Héctor Sebastián, Jesús Alexis y José Luis se conocieron en el Centro de Reinserción Social (Cereso) de Apizaco y se hacen llamar los Tlaxcalocos de la 323, nombre que a primera impresión remitiría al de una pandilla juvenil, pero en realidad así se llama el grupo musical que decidieron conformar estos tres compañeros.
Su gusto por el rap y el hip hop unió sus vidas y ahora estos jóvenes son la sensación del penal estatal con su música, mediante la cual sobrellevan el encierro por delitos del fuero común.
No me afecta el encierro, se llama la canción con la que se dieron a conocer entre los internos y ante las autoridades penitenciarias de Tlaxcala, que los apoyaron para grabar el video del tema dentro de la cárcel.
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Sin importar que está a punto de cumplir su sentencia de dos años y medio por robo, Héctor Sebastián sueña con grabar un disco, un LP o demo con sus compañeros procesados, quienes tienen listos dos temas más.
“Es sueño de todo músico, de todo compositor, grabar un disco, sacar un LP o demo, pero sí un sueño que tal vez pronto puede llegar con la ayuda de todos los licenciados de esta institución [Cereso]”, dice.
Compositor de los temas de los Tlaxcalocos de la 323, Héctor Sebastián asegura que el rap lo ha llevado a que su estancia en la cárcel sea llevadera.
Una forma de reflexionar
Para Jesús Alexis, procesado por homicidio calificado, ha encontrado en la música una forma de reflexionar y ser mejor persona. Tras ingresar preso, considera que “en esta vida lo más importante es la familia, muchas de las veces cuando ya todo lo vemos perdido, el llegar a un lugar de estos puede que te haga pensar o reflexionar muchas cosas”.
Y confiesa: “Muchas de las veces nos sentimos abandonados como hijos y nos llegamos a meter a las drogas, entonces ver la importancia que tenemos como hijos allá afuera hacia nuestros padres”.
Aunque está acusado de secuestro agravado, José Luis se dice optimista de que puede cambiar a través del rap, con el apoyo de la institución para interpretar sus temas y grabar videos para darse a conocer allá afuera, con el barrio.
“Estar aquí se encuentra con uno mismo, ayuda [la música] a que las ideas y más que nada el tiempo que tiene uno para pensar en lo que realmente vale la pena. Todavía estoy procesado por un supuesto delito de secuestro agravado. Hasta el momento estamos tratando de llevar lo contrario”, afirma.
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