dando por su lado, que hay que irse a la profundidades de las causas de la pobreza, de la migración”, indicó.

A su vez, el especialista Ricardo Márquez Blas consideró que fue un acuerdo bilateral como muchos otros en el que no se pudieron superar las diferencias sustanciales que existen entre ambos gobiernos, en el ámbito del combate a las organizaciones criminales transnacionales.

“Claramente no se atajaron las grandes y notables diferencias en la relación bilateral, tales como los esfuerzos por llevar ante la justicia a los líderes de las organizaciones del crimen organizado.

“Fue notorio que Estados Unidos incrementó acciones e incluso los montos de las recompensas, mientras el gobierno mexicano continuó con su posición de pasividad y de contemplación. Acuerdos en lenguaje diplomático, rodeados de mucho protocolo, muy buenas intenciones y pocas posibilidades de resultados concretos”, consideró.

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