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pedrovillaycana@eluniversal.com.mx
Las manos gruesas de Celia tratan de ser lo más rápidas posible, debido a que de esto depende agarrar la mayor cantidad de cebollas, jitomates y lo que esté en mejor estado. Pero no es en el supermercado donde la mujer de 50 años recolecta estas verduras, sino en uno de los múltiples basureros que hay en la Central de Abasto de la Ciudad de México, y que le servirán para cocinar su cena de Navidad.
“Mire, estas cebollas y chiles están buenos, sólo se le quita la capa que está magullada o sucia y listo. Vea que está buena, como si fuera vendida en cualquier supermercado o aquí en la central, pero con la ventaja de que es gratis. Sirven para una salsita para la cena de Navidad”, dice Celia, quien tuvo que vencer la pena de levantar desperdicios, porque “o recojo alimentos de aquí o me muero de hambre”.
Como estos alimentos que se tiran en la Central de Abasto, considerado el mercado mayorista más grande del mundo, en México uno de cada tres alimentos se desperdicia, lo que equivale a que 20.4 millones de toneladas de comida terminen anualmente en la basura y que, de salvarse, podría terminar con la pobreza alimentaria de más de 50 millones de mexicanos que no pueden adquirir lo indispensable para vivir, de acuerdo con la Secretaría de Desarrollo Social, ahora Secretaría de Bienestar, y el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt).
Un estudio del Grupo Técnico de Pérdidas y Mermas de Alimentos en México, hecho por el investigador Genaro Aguilar Gutiérrez, reportó la pérdida de 20.4 millones de toneladas de comida al año, equivalentes a 34% de la producción nacional, y se identificó que si se reunieran estos alimentos desperdiciados sería posible entregar a las familias más pobres una canasta alimentaria integrada de cuatro kilos de carne, tres kilos de pollo, 16 litros de leche, 15 kilos de tortillas y dos kilos de mango a la semana, con los cuales esas personas podrían salir de la categoría de pobreza alimentaria.
La Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto en los Hogares reveló que en 2016 casi la tercera parte de las familias mexicanas tuvo dificultad para satisfacer sus necesidades alimentarias, y de ellas en 28% hubo un niño o adolescente que comió menos de lo que debía, principalmente en Tabasco, Oaxaca, Michoacán, Guerrero y Sinaloa.
Además, datos de la encuesta de la entonces Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa) y de la Secretaría de Economía (SE) indican que el desperdicio también tiene repercusiones medioambientales, debido a que generan emisiones de dióxido de carbono equivalentes a la polución anual de casi 15 millones de automóviles.
“Hasta pollo encuentro”. Es en el pasillo L-M de la sección de verduras y legumbres de la central, donde Chela, como le dicen sus amigos, sigue recolectando verduras para la cena de Navidad, pero asegura que aquí también pueden encontrar carne en buen estado: “Hace unos días una señora me vio y me regaló pollo, porque era de lo que le sobraba y no quería tirarlo. Me dijo ‘venga señito, tenga este pollo para que se lo coma, está bueno’”.
Debido a que no ha podido conseguir trabajo desde hace un año, la mujer originaria de Iztapalapa asegura que “no hay de otra, además no estoy cometiendo ningún crimen o delito. Cuando tu marido no te da para el gasto y no encuentras trabajo, esto se ha convertido en una solución a la pobreza”.
A su lado está Martha, de 75 años, quien limpia con esmero los chiles que hace unos minutos un locatario tiró al basurero, y donde también un perro callejero busca algo de comer.
“Es comida buena, sólo hay que limpiarla y listo”, comenta de manera breve y rápido, debido a que se tiene que ir a la sección de frutas.
Segundos después recoge su pequeña bolsa con los chiles seleccionados y a pesar de que no puede correr, debido a la artritis que padece, trata de apurarse para conseguir frutas para su cena de Navidad.
Cambiar prácticas. Ante este desperdicio, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), a través de la Iniciativa mundial sobre la reducción de la pérdida y el desperdicio de alimentos, aconseja que para reducir alimentos en la basura se deben cambiar prácticas de gestión, tecnologías y comportamiento para bajar las pérdidas y los desperdicios.
Entre las estrategias, la FAO señala que se debe mejorar la planificación de la producción adaptada a los mercados, promoción de prácticas de producción y de procesamiento eficientes en el uso de recursos, mejorar las tecnologías de conservación y envasado, del transporte y gestión logística; aumento de la sensibilización en los hábitos de compra y consumo, además de garantizar que todos los actores de la cadena, incluidas las mujeres y los pequeños productores, reciban una parte justa de los beneficios.