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Y llegó el día en que miles de mexicanos celebraron a su Presidente. Cientos que ondearon la Bandera de México, que salieron de sus casas para saludarlo, que esperaron horas para felicitarlo y otros cuantos que pedalearon detrás de su automóvil para decirle de cerca a Andrés Manuel López Obrador: “En ti confiamos”.

Él, con el puño en alto o simulando un abrazo, respondió a aquellas señales de amor y también miró con candidez a quienes se atrevieron a abalanzarse frente a él con la intención de ver y tocar de cerca por primera vez a su Presidente.

Desde la madrugada, afuera de su casa en la colonia Toriello Guerra, en Tlalpan, sus vecinos permanecieron parados frente al portón y desde esa posición le gritaron: “¡Tenemos Presidente!”, “¡Ganamos, Andrés Manuel, sí se pudo!”.

Sin dar aviso, y una hora antes de recibir la banda presidencial, López Obrador salió por la puerta principal de su casa con los brazos al cielo y la multitud rompió filas para rodearlo; todos gritaron, se empujaron, y entonces el Presidente entró a su casa para después salir de nuevo a bordo de un automóvil blanco junto con su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller.

Con sus celulares en la mano, en bicicletas, motocicletas o corriendo, sus visitantes lo persiguieron.

Mujeres, adultos mayores que veían pasar el vehículo en el que viajaba el Presidente, lloraban y aplaudían emocionados. Una de ellas, antes de calzada de Tlalpan, dijo: “Lloro porque lo logramos, ya tenemos Presidente”. Así como ella, otras personas durante el recorrido derramaron lágrimas al estar cerca del tabasqueño.

Detrás del vehículo se sumaron decenas de policías, reporteros y entusiastas. Entonces la colonia Toriello Guerra quedó atrás y la calzada de Tlalpan se llenó de gritos y de aplausos.

La gente esperaba sobre la avenida, pero al verlo corrieron hacia él, obstruían los carriles centrales, se aventaban al carro y caían en el intento de saludarlo. Los ciclistas se acercaron a su ventanilla y él respondió el saludo. Un joven se sentó en la ventanilla de un taxi para grabarlo de cerca y una mujer se bajó de su auto en marcha para alcanzarlo.

En Viaducto lo esperaron en los puentes peatonales y más adelante, en Congreso de la Unión, las caravanas de comerciantes lograron que detuviera su marcha justo debajo de los semáforos y la gente aprovechó el momento para arrojar ramos de flores hacia adentro de su automóvil.

Ya en el Palacio Legislativo de San Lázaro, mientras recibía la banda presidencial, en las calles se colocaban vallas y los policías de tránsito formaban filas para no permitir el paso a aquellos que quisieran seguirlo después de salir del recinto.

Fue más de una hora de espera hasta que, en punto de las 13:10 horas, agentes capitalinos y federales abrieron paso al convoy de López Obrador sobre avenida Fray Servando, pero inútiles fueron las advertencias para hacer retroceder a la gente que, estoica bajo el intenso calor, resistió para ver, saludar, aplaudir o grabar con su celular a quien encabezará el gobierno los próximos seis años.

Y en el Zócalo, la Cuarta Transformación llegó. Por primera vez en muchos años, los comerciantes informales no fueron perseguidos por policías y pudieron vender lo que quisieron: comida, tazas, gorras, alcancías, playeras, banderines, globos, todo alusivo al Presidente.

“Es una verdadera fiesta, qué alegría nos da poder vender sin tener que cuidarnos de la policía, con sus operativos excesivos o que nos quiten nuestra mercancía”, comentó Pedro, uno de los vendedores ambulantes del Centro Histórico.

Entonces el mandatario llegó al primer cuadro de la Ciudad, sonriente y con una seña que simulaba un abrazo. El Presidente posó frente a la multitud que se abalanzaba sobre las vallas en Palacio Nacional.

Ataviado con la banda presidencial que horas antes le fue entregada por el presidente saliente, Enrique Peña Nieto, López Obrador descendió de su Jetta blanco y se tomó unos segundos para agradecer a los asistentes que hicieron fila desde las 9 de la mañana para verlo entrar al recinto que hace seis años fue testigo de las protestas en contra del inicio del gobierno que recién terminó.

“¡Es un honor estar con Obrador!”, era la consigna que retumbaba en el Zócalo con más intensidad conforme el nuevo mandatario se acercaba. Frente a Palacio Nacional había largas filas de personas que portaban cartulinas con mensajes como: “Felicidades AMLO, eres Presidente” “¡Por un México nuevo!”, “Todo México es Morena” y “La esperanza de México”.

A las 13:28 horas en punto, el convoy del mandatario ingresó a la Plaza de la Constitución, la euforia creció entre los presentes pero los gritos aumentaron cuando caminó hacia ellos y simuló abrazarlos.

Con niños sobre los hombros, personas de la tercera edad con bastón, así como grupos de jóvenes se dieron cita en el Zócalo capitalino para presenciar la llegada del nuevo Presidente.

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