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Las quinceañeras y novias que posaron frente al Palacio de Gobierno cerrado a piedra y lodo este fin de semana, las peregrinaciones en las calles del centro de Monterrey hacia la Basílica de Guadalupe y una marcha de madres y familiares de los desaparecidos que exigieron a los gobiernos, al que sea, que les ayuden a encontrarlos, formaron parte de un día más de la crisis política y de gobernabilidad de Nuevo León.
Domingo de la clásica carnita asada por miles, de pasear por las calles céntricas con sus playeras de los Tigres o los más pudientes ir al Estadio Universitario al encuentro de la semifinal contra Puebla o de pasear por la Macroplaza para tomarse la foto con Santa Claus, Batman, Las tortugas ninja o cualquier superhéroe de moda que los aleje de la cantaleta de los pleitos políticos.
Ajenos a las pugnas entre los dos gobernadores, Samuel García y Luis Enrique Orozco, por la Morelos, la principal calle peatonal y comercial de la Sultana del Norte, los ríos de regios tuvieron un domingo prenavideño, de compras para algunos, del elote, de los “yukis” o raspados, de la “carrilla”, las bromas, del paseo con la novia o de las familias con los “huercos”.
Armando, un mesero de un restaurante en la Morelos, comentó: “Se la bañaron, cómo que dos gobernadores, si con uno ya nos fregaron, imagínense con dos”.
“Nos están tirando carro”, es decir, se están burlando, dijo Saúl Garza, estudiante de preparatoria, con relación a los dos gobernadores y al pleito político, mientras patinaba por la mañana en la parte trasera de Palacio de Gobierno.
A unos pasos, una pareja de novios, ya enfundados en sus respectivos vestido blanco y smoking, se tomaban fotos en las puertas del Palacio de Gobierno, ya que a pesar de tener permiso para la sesión fotográfica dentro del edificio de cantera, no se les permitió ingresar, lo mismo que a dos quinceañeras.
Domingo regio de contrastes, la fiesta para algunos, el infierno para otros. Medio centenar de familiares de desaparecidos marcharon por la Zaragoza, sus gritos y demandas no las escucharon ni Samuel ni Luis Enrique: el Palacio estaba vacío.