Por: Gerardo Garibay Camarena
No hay que comer ansias, proclama Claudia Sheinbaum al ser cuestionada por la prensa respecto a los llamados de Ebrard y Monreal para establecer reglas claras respecto a la encuesta que definirá al candidato presidencial del oficialismo. ¡Ahora resulta!
No nos engañemos, todas las corcholatas de Morena y las taparroscas de la oposición llevan la vida entera comiendo ansias, con esa voracidad que resulta indispensable en los políticos profesionales. El llamado de Claudia Sheinbaum no surge de una temperancia estoica, sino de la tan predecible como insulsa estrategia mediática de quien se siente con la delantera.
Ya de puertas adentro, tanto las corcholatas presidenciales de Morena como sus equipos directos y sus respectivas redes de amigos, compadres y esperanzas (que se extienden desde Palacio Nacional hasta el más lejano rincón del más pequeño municipio), están comiéndose en el ansia y hasta las uñas, porque saben que las candidaturas no van a ser buffet y que no va a alcanzar para todos. No importa que tantas maromas negocien, candidato a la presidencia solo va a ser uno, y lo mismo con las gubernaturas y las presidencias municipales, lo que abre una multitud de pequeños y grandes estofados de ambición, que amenazan con indigestar.
Esa es justamente el mayor riesgo para el futuro del proyecto obradorista. En sus 8 años de vida, Morena ha demostrado una y otra vez su incapacidad casi crónica para consolidar acuerdos y llevar la fiesta en paz. Los procesos de renovación del Consejo y la dirigencia nacional se han convertido en un recetario de patadas políticas bajo la mesa y patadas muy literales dentro y fuera de las asambleas.
Era inevitable. Después de todo, la principal base del obradorismo son las tribus perredistas, que nunca se caracterizaron por su civilidad en las luchas internas; y a ellas hay que añadirles una auténtica ensalada de otras ambiciones. López Obrador llegó a la presidencia construyendo una alianza que incluye desde tránsfugas de la más rancia ultraizquierda y ultraderecha, hasta bloques enteros de “ex” priístas, panistas y perredistas cuya única “ideología” compartida es la de montarse en la figura del propio López Obrador para conseguir las revanchas y las conquistas políticas que les habían negado sus partidos.
Ya sin Obrador en la boleta, lo que sigue es el inevitable “atrancón” de las ambiciones, cuyos ecos se extienden a todos los rincones del oficialismo, porque todos los militantes de Morena llevan, debajo de la playera de Obrador, la de su propia camarilla local, que a su vez está alineada con los equipos nacionales de Ebrard, Sheinbaum, Adán o Monreal. Están listos para pelear con todo, en el peor escenario de una “guerra civil”: cuando los rivales se conocen, pero no se respetan; comparten partido, pero no intereses y ni siquiera lealtades emocionales.
Para evitar ese caos antes de que se desate por completo, el presidente López Obrador tendrá que apostar toda la influencia que le queda en un acuerdo que sea por lo menos tolerable para todos los involucrados, y para lograrlo el primer paso es evitar la encuesta. Morena necesita definir “línea” nacional lo más pronto posible, para que tener tiempo de filtrar las negociaciones estatales y locales antes de que las heridas se acumulen y los rencores alcancen un punto sin retorno.
A todo esto, ¿y la oposición?
Bien gracias, acumulando “taparroscas”: suspirantes presidenciales que no trascienden ni en defensa propia. Con Va por México ahogada en frivolidades y sin encontrar una narrativa que impacte y trascienda, mientras que Movimiento Ciudadano está igual o peor, aferrado (si acaso) a defender sus bastiones o convertirse en el “plan b” de Monreal/Ebrard.
Irónicamente, esa misma incapacidad de la oposición, que parece entregarle en bandeja de plata el 2024 al oficialismo, es justamente el ingrediente clave que puede activar la indigestión morenista y descarrilar los planes de Obrador; después de todo, sin un rival creíble enfrente, que compita en serio por la presidencia, las ansias de los obradoristas están enfocadas hacia adentro y de tanto “comerse las ansias” podrían acabar devorándose a sí mismos.