“¡Chingona, mi Yola, chingonsísima!”, gritó en señal de victoria el líder nacional del PRI, Alejandro Moreno desde la tribuna de San Lázaro, cuando su correligionaria Yolanda de la Torre, autora de la reforma, terminó su exposición y defendió su propuesta para que el Ejército y la Marina sigan en las calles hasta 2028.
Alito se envalentonaba. Sabía que traía los votos suficientes para que pasara la reforma constitucional. Él y Yolanda se fundían en un abrazo y sellaban la celebración con un beso en la mejilla ante el aplauso de sus compañeros.
El priista se vio sonriente, aplaudía los argumentos de Yolanda, quien aseveró que no le estaban haciendo el juego político a Morena, sino que defendían a México y a los mexicanos.
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Horas más tarde, el festejo adelantado del líder priista se convirtió en realidad: “¡Es un honoooor, estar con Obrador!”, gritaron los morenistas, cuando después de más de ocho horas de debate, el proyecto se sometió a votación, y fue avalado por 335 sufragios a favor por parte del PRI, Morena, PT, y PVEM. Parece la muerte de la alianza de Va por México.
Sólo los priistas Francisco Yunes y Sue Ellen Bernal aguantaron y votaron en contra, lo que le importó poco a Moreno Cárdenas, quien tras el aval sonrió, dio un aplauso, levantó la mano para felicitar a sus diputados y salió del pleno a la brevedad.
La suerte estaba echada. Poco a poco se fue desmoronando la ilusión y esperanza de los panistas y perredistas, pues desde muy temprano (8:33 am) Alito daba la voz de ataque y lanzaba que los priistas demostrarían que México está “por encima de todo”.
El coordinador del PRI, Rubén Moreira, también adelantó que su bancada estaba por la iniciativa y advirtió que la votación del proyecto definiría quiénes están a favor de las Fuerzas Armadas y quiénes con el narco.
Pese a ello, los coordinadores del PAN, Jorge Romero, y del PRD, Luis Espinosa Cházaro, dijeron que no perderían la esperanza. Se observaban serios y hasta molestos, pero se atrevieron a hacer un último llamado al PRI para que votara en contra.
Romero Herrera reconoció que, dados los hechos, el emplazamiento podía tornarse hasta ingenuo, mientras que el líder legislativo del sol azteca pidió a los morenistas dejar de frotarse las manos para escuchar que se acabó la coalición, “pues eso no pasará”.
Los dichos y la esperanza de ambos se derrumbaban apenas inició la jornada. Desde las 9:00 horas, al salón de sesiones llegaron los morenistas, quienes pasaron la noche en un hotel cercano y festejaron una victoria anticipada con una cena que encabezó su coordinador Ignacio Mier.
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En la pasarela se observó contentos a petistas y verdes, mientras que a los tricolores se les vio sonrientes y hasta saludando a morenistas. Alejandro Moreno se acercó a abrazar al expresidente de la Mesa Directiva, Sergio Gutiérrez, de quien se dice, fue el operador de la nueva alianza.
Xavier González Zirión, el único priista que declaró que votaría en contra de la reforma, no llegó, pidió licencia y en su lugar rindió protesta su suplente Enrique García de la Parra.
En la entrada del salón se vio a panistas y perredistas con las caras largas, mientras que los emecistas Jorge Álvarez, Salomón Chertorivski, Mauro Garza, y el secretario general del naranja, Juan Zavala, recibieron a guindas y tricolores con pancartas en mano, con la leyenda: “No a la traición de Morena y del PRI”.
Iniciados los posicionamientos, el PRI disipó las dudas: “Hoy nos motiva un México en paz... nuestro país requiere de toma de decisiones difíciles. Estamos obligados a continuar firmes”, declaró el diputado Carlos Iriarte. Nueve tricolores hablaron en tribuna, entre ellos Eufrosina Cruz, Juan Francisco Espinosa y María del Refugio Camarena, todos a favor.
Con los ánimos exasperados, el panista Santiago Torreblanca, flanqueado por sus compañeros que sostenían carteles con la leyenda: “Sí a la policía civil”, insistió en que la propuesta del PRI violenta la Constitución, “esa Constitución con la cual ustedes se limpian el culo”.
El dicho le valió a Torreblanca una mirada de su líder parlamentario Jorge Romero, quien apretó los labios y vio hacia el techo.
Venía la votación. El pleno se silenciaba esperando superar el número mágico de 333 diputados a favor para aprobar la reforma.
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