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Araceli pierde unos segundos en encender uno de los micrófonos de la sala protocolo de la Junta de Coordinación Política del Senado . Respira, mantiene la mirada hacia donde están los senadores, pero ninguno de los que se jactan de haber recibido la mayoría de los votos en 2018, ningún representante de “la esperanza de México”, la escuchará.
“Estamos aquí, en la Caravana por la Verdad, Justicia y Paz . Les venimos a decir –yo, Araceli- a nombre de todas las víctimas del país, que esta agenda no es una agenda de militares, es un agenda que le compete a todo el Estado, pero sobre todo al jefe de Estado. Él tiene la máxima autoridad para hacer valer nuestros derechos”, recrimina.
Todos guardan silencio para escucharla, su voz se quiebra frente a la mirada compasiva de tres mujeres y tres hombres, senadores todos, que pararon sus actividades del domingo para asistir a un recinto que yace entre el polvo y ruidos de remodelación.
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Araceli levanta la mirada de nuevo y afirma con crudeza: “Esto no es un show, las vidas de todos los desaparecidos no es un show, no es un espectáculo. Somos personas que venimos caminando con el alma desgarrada”.
“Solo les queremos pedir a ustedes que, como congresistas, como autoridades que nos representan, les venimos a pedir sólo ser tratados como les gustaría que los tratan a ustedes, hombres y mujeres, si estuvieran en la misma situación que nosotros”, sentencia con un tono más solicitante que amenazador.
Los senadores que están frente a ellos se comprometen a leer los documentos que les han entregado, a traducirlos en iniciativas y a pelear –contra la mayoría parlamentaria que se niega a ver algo más allá de su agenda- por sacar avante alguna de esas.
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afcl