08:00 horas en punto, cerca de treinta albañiles todos con casco y cubrebocas entran a trabajar a una obra de departamentos de lujo ubicada en Polanco , que México esté en Fase 2 por Covid-19, no es impedimento para que les pidan avanzar en la construcción.

Como medidas preventivas ante la contingencia , solo les piden llevar su cubrebocas o paliacate, al interior, un par de letreros recomiendan que se laven las manos varias veces al día, pero en los sanitarios, que no son suficientes, o no hay jabón o no hay agua.

Karina (nombre ficticio), quien pide resguardar su identidad comentó con EL UNIVERSAL que en el lugar trabajan más de 600 personas y la última instrucción es avanzar en la obra, no hay medidas de Susana distancia”, y personas que tienen enfermedades crónicas tampoco podrán permanecer en casa, a menos que renuncien a su empleo.

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“Los trabajadores tienen que portar cubrebocas, pasamontañas o paliacates de forma obligatoria, se les toma la temperatura al ingreso y posteriormente lavado de manos, pero a veces no hay agua o jabón. No hay habilitación suficiente de baños ni lavabos para lavarse las manos, ni gel antibacterial por falta de insumos. El comedor no tiene buena ventilación, y es el sitio en donde más se aglomera la gente junto con el acceso”, relata.

La preocupación de la joven que labora en el área administrativa, radica en que entre los más de 500 empleados hay población de riesgo, en mayor medida, pacientes de diabetes e hipertensión, obesidad y adultos mayores.

“Hay señores de 60 y hasta 70 años, otros de menos edad, pero que tienen diabetes, son hipertensos y por tener malos hábitos alimenticios padecen obesidad, es gente más vulnerable y ni a ellos se les está mandando a casa, es preocupante porque evidentemente si se van a cumplir con las medidas de sana distancia perderán su empleo, pero tampoco se vale que los pongan en riesgo”.

Los trabajadores entran a las ocho de la mañana y salen a las seis de la tarde, a unos metros del acceso principal, un señor vende cubrebocas, “de a 30 pesos los de tela”, dice.

Armando tiene 52 años, vive con diabetes mellitus desde los 44, todos los días viaja de Naucalpan, Estado de México hasta la avenida Miguel Cervantes Saavedra, para trabajar como albañil.

“Nos pagan por destajo, no tenemos un contrato, no puedo faltar porque no me pagan, eso de no salir no aplica para los que somos pobres”, cuenta mientras se coloca un casco color blanco.

El hombre que mantiene a una familia conformada por su esposa y dos hijos dice que todos los días escucha noticias sobre el nuevo coronavirus, que los fallecidos tenían enfermedades crónicas como diabetes, obesidad e hipertensión, pero aún así debe salir a trabajar.

“En esta zona me apura contraer el bicho porque hay mucha gente de dinero, que a lo mejor si pudieron viajar al extranjero, o no sé, a lo mejor el virus ya está en el país y pa saber quien lo tiene, a mis hijos les da miedo que salga, pero prefiero trabajar yo y que ellos se queden en casa, los dos estudian y mi esposa me ayuda vendiendo tacos de guisado, pero con esto, la venta también bajó”.

Armando menciona que todos los días lava su cubrebocas que es de tela, si se le olvida, usa un pañuelo color rojo para cubrir boca y nariz, agrega que al entrar a la obra les toman la temperatura y les piden que se laven las manos, pero a veces no hay agua ni jabón.

“Nos dividimos por áreas, los que trabajan mármol, tablaroca, albañilería, electricistas, y por zona se supone que tenemos unos baños, pero no siempre tienen agua ni jabón, a veces los jefes traen jabón en polvo y lo revuelven con agua en una botella, pero para tantos trabajadores no alcanza”, dice sin dejar de cargar un bulto de cemento.

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