Pese a la contingencia por el coronavirus

algunos capitalinos han decidido no quedarse encerrados en casa.

Por la avenida Álvaro Obregón, en la colonia Roma Norte, alcaldía Cuauhtémoc, desde Jardín Pushkin y hasta Avenida de los Insurgentes, los capitalinos aprovechan el clima para salir a hacer ejercicio, acuden a sus labores diarias o se toman un café en alguno de los restaurantes del lugar.

Incluso, el tianguis que se coloca todos los miércoles en Jardín Pushkin no dudó en llegar puntual a la cita con los vecinos del lugar que acostumbran ir a comprar comida, fruta, quesos, carnes frías y darse el lujo de comer algún antojo callejero.

A pesar de que el día transcurre con cierta normalidad, la sucursal de Pharma Club Álvaro Obregón no lo vive de este modo pues más de la mitad de sus estantes lucen vacíos.

También lee:

En entrevista con EL UNIVERSAL , Juan Pablo Ytza, encargado de la farmacia explicó que desde hace dos semanas se les agotaron los cubrebocas y desde la semana pasada vivieron las compras de pánico de los transeúntes.

“De la gente que entra, te puedo decir que un 70% pregunta por cubrebocas y gel antibacterial pero ya no tenemos”, dijo.

“En esos estantes estaba el alcohol, los cubrebocas, la vitamina C, gel antibacterial e incluso ya se nos empezó a acabar el papel de baño”.

Comentó que no le da miedo el contagio del coronavirus , a pesar de que muchos europeos acuden a la farmacia y que seguramente el lugar no cierre sino que reduzcan los horarios de atención para que sólo una persona trabaje por día.

En la colonia Condesa, los vecinos que acostumbran sacar a pasear a sus perros o que buscan un espacio al aire libre para pasar el rato, tampoco se preocuparon por el coronavirus.

De hecho, para los perros no existe la suspensión de clases, pues Gabriel Garduño y su equipo de adiestramiento canino se mantienen trabajando como si no pasara nada.

También lee:

“No tenemos miedo, ya pasó el chupacabras, el AH1N1 y ahora con esto nada más tenemos que lavarnos las manos y mantenernos limpios”, comentó.

Explicó que aunque algunos de sus clientes sí están asustados y dejaron de darle a sus perros para entrenarlos, esto no ha significado una pérdida considerable para su negocio.

Los que sí le dan los perros para entrenamiento, se limitan a no tocar a los instructores, simplemente les entregan el perro y el dinero por la clase, pero los dueños permanecen en confinamiento.

Mi cubrebocas de me ha de proteger

"Dice el gobierno que mi cubrebocas no sirve, pero de algo me ha de proteger", sostiene con esperanza, Alejandra Ambriz abogada de 45 años.

Todos los días utiliza el metro para llegar a su trabajo, en las inmediaciones del Zócalo de la Ciudad de México. Desde ayer, en medio de la contingencia por el coronavirus-2019 ha extremado precauciones al viajar en la Línea 2 dirección Taxqueña: usa un cubrebocas azul y guantes de plástico .

"Si el gobierno dice que los cubrebocas no funcionan pues qué mal pero deberían tomar otras medidas para protegernos, o entregar los cubrebocas más gruesos. Si no funciona, me lo voy a seguir poniendo para tratar de protegerme aunque sea con esto. Sirva o no sirva, por lo menos si alguien tose no me va a llegar tan de sopetón como si no trajera nada", dijo.

Crónica. Pese a contingencia por Covid-19, capitalinos no cumplen aislamiento
Crónica. Pese a contingencia por Covid-19, capitalinos no cumplen aislamiento

Foto: Teresa Moreno

Alejandra buscó durante días en varias farmacias sin éxito, hasta que finalmente encontró una donde todavía vendían y se decidió a adquirir un paquete.

También compró toallitas húmedas y las metió en un frasco donde revolvió alcohol, vinagre y suavizante para la ropa. Con esta mezcla ha limpiado sus muebles y su computadora, y ha sanitizado su casa de acuerdo con las instrucciones que vio en un tutorial de YouTube.

También lee:

"Padezco de los pulmones es por ello que decidí protegerme ante la contingencia. El metro está tan lleno que es uno de los principales focos de infección. En mi trabajo ya nos estamos organizando para dejar de venir a la oficina y hacerlo sólo de manera esporádica. Vamos a rolar turnos".

Es la hora pico e ingresar al metro en la línea verde, continúa siendo una tarea del terror aún en medio de la contingencia por el coronavirus.

La gente espera y hace filas para poder entrar mientras los vagones pasan llenos; esta mañana al viajar de Tlatelolco a Hidalgo, fue necesario dejar pasar tres vagones y luego ingresar al cuarto a presión, en el área exclusiva para las mujeres.

Conforme se avanza en la fila y se recorren las estaciones de la Línea 3, que va de Indios Verdes a Universidad, se observa que a pesar de las restricciones, hay gente que ha logrado conseguir cubrebocas.

A diferencia de otros días, se ha incrementado el número de personas que viajan en el transporte público con estos implementos: los hay negros, blancos, azules, rosas; algunos son delgados y otros de tela más gruesa, otros son lisos y algunos tienen estampado militar, o llevan impresas figuras de caricaturas y sonrisas falsas.

La mayoría son como los que se vendían en las farmacias antes de que el temor por la enfermedad generara desabasto; antes de que las compras de pánico agotaran su existencia y provocaran la mirada de desaprobación y fastidio que los empleados de las farmacias dirigen cuando alguien se atreve a preguntar por ellos.

“No, amiga, no hay… ni va a haber”, contestan.

El cubrebocas que lleva Juan Velázquez San Agustín, trabajador de limpia del metro de 46 años de edad, es tan viejito que tiene pelusas y está manchado de polvo.

El hombre limpia las escaleras que conducen a los andenes en lo que parece un vaivén interminable, puesto que tras cada pasada de agua y cloro que les da con su trapeador, una persona diferente pisa y le vuelve a dejar sucio.

“Es para la enfermedad que viene del virus ese, coronavirus se llama, creo. Sí me preocupa un contagio”, responde cuando se le pregunta por su cubrebocas.

Con tristeza, admite que desconocía la advertencia del gobierno federal sobre el implemento que le tapa la mitad de la cara: que en realidad, no protegen del contagio a las personas que están sanas.

Tampoco sabía que un cubrebocas como el que utiliza, sólo sirve durante cuatro horas; ante el desabasto que se ha presentado, un compañero de trabajo le regaló uno, y es el que ha utilizado durante tres días.

“Aunque no sirva, de algo me servirá, aunque sea para el polvo que hay aquí porque estoy barriendo y todo eso. Casi no había (cubrebocas). Un compañero me lo consiguió y también se compró el suyo. La verdad sí lo he estado cambiando, lo uso y luego lo cambio cada tercer día. Algo me ha de proteger”

rmlgv

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses