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Sentado en el mostrador, observando con sus ojos grandes color verde, su pelaje blanco y manchas negras, un peludo espera a los comensales para darles la bienvenida al Catfecito.
En este restaurante, mientras disfrutas de michiconchas, michiroscas y michihamburguesas podrás conocer y mimar a los peludos, pero deberás seguir ciertas reglas, como no compartirles comida, no molestarlos si están dormidos o comiendo y, por supuesto, no jalar sus colitas.
Los maullidos y uno que otro gatito caminando entre las piernas de los visitantes caracterizan a este restaurante inaugurado en 2017, con el fin obtener ingresos para el refugio La Casa del Gato Gazzu, donde, desde hace 17 años, se brinda un lugar seguro a felinos en situación de calle ofreciéndoles atención médica, cuidados y una familia.
La asociación, que lleva el nombre del gatito de la fundadora, logra brindar una nueva oportunidad de ser felices a aproximadamente 300 mininos al año, mientras que ayuda a cerca de 150 animales accidentados o que padecen enfermedades.
Ariadna, encargada del Catfecito, menciona que actualmente en el restaurante resguardan a 12 gatitos entre grises, blancos, anaranjados, atigrados y vaquitas, entre ellos Coco, Naranja y Jely, quienes ya forman parte del staff del establecimiento y no están en adopción. Además, en el albergue tienen de 80 a 100 michis refugiados
Cuando llega un nuevo minino al albergue se sigue un estricto protocolo y se pone en cuarentena para confirmar que no tenga alguna enfermedad que perjudique a los otros habitantes del albergue.
Luego de su paso por el veterinario, en el refugio trabajan la socialización con los de su misma especie y con los humanos; sin embargo, no todos logran adaptarse por completo. Los michis se caracterizan por ser juguetones, disfrutan de ser acariciados, subirse al regazo de los visitantes o maravillarlos con sus acrobacias en los rascadores y puentes del restaurante.
Chilli Willi es uno de los más cariñosos del Catfecito. EL UNIVERSAL atestiguó cómo se encarga de proporcionar ronroneos y cariñitos a los comensales.
Por supuesto, Lucky tampoco es un mal anfitrión. Se encarga de que todos pasen un agradable momento jugando con él. Mientras, Filemón, entre las paredes y las mesas de café, decoradas con imágenes de gatitos, entretiene a los clientes mostrándoles sus juguetes.
Entre los requisitos de la fundación para poder adoptar a uno de los mininos es esencial tener buena química con él, sostener una breve entrevista con los encargados y seguir el protocolo de adopción para verificar que el nuevo dueño sea responsable. Los gatitos se entregan esterilizados, desparasitados, con prueba negativa de leucemia felina y con esquema de vacunación.
El sustento de La Casa del Gato Gazzu proviene del consumo de alimentos en el café, la venta de los artículos elaborados por el personal como suéteres, tazas, pines, aretes y libretas, entre otros, todo con temática gatuna. Además, se puede apoyar con donativos en efectivo, transferencias o en especie.