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A unque se encuentran al borde de su capacidad operativa, albergues migratorios de la sociedad civil operan incansablemente para rescatar a las personas en contexto de movilidad que quedaron a la deriva tras el cierre del centro provisional en Tláhuac de la Secretaría de Desarrollo Social (Sibiso) de la Ciudad de México.
“La crisis de saturación inició en septiembre del año pasado, bajó un poco cuando el Título 42 se retiró y regresó con estas medidas inhumanas de cerrazón que se pusieron a los migrantes en todo el país (…) Además, lo que hicieron [en Sibiso] fue irresponsable e inhumano porque sacaron a las personas de un momento a otro sin ayuda ni información”, explicó a EL UNIVERSAL Gabriela Hernández, directora de Casa Tochan.
Dentro de este amplio refugio ubicado en el poniente de la capital del país, en la alcaldía Álvaro Obregón, los habitantes y los siete encargados improvisaron con paredes de tablarroca y techo de lámina dos cuartos más para dar un espacio digno donde dormir y a extranjeros que van de paso.
Los recursos para solventar los gastos de los migrantes en situación vulnerable son pocos, entre lo recibido por donativos de vecinos, personas solidarias y organizaciones no gubernamentales.
Sin embargo, la estancia maniobra para resguardar con dignidad las vidas de centenas de familias, viajeros en soledad e infancias que fueron objeto de violaciones a sus derechos humanos desde que pusieron un pie en México, y les brindan tres comidas al día, una cama por persona, artículos de aseo personal, servicio médico y acompañamiento legal y sicológico gratuito.
“Siempre hay mucha gratitud porque algunos llegan y nos dicen: ‘es la primera vez en meses que pude descansar’, ya que vienen de las calles, de las prisiones migratorias del gobierno, y aquí encuentran un lugar dónde recuperar un poco de su tranquilidad”, señaló en entrevista con este medio Yasiel Briñones, voluntario en Casa Tochan.
El cubano, que reside en México, informó que en Casa Tochan se tiene un total de 46 espacios con cama para albergar cómodamente a los extranjeros que lleguen al asilo.
Este año, en los días de más afluencia de visitantes han registrado de 76 a 118 personas que buscan un dormitorio, recibir alimentos, descanso o asesoría con su gestión migratoria, por lo que han llegado al tope de su capacidad sin poder excederla para no someter a situaciones de hacinamiento a los migrantes.
Yasiel detalló que si bien los alimentos que se reparten dentro de este lugar son proporcionados por la Sibiso, no hay otro apoyo que el gobierno federal o local den para coadyuvar con la supervivencia de sus huéspedes.
“Es impresionante el apoyo que recibimos de otras personas, pero nada del gobierno. Acá vienen instituciones internacionales de derechos humanos a impartir cursos, revisar cuestiones legales, asegurarse de que todo esté bien, y nosotros ayudamos en todo lo que podemos porque hay que ser humanos.
“Muchos creen que la frontera con Estados Unidos está en las zonas límite del norte o del sur, pero la frontera es este país completo que trata mal a los que quieren transitar”, dijo el activista.
Más allá de requerir apoyo económico, que sí es primordial, quienes encabezan Casa Tochan piden a la sociedad ser más empática con los migrantes.
Además, llaman a pensar en los extranjeros como una fuerza de trabajo, pues lo único que algunos requieren es un empleo con el cual subsistir, enviar apoyo a sus familias o generar recursos para continuar su camino a Estados Unidos.
Gabriela Hernández indicó que la ayuda en especie también es requerida, pues se necesitan productos alimenticios no perecederos, ropa, alimento y pañales para bebés, así como productos de limpieza.