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Tlahuelilpan, Hgo.— En San Primitivo el olor a gasolina llega hasta el estómago. A la vista, el dolor y la desesperación son evidentes; al tacto, en el piso hay más que tierra, carbón y alfalfa. Pese a las advertencias de las autoridades, lugareños de este poblado ingresaron ayer a la zona del incendio para buscar a sus familiares desaparecidos, o al menos, un rastro de ellos.
A tres días de la explosión en un ducto de Pemex, las personas que están aquí aseguran haber buscado en los hospitales a sus seres queridos. No los encontraron y por eso decidieron volver. Los suyos no estaban entre los hospitalizados que anunció el gobierno estatal.
Al mediodía del domingo, un grupo de aproximadamente 200 personas se paró frente al lugar de la explosión. Aún había un grupo de soldados resguardando el lugar y tanto hombres como mujeres decidieron esperar.
Dos horas después, los militares se habían retirado sin explicación, con lo que ya no hubo ningún impedimento, y con picos y palas en mano, entraron a la zanja donde explotó el ducto. Quienes no tenían herramientas usaron hasta cucharas para cocinar.
Ni autoridades municipales ni estatales los pudieron convencer de detenerse. La esperanza era lo último que estaban dispuestos a perder. Los peritos ya habían buscado, ahora les tocaba a ellos.
“Aquí hay algo, pásenle agua para limpiarlo, es una identificación”, gritó un hombre, mientras la gente comenzaba a rodearlo y a los pocos minutos alzó la voz de nuevo: se trataba de documentos de Emmanuel Ramírez Mendoza, del poblado Tetepango.
Todos comenzaron a corear ese nombre, pero ninguna persona respondió.
“Hay que apurarnos, nos va a caer la noche y no vamos a ver nada”, dijo Juan, mientras el pico en sus manos se elevaba y caía para atestar un golpe seco contra la tierra.
Mientras, a la distancia, policías federales permanecieron hasta el momento en que recibieron instrucciones de retirarse y dejar pendientes a policías estatales, sin intervenir en las labores de excavación de los pobladores.
“Otra tragedia no”. Por la tarde, el gobernador de Hidalgo, Omar Fayad, aseguró que los peritos de la Fiscalía General de la República (FGR) hicieron un barrido de la zona, así como los peritos de la Procuraduría de Hidalgo, y levantaron todo lo que determinaron que son muestras analizables de posibles restos humanos.
“No sólo fue un barrido con peritos, entraron binomios caninos de búsqueda, entró un grupo con drones a hacer un peinado y tomaron fotos cuadro por cuadro de la zona; en el último barrido incluso se invitó a los familiares a que entraran detrás de los peritos para que vieran que no se dejaba fuera ningún perímetro susceptible de análisis”.
El mandatario local dijo que él mismo informó a los familiares de las víctimas que desde el sábado en la noche la fiscalía determinó que su trabajo había concluido y que todo lo demás que apareciera no era significativo como hallazgo.
Sin peritos. Dana, una joven que asegura buscar a su prima y su novio, narra con un resto de hueso en la mano, que los peritos dejaron evidencias sin recoger. Desde aretes hasta pedazos de piel podrían ser la diferencia entre saber o no algo de sus seres queridos.
“Nos metimos porque no recogieron todo, los peritos nos dieron unas bolsas para echar los restos, pero después se fueron. Dijeron que uno se quedaba y los demás volverían después, pero no hay nadie”, comentó.
También en la milpa. A unos metros de distancia las imágenes son similares: mujeres y hombres con palos caminan en las huertas de cultivo, entre las milpas. También buscan encontrar a sus familiares que están desaparecidos.
Cuentan que el día de la explosión muchos corrieron hacia los terrenos de cultivo, por eso buscan ahí.
En una de las huertas se encuentra una joven de 22 años. Busca junto a su novio a su cuñado, José Antonio Palacios Meza, de 16 años de edad. Con información de Alberto Morales