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De ser un artículo cuya efectividad contra el Covid- 19 fue duramente cuestionada, el cubrebocas se ha convertido en un accesorio común en todos los estratos de la población.
Las personas le plantan cara a la solemnidad que impone la emergencia sanitaria , y con los rostros cubiertos con calaveras, personajes de caricaturas y hasta luchadores, los capitalinos lo adoptaron como una prenda más de su vestimenta diaria, que les combina e, incluso, puede decir mucho de la personalidad de quien lo porta.
Con más de cuatro mil muertes y 42 mil contagios por coronavirus en todo el país , este artículo de un costo que ronda entre los 10 a 20 pesos, casi ningún ciudadano se mantiene al margen de la medida sanitaria que se ha extendido por casi todo el país.
Así, estos cubrebocas que simple vista parecen más resistentes, seguros y que además ayudan a reducir la generación de basura -algo que las desechables no contemplan por su incapacidad de ser lavables- policías, militares, payasos y personas con diferentes profesiones se decantan por las mascarillas de tela.
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Y es que lo que comenzó en los primeros meses del año como un artículo de dudosa utilidad y que se usó en festivales musicales como una medida, si bien para cuidado, más para estilizar la vestimenta completa pues se trataba de paliacates, hoy es requerida de manera obligatoria en espacios públicos.
En donde incluso los menores de edad, quienes se han mostrado menos vulnerables al contagio del coronavirus, portan el suyo en la calle.
También, a lo largo de estos dos meses desde que la pandemia llegó a nuetro país y evitó movilizaciones y congregaciones de personas, familiares de personas desaparecidas se unieron el pasado 10 de mayo y, desde la sana distancia, utilizaron sus mascarillas no sólo para resguardarse del Covid-19 , sino para levantar la voz por los suyos.
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Sin embargo, movimientos en favor de las mujeres que buscan detener la violencia familiar, la violencia de género y los feminicidios, se han podido ver las calles con su cubrebocas como herramienta de protesta.
Hay quien, por su puesto, y ante la necesidad de salir de sus casas, duda de la eficacia del cubrebocas y lo complementa con un garrafón en la cabeza . Como Angélica, quien viaja del Estado de México a la Ciudad de México con un plástico sobre su cabeza a fin de evitar un probable contagio en el transporte público.
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Pero si bien cambian los modelos de las mascarillas y la personas que los portan, algo que no cambia es la necesidad de salir y protegerse en mayor o menor o medida. Ya sean jóvenes o personas de la tercera edad, trabajadores de gobierno o privados, la sensación de vulnerabilidad se ve disminuida gracias a estos artículos confeccionados en casa o comprados en las calles con algún vendedor informal que se ha visto en la necesidad de cambiar de giro.
jabf